El Programa Universitario Amazónico (PUAM) llevó a cabo la VI Cátedra Cardenal Claudio Hummes, titulada “Educación y liderazgo de las mujeres en la Panamazonía y la Iglesia”. Este encuentro virtual reunió a líderes indígenas, académicas y representantes eclesiales para analizar los desafíos y oportunidades en la educación de las mujeres amazónicas y su rol en la defensa del territorio y la cultura.
Barreras para acceder a la educación superior
“La educación y el liderazgo de la mujer en la Panamazonía y la Iglesia empieza por sobrevivir en el territorio”, expresó Anitalia Pijachi, mujer indígena de la Amazonía colombiana. Su testimonio revela las múltiples dificultades que enfrentan las mujeres rurales para acceder y sostener una formación académica en condiciones dignas.
Desde una zona remota y sin conectividad, Anitalia describió el panorama actual: “Las universidades están en Leticia, y para llegar desde las zonas no municipalizadas se necesita una avioneta. Pero no hay vuelos todos los días”. La mayoría de las opciones educativas, ya sean públicas, privadas o técnicas, exigen desplazamientos costosos y prolongados.
A pesar de los esfuerzos de organizaciones y universidades como la Nacional de Colombia, Pijachi lamenta que “las mujeres líderes de base, muchas veces, apenas llegan a quinto de primaria”. Además, la falta de bibliotecas, conectividad y materiales de estudio agravan las condiciones. “El acceso no solo es el problema, sino también la permanencia”, hizo notar.
Conocimientos desde el territorio
La barrera del idioma inglés, exigido por la mayoría de becas nacionales e internacionales, también es un obstáculo. Asimismo, mencionó otras dificultades como la economía: “Nos frena porque luego uno dice: ¿cómo voy a pagar lo que presté?”, cuestionó al referirse a las becas-crédito.
Frente a este panorama, resaltó la propuesta del Programa Universitario Amazónico (PUAM), impulsado por la Iglesia Católica, como una esperanza para que más mujeres puedan estudiar sin abandonar sus territorios: “Lo importante es que las mujeres seamos las que generamos conocimiento desde el territorio”, expresó.
Su reflexión invita a repensar la educación de manera intercultural, equitativa y con raíces en el territorio: “Que seamos nosotras mismas documentando las problemáticas sociales, económicas, políticas que pasa en nuestro territorio”.
Una universidad al servicio del territorio
María Teresa Sánchez, maestra de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), retrató con la realidad de los territorios amazónicos venezolanos, la urgencia de acortar distancias, y el rol que tienen las universidades en tejer esperanza desde lo más profundo de las comunidades.
Sánchez no habló en nombre propio: fue eco de muchas voces femeninas y comunitarias. Nombró con gratitud a mujeres como Claudia Rismendi, Ana Figueroa, Narcisa, Noraima, Florencia Cordero y a “20 mil mujeres más que hacen posible que cada uno de nosotros esté aquí”. Su intervención fue, ante todo, un homenaje colectivo a quienes caminan, enseñan, siembran y resisten desde lo más profundo del país.
Desde la Universidad Católica Andrés Bello, Sánchez impulsa una extensión social universitaria que no busca llevar cátedras a los territorios como verdades impuestas, sino “construir y transformar con la gente”. A través de programas como el PUAM y el trabajo en sustentabilidad con actores como Florencia Cordero, la universidad se ha implicado en la visibilización de problemáticas urgentes: la contaminación de los ríos, el despojo del territorio por actividades extractivas, el éxodo de comunidades enteras.
Se necesitan políticas públicas que garanticen transformación
“El Estado Bolívar representa el 45% del territorio nacional”, contextualizó. “Es un territorio amazónico violentado, donde se arrancan riquezas, pero también vidas. Donde pueblos como los Warao, Pemón o Yekuana se ven forzados a alejarse del agua, su fuente de vida”.
En ese contexto, la educación superior enfrenta desafíos colosales. El 31% de los jóvenes considera que las universidades tradicionales no responden a sus necesidades. Muchos abandonan los estudios para aprender oficios y sostener a sus familias. La precarización docente es alarmante: “Un profesor titular de máximo nivel gana $55 mensuales”, denunció. La migración interna y externa es la única salida para muchos, pero también implica la pérdida de cultura, de idioma, de identidad.
María Teresa resaltó que el PUAM está diseñado justamente para revertir esa lógica: ofrecer formación técnica y comunitaria desde y para los territorios, sin obligar a las personas a migrar hacia los centros urbanos: “La educación universitaria no está siendo la alternativa. Por eso aumentan las inscripciones en centros laborales. Necesitamos políticas públicas de verdad que garanticen transformación y no esclavitud”.
Sostenibilidad de los centros universitarios
En medio de esta crisis estructural, la esperanza se abre paso gracias al protagonismo de las mujeres. Sánchez compartió datos reveladores: en su universidad, el 68% de los cargos de dirección y coordinación están en manos femeninas. En las comunidades indígenas de 187 comunidades, el 14% de las capitanías ya son lideradas por mujeres, una cifra que va en aumento. “Las mujeres pemón están tomando el liderazgo de sus comunidades”, afirmó.
Pero esta irrupción del liderazgo femenino no es fácil. Muchas mujeres han tenido que dejar su rol tradicional de cuidadoras para trabajar, estudiar y buscar alternativas: “Y lo más hermoso”, agregó, “es que los consejos de ancianas, que también son mayoritariamente mujeres, están apoyando a las más jóvenes”.
La ausencia de estadísticas confiables en Venezuela obliga a caminar el territorio, a conocer la realidad de primera mano. Por eso, Sánchez insistió: “Hay esperanza. Porque la esperanza se construye desde el hoy. El futuro es hoy. Por eso necesitamos políticas públicas con mirada de justicia, alternativas económicas reales, conectividad de verdad, calidad de vida para docentes, apoyo a las universidades que se comprometen con el territorio y dar becas a quienes más lo necesitan”.
51% de las mujeres de la Amazonía se encuentran en situaciones de vulnerabilidad
Romina Gallegos, socióloga ecuatoriana y voz comprometida con la justicia en la Panamazonía, compartió una reflexión enraizada en la realidad territorial y en el compromiso por el reconocimiento de los derechos de las mujeres amazónicas.
Apenas llegada desde el territorio quichua de Sarayaku, donde acompañó un encuentro de mujeres lideresas y defensoras del territorio, Romina se presentó como “puente y acompañante”, una figura que teje, sostiene y refuerza las conexiones entre pueblos, culturas y experiencias de fe. Desde ese lugar, centró su intervención en la urgencia de repensar los modelos educativos en la Panamazonía.
“Nos debemos cuestionar cómo garantizar que las mujeres, especialmente las lideresas indígenas, puedan acceder a una educación que reconozca su identidad, cultura y contexto”, dijo. Y es que, como recordó Gallegos, según datos del mapeo realizado por la Repam en 2019, el 51% de las mujeres de la región se encuentran en situaciones de vulnerabilidad: “Este dato debe alarmarnos y movernos como Iglesia”.
Superar las desigualdades estructurales
La socióloga señaló que estas desigualdades estructurales, sociales, históricas e incluso eclesiales, se reflejan también en la limitada participación de las mujeres en espacios de toma de decisiones dentro de la Iglesia: “Aunque el 67% de las congregaciones religiosas en la cuenca amazónica son femeninas, solo el 33% ocupa cargos de dirección”, apuntó como una alerta que requiere acciones.
Entre las iniciativas que buscan revertir esta realidad, Gallegos resaltó el trabajo del núcleo de mujeres de la Repam, los procesos promovidos por la CLAR con el programa “Mujeres del Alba”, y la creación de la Comisión Animadora de Mujeres en la Iglesia y la Sociedad en América Latina y el Caribe. Estos esfuerzos que tienen el propósito de acompañar con estrategias las necesidades pastorales de las mujeres.
Repensar los modelos educativos desde una perspectiva intercultural y sinodal
Pero más allá de los datos y diagnósticos, Gallegos llamó a asumir un cambio estructural: “Repensar los modelos educativos no es un simple ajuste de contenidos; es preguntarnos cómo inculturamos la educación, cómo dialogamos interculturalmente y cómo adaptamos metodologías que partan desde los territorios y sus realidades”. Recordó que el Sínodo para la Amazonía y la exhortación Querida Amazonía ya plantean esta necesidad, especialmente en lo que respecta a los procesos formativos integrales que conecten fe, cultura y defensa del territorio.
Romina cerró su intervención con una invitación a mirar más allá del acceso a títulos académicos y a centrarse en el agenciamiento de las mujeres como proceso identitario y colectivo: “las mujeres con diferentes modelos educativos o no, con una Iglesia mayormente comprometida o no, siguen tejiendo, siguen construyendo, siguen siendo ese rostro vivo, siguen siendo esa presencia que no claudicada… se juega la vida propia, la de sus hijos, la de sus hijas, la de la comunidad, la de su territorio, la de su cultura”, dijo, mostrando que la tarea es reconocerlas, acompañarlas y facilitar que puedan hacerlo con dignidad, desde una educación liberadora y arraigada en sus territorios.
Desafíos y esperanzas
Las panelistas coincidieron en que la educación debe integrar los saberes ancestrales y científicos; que es urgente garantizar seguridad y recursos económicos para las estudiantes; y la Iglesia debe transformarse para reconocer y promover el liderazgo femenino.
El PUAM anunció el lanzamiento de la carrera “Gestión Integral del Territorio Amazónico” en 2026, como parte de su compromiso con una educación intercultural y accesible. La próxima Cátedra abordará las narrativas de los pueblos amazónicos a través de un documental. Para más información, visite puamazonico.org. Y vea la VI Cátedra completa aquí.
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