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Vitória de Carli: «Compromiso social del creyente es incompatible con una espiritualidad pasiva y desconectada»

“El alejamiento de Dios por el pecado, desfigura la identidad fraterna, transformando al otro en enemigo, un objeto de temor, desprecio y alejamiento” afirmó Vitória Andreatta de Carli, la auditora del Tribunal Eclesiástico de Porto Alegre en Brasil y una de las ponentes invitadas al Simposio teológico Fraternidad para sanar el mundo que se desarrolla en Quito del 4 al 7 de septiembre.

Estudiosa de la espiritualidad cristiana y su naturaleza secular a la luz del concilio Vaticano II, presentó la intervención titulada “De hermanos a enemigos” una visión de la espiritualidad cristiana como un camino de fraternidad que se desfigura por causa de la fragilidad y el egoísmo humano. Ante esta situación la espiritualidad y la experiencia eucarística se presentan como una oportunidad para reconstruir.

Así la teóloga brasileña aseguró que el punto de partida para profundizar en la espiritualidad eucarística es la realidad, esa “fraternidad desfigurada”, que convierte a los hermanos en enemigos y ante la que Jesús Eucaristía llega para aliviar, sanar y sostener la vida en tanto su presencia no solo es teórica, sino que debe ocupar el centro de la vida, el pensamiento, las emociones y quehaceres diarios.

“Cristo quiere ser camino, verdad y vida; quiere transformarnos; para que eso suceda hay que dejarnos transformar por él, esto implica abrir el corazón para que su voluntad se haga tangible en nuestra vida”, afirmó.

Fraternidad desfigurada

Citando al Papa Pablo VI y su frase “somos alpinistas del espíritu” para la teóloga, el laico está llamado a ser fermento en la masa, sal en la tierra; esto quiere decir que debe llevar el amor de Cristo al mundo, transformando realidades con su actitud, siendo canal de ese amor y ayudando a transformar la realidad de enemigos en la lógica de los hermanos”, porque según comenta “lo que el mundo necesita ahora es que los cristianos sean auténticamente cristianos que vivan una auténtica espiritualidad”, aplicando la conocida frase de Santa Catalina de Siena: “si son lo que deberían ser, van a poner fuego en el mundo”.

En esta línea Vitória de Carli insistió en que «no existe espiritualidad cristiana sin cotidianidad. La espiritualidad es un modo de vivir, es el espíritu de Dios en Cristo que pasa por toda nuestra vida. Primero por quien somos, por la familia a la que pertenecemos, el trabajo que hacemos a diario y el ambiente social, porque la vida espiritual debe materializarse es una experiencia que ha de tornarse concreta en nuestras vidas.

Intenciones valiosas que devuelven al creyente a lo elemental, pero ante el inminente riesgo de una espiritualidad eucarística que se quede en un conjunto de formas ritualistas o una experiencia interior y personal que poco o nada tengan que ver con la experiencia de la realidad que muchos sufren, la teóloga brasileña se refiere a la necesidad de vivir una “experiencia de espiritualidad encarnada, una espiritualidad eclesial y social, porque “la espiritualidad es ir a Dios, esto significa ir a los demás, ir a los hermanos a esa vida que se concreta porque no existe otro camino a Dios que no sea pasando por el hermano”.

Repensar el camino espiritual

Para la académica este simposio teológico se ha vivido como un cielo en la tierra, porque “estar con tantas personas de tan diversos lugares todas dispuestas a seguir a Dios y repensar su camino espiritual, se convierte en un momento de encuentro con Él, con el Jesús que está presente en cada uno de ellos; el mismo que nos acompaña para transformarnos en personas con un corazón eucarístico, viviendo una experiencia espiritual en medio del mundo. La propuesta es que seamos los brazos de nuestro Señor que desea contar con nosotros en medio del mundo”.

Una mujer laica, casada y madre de dos hijos que a partir de sus estudios de teología advierte que “el compromiso social de amor fraterno de un creyente es incompatible con una espiritualidad cristiana pasiva y desconectada del destino histórico del ser humano”. De esta forma afirma que la Eucaristía es la “máxima expresión de la misericordia divina que materializa y alimenta la fraternidad y cura las heridas del corazón humano”.

En un tiempo caracterizado por la crisis de los modelos fundamentales para la sociedad que están en entredicho y el sufrimiento de los países de América Latina y el Caribe por los efectos de la miseria, la pobreza y la desigualdad, se hace más contundente el llamado a trabajar por la fraternidad.

Sanar las relaciones

Para ello la teóloga considera de vital importancia cualquier esfuerzo que sirva a los procesos que permitan sanar las relaciones entre los pueblos. No obstante, el primer paso es sanar las heridas del corazón humano que dificultan la paz y la reconciliación porque es en la entraña del corazón del que salen las inclinaciones del pueblo de Dios. Por tal razón es oportuno reflexionar sobre la realidad de la espiritualidad y asumirla como una forma de vida.

“Somos hijos de un mismo padre y constructores de la fraternidad que además se extiende a la creación, mucho más cuando la pandemia puso de manifiesto la interdependencia de los seres humanos.

Citando al Papa Francisco de Carli recordó que “nadie puede vivir solo para sí, estamos interconectados para lo bueno y lo malo” y la Iglesia se esfuerza en este momento por hacer un discernimiento sinodal, entonces el horizonte está en una búsqueda de todos para lograr ese caminar juntos, asumir la misión de vivir en comunión y participación con la certeza de que en el banquete de la Eucaristía nos hallamos ante la máxima expresión de la sinodalidad, el lugar para sanar la fraternidad desfigurada.

Intervención que Vitória de Carli concluyó recordando que la fraternidad es vaciarse de sí para ir al encuentro del otro, es querer bien al otro y que sea alguien feliz confiando en que pueda encontrarse con Dios, viviendo relaciones humanas basadas en el amor de Dios, sin perder de vista que cada uno ha de trabajar en sus propias heridas para alcanzar el desarrollo de relaciones sanas que puedan ser expresión de esa verdadera fraternidad que tanto anhelamos.

Fotos: Oficina de comunicaciones del Simposio Teológico Internacional

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