ADN Celam

13 de marzo – 11 años de Bergoglio-Francisco : “El Papa es una persona con la Iglesia sobre sus espaldas que tiene tiempo para escuchar a todos” (Guillermo Ortiz SJ)

Hoy es una jornada festiva, de cumpleaños: 11 años del día de la elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como Papa Francisco. Muchas cosas pasaron en el mundo ese día, pero para muchos también será recordado por siempre como un día bisagra para la Iglesia universal: del fin de mundo a Roma, un Papa que salía de las entrañas de Latinoamérica.

Algo ya se había “anunciado” en la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano con ese documento tan sustancial nacido al amparo del manto de Nuestra Señora de Aparecida, en Brasil, y con las oraciones y los cantos del pueblo reunido en las afueras del templo, fondo santo de las conversaciones y los intercambios episcopales.

Bergoglio-Francisco nacía para el mundo con un mensaje que traía palabritas clave, conceptos hondos: periferias, escucha, sinodalidad, iglesia pobre para los pobres, primerear con la esperanza, no balconear la fe, taconear la verdad. Y podríamos seguir pero desde este equipo de redacción del Celam convocamos a algunas personas que lo conocieron bien y lo cuentan aquí, para nuestros queridos lectores de ADN Celam. Hoy comparte sus experiencias con Francisco el sacerdote jesuita argentino Guillermo Ortiz.

 

Jorge Mario Bergoglio sj – Papa Francisco

Una presencia sólida, firme, pero mansa

 

Córdoba. Argentina. Conocí a un hombre particularmente excepcional en julio de 1977, mientras cursaba el colegio secundario, cuando fui a pedir mi entrada en la compañía de Jesús al superior provincial de los jesuitas que era él, padre Jorge Bergoglio sj. Finalmente entré a la Compañía en febrero de 1979, después de terminada la secundaria.

¿Cómo es? Es un hombre que te escucha y si vos estás con él, él tiene toda su atención en vos. Mi primera impresión es estar hablando con un hombre abierto, sencillo, cálido, de escucha atenta, profunda, concentrada, sin apuros, en paz. Escucha con todos los sentidos y el corazón.

Casi 40 años después, cuando cubría para Radio Vaticana, en Roma, el Sínodo de 2015, tenía que decirle algo y me adelanté hacia una de las escaleras por las que bajaban los padres sinodales dirigiéndose al café. Cuando el Papa Francisco me da la mano me dice: “Hoy en la oración me acordé de tu madre”. Hablamos brevemente y yo después pensé por qué sería y recordé: ese día era el día de los ángeles custodios y mi madre se llamaba María Custodia. Mi madre y el padre Jorge se escribían desde que se conocieron en San Miguel en febrero de 1981 cuando mi madre fue para mis votos y hasta que el Señor la llamó al cielo en el 2016. Bergoglio firmaba con su nombre completo. Mi madre recibía su respuesta en el reverso de una estampa de San Ignacio, de la Virgen que desata los nudos, de san José; con la misma letra pequeñita que vemos, que le conocemos hoy. Una persona con la Iglesia sobre sus espaldas tenía tiempo para escuchar a todos en el Sínodo y también responder y rezar por mi madre. De modo sencillo te entrega su tiempo.

En las periferias del Gran Buenos Aires

Cuando terminó su periodo de superior provincial en diciembre del 1979, fue nombrado superior del Colegio Máximo de San Miguel, Buenos Aires, rector de las facultades de filosofía y teología, y formador. El colegio tenía mucho campo y al fondo había un galpón grande que fuimos transformando en capilla —los otros se reían y decían que íbamos “al gallinero”—. Ese fondo linda con un barrio obrero habitado por más de 30 mil personas en aquel tiempo, entreverado con villas miserias. El padre Jorge hizo erigir allí la precaria capilla —ahora Parroquia— del Patriarca San José.

Ahí no solo escuchaba interesado a la gente que venía a la misa de 10: era el primero saludando a cada uno en la puerta, riéndose con ellos y el último en entrar para revestirse y celebrar la misa… También nos escuchaba mucho a los estudiantes cuando volvíamos del interior del barrio, adonde salíamos a visitar enfermos y a buscar a los chicos para el catecismo el sábado, y el domingo para ir la misa, tal como él nos había misionado. De esas escuchas atentas él sacaba conclusiones y tomaba decisiones siempre prácticas. Presencia y escucha más que grandes planificaciones. La consigna era acompañar a los mayores y enfermos y hacer felices a los niños. La iglesia estaba siempre llena de gente y de niños… Llegaban a juntarse más de 5 mil niños para la Fiesta del Niño y en el verano hacíamos campamentos en el mar con más de 300 cada año. Ellos lo recuerdan con alegría y cariño, porque fue lo mejor que les pasó en aquellos tiempos. Amor y alegría.

Eran tiempos difíciles para el pueblo, mucha pobreza, final de la dictadura militar, retorno del gobierno democrático… Un día de invierno llegó al Colegio Máximo una señora, llamó al superior en portería y le dijo: “necesito frazadas”. “No tenemos”, respondió Bergoglio. Ella le dijo: “dame la tuya”. Y se fue con la frazada del superior. Lo sabemos por testigos, no por él.

 

Tiempos de estudiantes

De por sí, nosotros éramos muchos y todavía no teníamos las becas para estudiantes que llegaron después. De modo que vivíamos gracias a algunos bienhechores y, sobre todo, de las limosnas de frutas, verduras, etc. que en los grandes mercados separaban porque ya al otro día no las podrían vender. Estaban frescas todavía pero ya no tenían apariencia de buenas. Nosotros volvíamos a separarlas y algunas iban para los cerdos.

A propósito, inmediatamente que se hizo cargo del Colegio Máximo consiguió algunos pares de ovejas, vacas, cerdos… Había mucho terreno. Pero voy a esto: antes de comer carne en las comidas, nosotros, los estudiantes, en esos tiempos de miseria, comían carne primero los niños más pobres del barrio en la carpa-cocina-comedor que el padre Jorge había armado detrás de la parroquia… Después, con nuestros animales, también a nosotros la carne nos salía por las orejas. Teníamos olor a oveja pero también a vaca, a cerdo. Y lo digo con alegría, mucha alegría.

Por supuesto, tampoco había dinero para empleados. Así que los estudiantes, que éramos muchos, hacíamos todas las tareas de la casa y preparábamos la comida. Y nuestro superior estaba también ahí, cargando todos los días un lavarropas grande con nuestra ropa, dando también de comer a los cerdos, y tantas tareas domésticas más. Ninguno de nosotros se murió por este trabajo. Él nos decía “la pobreza es trabajo”, aludiendo al voto. Pero algunos decían que deberíamos estar acompañando a universitarios en vez de estar limpiando la casa, fuera de los tiempos de oración, clases y estudio que eran ciertamente lo principal.

 

Nuestro querido Papa

En la semana después del primer ángelus del Papa Francisco en 2013, fui a almorzar con un amigo a un sucucho de comidas rápidas y había dos paisanos del barrio Vaticano hablando cerca nuestro. Uno dijo: “me gusta este Papa porque dice que ‘Dios perdona siempre’…”. Me di vuelta para verlo de frente y le completé la frase: “… somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”. Y nos alegramos juntos… Entiendo que la alegría, que la sonrisa y la paz de Francisco es lo que él mismo en la práctica experimenta y quiere comunicar de la misericordia de Dios: “Soy un pecador perdonado”. Acompañándolo en las cárceles como en su viaje a Ecuador, Bolivia y Paraguay, por ejemplo, lo escuché decirl a los encarcelados al inicio de cada encuentro: “Al mirarlos a ustedes me pregunto, ¿por qué ustedes y no yo?». Lo entiendo como una capacidad extraordinaria de empatizar y acercarse a todo tipo de personas, tanto a un pobre, como al jefe de otra confesión religiosa o a un jefe de estado. Todos son iguales, atendidos y escuchados por el Papa Francisco.

El Papa habla mucho de “los mártires de hoy”, y entre ellos incluye a los cristianos vivos que están en este momento en la cárcel, perseguidos, desterrados, expatriados, sufriendo solo por ser cristianos. Y me parece que lo entiende desde su propia experiencia, porque él desde el inicio de su pontificado sale cada día a entregarse como “un hombre para los demás” (Padre Arrupe); a brindarse por entero a los otros; sale a morir; a dar su vida como Jesús por amor a Dios y a los hermanos.

Entiendo también que es fácil deducir de estos hechos concretos, de la vida real y no de elucubraciones, su pedido práctico de: Una Iglesia pobre para los pobres. Una Iglesia en salida misionera. Una Iglesia sinodal (El “caminar juntos” ya durante la preparación del Sínodo, se transformó rápidamente en “escucharse”). Dios es Misericordia. Dios es Padre de todos, todos, todos.

Que el Señor nuestro Dios, por intercesión de su Santísima Madre, bendiga generosamente al Papa Francisco con vida y salud.

Lo queremos y defendemos. jesuita Guillermo Ortiz

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