La Iglesia ecuatoriana invitó a una jornada de oración para este 6 de noviembre. La convocatoria se extiende a todo el pueblo católico para que desde las parroquias, capillas y oratorios se haga una plegaria propuesta por la Conferencia Episcopal clamando por la paz en el país.
No se trata de la iniciativa de unos pocos, por el contrario, la Iglesia se hace vocera de muchos con la certeza de que la unión espiritual ayudará a superar las dificultades que durante los últimos días hicieron de la violencia, el dolor y la incertidumbre una causa de preocupación para las autoridades y la sociedad civil. «Exhortamos, a todos los cristianos a no bajar los brazos, a no ceder a la tentación de ser parte de la violencia, a no hacerle el juego al miedo,» afirman los obispos.
Esperanza que no declina
Dirigiéndose a los actores sociales y políticos, las comunidades cristianas, la ciudadanía y a quienes son responsables de la violencia; los obispos confían en que como un pueblo de hermanos podrán combatir a los diferentes enemigos de la sociedad ecuatoriana.
Los prelados advierten a las comunidades cristianas que es necesario hacer lo posible para el miedo no logre vencer y que la fe sea algo así como un rayo de luz en la oscuridad. Es decir, un testimonio de fortaleza que se niega a caer en la desesperanza.
Valentía y determinación
En el caso de los actores sociales y políticos, los obispos ecuatorianos reconocen que cuando se atacan los valores comunes, no solo se necesita de una buena dosis de cordura sino de valentía; para evitar que los procesos se asuman desde la demagogia, el populismo o la búsqueda de intereses personales o partidistas.
La Iglesia advierte que es necesario comprender que las discusiones políticas deben impulsarse desde el respeto al orden constitucional y democrático; porque los sectores más pobres representan el centro de la acción política. Sin olvidar que sus efectos, generalmente inciden en la vida de las poblaciones vulnerables para las que unirse a las mafias se convierte en una opción de vida.
La Iglesia ecuatoriana enfatiza en que hombres y mujeres tienen una responsabilidad como ciudadanos y ante las dificultades es preciso trabajar por esa anhelada unión nacional que reconstruya un verdadero pacto social para combatir enemigos comunes entre los que se encuentran el crimen organizado, el tráfico de estupefacientes, la delincuencia y la inseguridad que encuentran en niños y adolescentes, poblaciones aptas para robarles sus sueños y perpetuar las condiciones de pobreza y desigualdad.
Unidos por la dignidad
«Es urgente que todos nosotros, en todos los niveles, tomemos con decisión el camino de la justicia y de la honestidad, que no nos cansemos de soñar y de construir una economía inclusiva,» afirman los prelados, pensando en la necesidad de trabajar por la dignidad humana y la generación de trabajo digno para todos.
Este clamor por el diálogo y la paz se extiende a quienes viven al margen de la ley. A ellos los Obispos les recuerdan las palabras del Papa Francisco dirigidas en contextos similares, en las que exhorta a un cambio de vida sincero y la opción de abandonar el mal, aceptando que el camino que viven no proporciona una felicidad verdadera. El poder y el dinero producto de estas actividades está manchado con el dolor de otros y el cambio de vida es posible.
Finalmente, los obispos expresan su solidaridad con quienes han perdido a personas queridas en medio de las situaciones de violencia que han afectado directamente a la población carcelaria, civiles y miembros de las fuerzas armadas ecuatorianas, «rezamos por todas las víctimas del narcotráfico, la delincuencia, la inseguridad, la corrupción, la injusticia y la marginalidad», indican al tiempo que agradecen a quienes en cumplimiento de su deber y aun arriesgando su propia vida, muestran que es posible construir la paz.
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Los hechos
El amotinamiento de la población carcelaria en los penales situados en las provincias de Guayas y Esmeraldas, dejan numerosas víctimas mortales. Durante los últimos dos años se calcula la muerte de 400 personas en el contexto de diversas situaciones de levantamiento de los presos en todo el país.
Situación que obligó al presidente Guillermo Lasso a decretar el estado de excepción para tres provincias durante 45 días. La sublevación que se inició en las cárceles, luego se tomó las calles, amenazando el orden y la libertad de la ciudadanía. El 1 de noviembre 5 miembros de la policía murieron en las calles de Guayaquil y Esmeraldas. Entonces se hizo latente la incapacidad de las autoridades para controlar la situación y el reconocimiento evidente del poder del crimen organizado que al parecer se encuentra mejor equipado que las mismas fuerzas del orden.
La estrategia gubernamental es el traslado de por lo menos 1400 reos para atacar las estructuras de al menos 10 bandas criminales que controlan el funcionamiento de los centros carcelarios. Entre las más fuertes están la de Los Tiguerones y Los lobos que amenazaron al presidente con ataques en los pabellones 8 y 9 de una de las cárceles, de confirmarse los traslados, proceso que está en marcha y en los que la policía y las Fuerzas Armadas trabajan de manera conjunta.
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