Representantes de organizaciones eclesiales, comunidades de base y responsables políticos de América Latina y el Caribe como de la Unión Europea, han celebrado este 6 de junio, una mesa redonda bajo la pregunta: ¿Cómo puede la Cumbre UE-CELAC contribuir a una cooperación entre iguales y promover la justicia global?
Evento híbrido – virtual y presencial – organizado por el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE), Cáritas América Latina y Caribe y Cáritas Europa. Con la participación por parte del Celam, de monseñor Jaime Spengler, presidente y arzobispo de Porto Alegre (Brasil).
En un diálogo abierto, han afinado propuestas de cara a la Cumbre Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) el 17 y 18 de julio de 2023, en Bruselas, que se retoma tras siete años de pausa.
En ambos lado del Atlántico
Monseñor Mariano Crociata, Presidente de la COMECE, durante la apertura, ha partido de la pregunta provocadora y planteado que “nuestras organizaciones deben operar en medio de situaciones complejas tanto en lo humanitario como en lo social”.
“Esta cumbre presentará una oportunidad única para fortalecer no solamente la cooperación, sino para crear una unidad en el mundo con base en los principios de justicia, solidaridad, fraternidad y sostenibilidad para que nadie se quede atrás”, ha dicho.
El prelado considera que entre la UE y CELAC “hay valores compartidos, por ejemplo, son socios naturales; más todavía, en un contexto post covid cuando el mundo se encuentra enfrentando las causas estructurales, desigualdades, urge humanizar nuestras sociedades en un sistema internacional que corre el riesgo de ser fragmentado”.
Por eso asegura que “es a través de estas relaciones como podríamos superar este sistema que busca sacar ganancias a toda costa incluso por encima de la dignidad del ser humano”, al tiempo que señaló que la Iglesia europea y latinoamericana y caribeña tienen preparada acciones en común de cara a la Cumbre de líderes de julio.
“La Iglesia católica en ambos lados del Atlántico hemos elaborado un documento, que se ha estructurado en tres pilares: el desarrollo humano integral, ecología integral y la construcción de la paz y la cultura del encuentro”, acotó.
Planeta vivo
Elizabeth Coca, coordinadora de Ecoteología en Cáritas Ecuador, laica y líder, muy vinculada en el acompañamiento a comunidades indígenas y campesinas que han sido víctimas del extractivismo, ha planteado una economía con rostro humano, que “se base solo en el ánimo del lucro y consumismo” para lograr una verdadera transición ecológica.
Como ha expresado “desde la mitad del mundo y viajando por la Amazonía ecuatoriana” recordó que la transición ecológica tiene dos importantes puntos de partida: el Acuerdo de París y la encíclica Laudato Si’, por ello, se pregunta: ¿Qué estamos haciendo como humanidad que estamos haciendo frente a este tema?
“Hemos estado hablando desde hace años sobre descarbonizar la economía y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, de generar electricidad o energía renovables”, pero siente que mientras siga el actual modelo de producción depredador, sumado a la poca voluntad política de los Gobiernos, esto no sería viable.
Sobre ello ha definido que “la transición ecológica integral es un proceso de transformación social que busca avanzar hacia un modelo de vida justa y que prioriza el bien común sobre el crecimiento económico, en esta ocasión, nosotros planteamos –con base en investigaciones realizadas– que los indicadores de crecimiento no deben seguir siendo los económicos, no debe seguir siendo el PIB, sino que deberían ser el índice del planeta vivo o el índice de bienestar económico sostenible”.
Por una economía solidaria
Humberto Ortiz, economista y coordinador en la oficina de desarrollo y proyectos del Celam, abordó el tema “Justicia económica y desarrollo humano integral solidario” a partir de la perspectiva planteado por el papa Francisco, que “se pronuncia a favor de una economía al servicio de las personas y que cuide la Creación y por ello es necesario cambiar de rumbo en la perspectiva de la justicia económica y la solidaridad global” para que no haya exclusión.
Al respecto, el laico peruano aseguró que el Santo Padre “nos propone trabajar por las “3T: Tierra, trabajo y Techo, que son necesarios para una vida digna de las personas, pues son necesidades fundamentales, sobre todo para los más pobres y marginados, como ya lo afirmaba San Paulo VI en “Populorum Progressio”.
“Es necesario garantizar los derechos de los trabajadores y trabajadoras, la protección social, los derechos de los migrantes y la responsabilidad social de los actores económicos, en especial las empresas”, apostilló.
Al aterrizar el tema de economía popular, Ortiz refiere que esta “ha dado vida a la Economía Solidaria, porque la economía popular se desarrolla a través del valor ético de la cooperación, la ayuda mutua y el compartir que es muy antigua y desde tiempos prehispánicos”.
De tal forma que urge “promover la economía solidaria ecológica en sus diversas dimensiones: producción responsable, consumo ético, comercio justo, servicios de proximidad, finanzas solidarias e intercambio de saberes, desde los territorios (niveles “micro”, “meso”) hasta el Desarrollo humano integral solidario como tal (“macro, global”), generando una trazabilidad solidaria basada en la justicia”.
Voces desde Europa
Sorcha Tunney, de la Agencia oficial de desarrollo de la Iglesia católica en Irlanda, ha mencionado que entre ambos continentes hay una larga data de cooperación y lazos históricos. En su incursión por América señala que “hemos testimoniado prácticas que atentan contra los derechos humanos, erosión de derechos laborales, violencias”.
Por tanto, “la brecha social requiere una respuesta global, los países de Europa y América Latina deberían trabajar juntos para implementar mecanismos para una respuesta integral y para adoptar acuerdos internacionales para el respeto de los derechos humanos”.
Por su parte, Claudia Gintersdorfer, Jefa de Asuntos Regionales – División América 1 en el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), no duda que “la Cumbre es una oportunidad para reunir las diversas corrientes de pensamiento” sobre todo porque “somos socios naturales”.
Sin embargo, la funcionaria quisiera que este asocio “más que natural, fuese electivo, es decir, que decidamos hacer cosas en conjunto para el futuro, tal vez no estemos de acuerdo en todo, pero queremos enfocarnos en los temas que convenimos para hacerlo juntos”.
Temas como multilateralismo, derechos humanos, democracia, relaciones más estrechas que permitan superar “esa especie de negligencia recíproca que ha habido a lo largo de estos años”.
Mientras que Iago Gil Aguado, Consejero para América Latina y el Caribe, representación Permanente de España ante la UE, explica de un modo particular que su país “se considera un país europeo pero también americano”. No en balde, la crisis postcovid y la guerra en Ucrania han sido factores que han debilitado del orden internacional
El diplomático español cree que la Cumbre de julio será una oportunidad única para que líderes de ambos continente busquen alternativas con “un enfoque social” para que “nadie se quede atrás”. De ahí que rescata la importancia de la esperanza y “ofrecer una visión positiva de cara al futuro”.
“Poder alejarnos de posiciones pesimistas, en especial, del tema comercial. Por lo menos desde la Unión Europea actuamos de la convicción que Europa es un bien para el mundo y América Latina también y que por eso si las dos regiones colaboran serán una fuerza para el bien de toda la humanidad”, añadió Gil.
Apuesta conjunta
Maria Nyman, Secretaria General de Cáritas Europa, estuvo a cargo de las conclusiones. Para todos es determinante que “el ser humano debe estar al centro de todo desarrollo, en especial, de cualquier iniciativa del sector privado”.
Indicó que “una forma de evaluar la potencial reducción de las desigualdades y promover la justicia social es que los liderazgos, recursos financieros, se dirijan a los actores que trabajan para la protección medioambiental y los derechos humanos como los campesinos, comunidades indígenas, organizaciones sociales”.
Resulta esencial que “la cooperación entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe no puede solamente referirse a lo que ocurre en América Latina y el Caribe, sino también tiene que referirse y abordar a las prácticas internas de políticas en Europa y su impacto en los pueblos”.
“No se trata de que Europa presenta una oferta a América Latina y el Caribe, sino de una construcción conjunta y hay que tomar los pasos adecuados para poner fin a estos intercambios desiguales”, finalizó.
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