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Reflexión Bíblica: Domingo, 29 de mayo de 2022

Bogotá, 29 de mayo de 2022

Por el Hno. Jesús García /Capuchinos Ecuador

“Ustedes son testigos de esto” (Lc 24, 48)

Somos espectadores de innumerables acontecimientos desagradables y crueles, pero también de otros esperanzadores y alegres. Quizá somos colaboradores cómplices (negativos) o solidarios (positivos) de quien está actuando a nuestro alrededor. En ocasiones podemos ser victimarios ejerciendo violencia y sufrimiento a otros, incluso contra quien decimos amar; aunque podemos ser víctimas de personas, instituciones o sistemas socioeclesiales opresivos.


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Es triste constatar la “ceguera” -premeditada o inconsciente- de quien no ve ni quiere ver nada más que un espejo autorreferencial anulando cualquier latido de humanismo y de vitalidad.

Jesús nos invita a “abrir” los ojos del corazón y los oídos de nuestra mente, para disfrutar del latido de su Espíritu y la brisa suave de su Amor. La ceguera y la sordera son actitudes pre-pascuales, porque el “Espíritu del Resucitado” es luz y camino, verdad que libera y camino seguro de plenitud. El acontecimiento pascual, el encuentro personal, la misión comunitaria y la alegría compartida son “evidencias de resurrección” y no sensiblerías subjetivas o doctrinas ideologizadas.

De todo esto “somos testigos”, con experiencia propia e incontenible, que no podemos dejar de compartir-contagiar por todos los rincones del universo. Somos testigos de los encuentros de Jesucristo, de la acción vitalizadora del Espíritu, de la alegría misionera, del tiempo y la sangre entregados con gratuidad, del desgaste amoroso por el enjambre solidario… somos testigos del resucitado y de la resurrección.

Una “fe adulta” no mira ni al suelo ni al cielo, sino a Jesucristo y al hermano-pobre; no vive soñando triunfantes manifestaciones de religiosidad, sino humildes compromisos proféticos; no se quiere escapar de la responsabilidad personal en la sublimación piadosa, sino que comparte -todo- solidariamente con sinceridad de corazón; no espera pasivamente la acción de Dios, sino que se implica fielmente en la nueva vida que él quiere…

Quien contempla a Jesucristo junto al Padre debe “ascender” de la desilusión a la pasión, de la sublimación a la responsabilidad y de la tristeza a la sinodalidad… con la alegría de su Espíritu.

Y de todo esto… somos testigos…

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