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Mons. Lizardo Estrada a Consejo Económico de la ONU: «Debemos gastar menos en armas y más en alimentos, vivienda, salud y educación»

El respeto por la dignidad de la persona humana es la preocupación que mueve al Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño a sostener un encuentro con el Consejo Económico Social de la Organización de las Naciones Unidas-ECOSOC. «Nuestra presencia aquí, busca decir a la comunidad internacional que nuestra Iglesia quiere sumar su voz y su acción a quienes desean fortalecer los espacios de paz», afirma la presidencia del organismo representada por Mons. Lizardo Estrada, secretario general y Guillermo Sandoval director del Centro de Gestión del Conocimiento.

Temas como la crisis de la democracia, las migraciones, la ecología integral, la ausencia de tierra, techo y trabajo para miles de personas; además de la necesidad de caminar juntos, para que la dignidad no sea un lujo; figuran entre los dolores que la Iglesia continental describe, estudia y enfrenta desde lo pastoral y que en estos espacios de incidencia política para el contexto internacional; plantea como causa de lucha a través de la articulación institucional, proceso que se viene generando por estos días en Nueva York.

Un punto de encuentro

«Nuestra misión no es la de tomar partido político en el sentido partidista» indica la comunicación, haciendo la salvedad respecto a la labor del Celam que desde hace más de 60 años, está dirigida al «acompañamiento de los procesos que permiten elevar el respeto por la dignidad de las personas».

Desde esa perspectiva la presidencia del Consejo Episcopal ratifica su deseo de aportar a la construcción de la paz y la dignidad humana. «Creemos que éste, que es el centro de nuestro magisterio social, también es un punto de encuentro para todas las personas de buena voluntad», declaran convencidos de que «quien ama la paz busca y construye la justicia». Por eso, explican que se trata de «un espacio donde nuestra Iglesia y, creemos, todas las Iglesias, estamos llamadas a colaborar».

Los desvelos de la Iglesia latinoamericana y caribeña aparecen descritos en la carta que Mons. Lizardo Estrada, secretario general de Consejo Episcopal Latinoamericano, entregó este 10 de julio a Paula Narváez Ojeda, presidenta del Consejo Económico Social de la ONU, organismo que en su totalidad se reunirá en Asamblea general durante el próximo mes de septiembre.

Compartir la realidad

En la comunicación, los obispos del continente reiteran su acompañamiento al trabajo que por la paz y la justicia social se adelanta desde el sistema de Naciones Unidas; sin desconocer la necesidad de reforzar los compromisos que emanan por causa de esta misión. «Creemos necesario fortalecer la organización para facilitar el resguardo de lo establecido en la Carta Universal de los Derechos Humanos, así como la promoción de los deberes que, para los Estados, algunas naciones y pueblos surgen de ella», advierten.

En el continente, la Iglesia católica adelanta iniciativas que, en el camino de lo concreto, le permiten conocer la vida de sus gentes, tareas que aportan al horizonte planteado en los objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS). «Sentimos el deber de hacer presente la realidad de la Región, las carencias en su desarrollo humano integral y, por tanto, en la vida de las personas», insisten al enumerar dentro de las víctimas a las mujeres, niñas, niños, adolescentes, pueblos originarios, afrodescendientes, garífunas, campesinos y adultos mayores.

Refiriéndose a esos dolores, el Celam habla de la crisis de la democracia en el continente, observando con alarma lo que representa «el daño de la convivencia política y cómo nuestros pueblos aparecen cada vez más dispuestos a sacrificar valores como la convivencia democrática, a cambio de seguridad». Igualmente, lamentan males endémicos como la corrupción, el narcotráfico y el crimen organizado que ejerciendo su «enorme poder económico» socava las bases de la organización social y política, debilitando las instituciones.

Participación ciudadana y libertad religiosa

En este sentido consideran que «el ejercicio de la participación ciudadana, el fomento de la amistad cívica y la elevación de la calidad de la política, así como el pleno respeto a la libertad religiosa, son un imperativo de los tiempos actuales, y constituyen una tarea a promover por las Iglesias».

Lamentando la existencia de regímenes que coartan la libertad de sus ciudadanos, la carta de la presidencia del Celam afirma que «no olvidamos que varios de nuestros pueblos viven bajo dictaduras y que, en otros casos, mayorías circunstanciales han utilizado la propia institucionalidad democrática para cambiar reglas del juego y perpetuarse en el poder». Así, aseguran que es necesario entender la justa participación de todos en la distribución de los bienes, ya sean materiales e inmateriales, como un fundamento para el ejercicio de la democracia lo que implica «completar la democracia política con la democracia económica».

Una situación que incide en la gravedad de otros fenómenos como el aumento del flujo migratorio y las consecuencias propias del desarraigo, el impedimento para vivir con libertad. Al respecto, la carta habla del trabajo de la Iglesia desde 635 centros distribuidos en la región, cuyas acciones están vinculadas con el sistema internacional para los refugiados.

Investigar para entender

Igualmente se refieren a las investigaciones realizadas desde el organismo con el apoyo de centros de educación superior como la Universidad Alberto Hurtado, cuyos resultados preocupan frente a temas como la xenofobia y la discriminación.

«Nuestro estudio, que se lo entregamos hoy, ha podido construir un indicador llamado Índice de Riesgo Migratorio, que facilitará informar a las personas migrantes sobre la situación en los países de destino», comentan. Se trata de circunstancias que se han profundizado especialmente, durante la pandemia y la postpandemia, que llevaron a varios países a cerrar sus fronteras, implementando políticas que en muchos casos están en contra de los derechos migratorios y han generado crisis humanitarias.

Se une a estas preocupaciones el cuidado de la casa común, un imperativo para alcanzar la justicia y la paz además de ser base de la democracia y porque no decirlo de la libertad religiosa. “Llamamos a relacionarnos con la naturaleza cuidando que ella sea también la fuente del sustento del buen vivir de las generaciones actuales y futuras”, dicen. Aspecto en el cual los pueblos originarios nos llevan la delantera porque aun tomando lo necesario de la naturaleza, nunca han sido depredadores de ella.

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Caminar juntos

En la misma medida el Celam se pronuncia sobre “el desarrollo humano que no es un simple crecimiento”, porque su preocupación es que todos los países tengan los bienes necesarios para que la vida sea plena y dentro de cada país, la distribución del bienestar alcance a todos y todas.

“Sólo queremos para todos el acceso al trabajo decente, al salario ético, a la participación en los bienes de la Creación”, afirman.

La comunicación concluye ratificando el deseo de la Iglesia católica de caminar junto al género humano, esto quiere decir junto a quienes tienen otros credos o no tienen, pero siempre están en busca de soluciones a las diferentes crisis humanitarias que agobian al mundo.

“Creemos que es un deber ético de la humanidad buscar caminos comunes”, esta es la experiencia de la sinodalidad que en la sociedad civil se vive como la democracia. Para el Celam “la primera tarea es construir esperanza. Para eso, queremos caminar juntos”. Con esta esperanza la Iglesia de América Latina y el Caribe implora a Dios por una “bendición sobre la tarea de construcción de paz de Naciones Unidas”.

Prot 084 ECOSOC

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