Del viernes 9 al domingo 11 de agosto se llevará a cabo en la sede bogotana del Celam el Congreso Latinoamericano y Caribeño “Teología en clave sinodal para una Iglesia sinodal”. Una de las promotoras y expositoras de este espacio es la teóloga argentina Carolina Bacher. La entrevistamos para ADN Celam poniendo también la mirada en la fase final del próximo Sínodo de octubre sobre Sinodalidad que se realizará en el Vaticano y sobre el cual hay puestas muchas expectativas.
Pregunta: En el marco de próximo Congreso Latinoamericano y Caribeño “Teología en clave sinodal para una Iglesia sinodal” en el que tendrás presencia y participación activas, ¿cuáles son tus expectativas, de qué va el tema que desarrollarás en tu ponencia, qué te entusiasma de un encuentro que se perfila tan variado y profundo en las intervenciones?
Respuesta: Las expectativas son grandes ya que, por una parte, las ponencias y paneles están a cargo de quienes han venido investigando los desafíos de una Iglesia y Teología en clave sinodal. Y, al mismo tiempo, también hay espacio para considerar temáticas emergentes en las comunidades pastorales y académicas, sobre todo de América Latina, a través de más de 30 comunicaciones que serán presentadas en dos momentos del Congreso, de distintos centros teológicos. Esto permitirá un conocimiento mutuo y la posibilidad de ir haciendo investigaciones en red. En la organización y promoción de estas instancias ha sido muy importante la sinergia del equipo de organización, en el cual las personas que trabajan en el Celam han brindado un servicio insustituible.
Me entusiasma la convocatoria a ser parte del panel sobre La vida sinodal en las diócesis y las parroquias, junto a Antonio de Almeida de Brasil, y Jaime Mancera de Colombia. En mi caso, me centraré en le reflexión transversal a las dos instancias que es pensar cómo la dinámica sinodal desafía a la conversión de las áreas pastorales: la experiencia comunitaria, la celebrativa, el servicio y el anuncio. El objetivo del aporte es poder pensar la transformación sinodal en la experiencia cotidiana de nuestras comunidades.
Más informaciones sobre el Congreso: https://cngcelam.haif.app/
P: El campo académico de la teología suele ser exigente, profundo, interpelante. ¿Cuáles son tus anhelos personales en tu ambiente específico?
R: Considero que el horizonte sinodal es un marco que posibilita afianzar un dinamismo que ya se ha venido dando desde el Concilio, especialmente en América Latina, aunque no exclusivamente en ella. Es el hecho de propiciar cada vez más una sinergia entre los procesos históricos, la experiencia pastoral y la teología. Tenemos un bonito camino al respecto. Sin embargo, aún quedan desafíos importantes para que la vida y la fe de los pueblos, con sus alegrías, sufrimientos y luchas cotidianas, encuentren espacios de diálogo y acogida en la reflexión que se da en las instituciones teológicas. Este proceso se ve favorecido cuando se propicia un sujeto teológico que exprese la diversidad del Pueblo de Dios: ministros ordenados y laicos, varones y mujeres, y académicos de distintas generaciones, por mencionar algunos entre otros. Y una pastoral que valore la teología, y propicie espacios de reflexión y servicio compartido.
“Quedan desafíos importantes para que la vida y la fe de los pueblos, con sus alegrías, sufrimientos y luchas cotidianas, encuentren espacios de diálogo y acogida en la reflexión que se da en las instituciones teológicas.” (Carolina Bacher)
P: Ya mirando la fase final del Sínodo de la Sinodalidad de octubre de este año en Roma, según tu criterio y observación, ¿cuáles son los principales retos y desafíos que enfrentarán las madres y padres sinodales?
R: Se ha insistido mucho en que la sinodalidad es un proceso, y esto ha quedado plasmado en que algunas temáticas que emergieron en las consultas han pasado a comisiones de estudio, que estiman entregar sus aportes en 2025. Eso nos hace pensar que la Asamblea Sinodal de octubre 2024 constituye un punto importante, pero no la fase final del Sínodo de la Sinodalidad.
En este marco, considero que las madres y padres sinodales están especialmente convocadas a ser fieles a la voz de Dios que perciben en las voces que han sido recogidas en las consultas, para discernirlas a la luz de la Palabra. Para esto, es necesario que la práctica de la Conversación Espiritual se mantenga abierta tanto a algunas voces proféticas que se expresen en la Asamblea, como a las reflexiones teológicas que se han desarrollado sobre la sinodalidad.
El gran desafío es la conversión sinodal al servicio de una misión significativa. Sin el testimonio del cambio, la dinámica evangelizadora se obstruye. Como en Pentecostés, la fuerza amorosa del Espíritu se expresa a través de la transformación de la comunidad: se dejan atrás los miedos y se avanza hacia una comunicación del evangelio, con la Palabra y con la Vida, que puede ser comprendida por las diversas culturas y situaciones hoy.
“El gran desafío es la conversión sinodal al servicio de una misión significativa. Sin el testimonio del cambio, la dinámica evangelizadora se obstruye.” (Carolina Bacher)
P: Desde tu propia postura, ¿pensás que llegarán grandes cambios, medianos cambios, simples cambios?
R: El impulso del Instrumentum Laboris facilita que la Asamblea de octubre 2024 proponga algunos cambios, y deja otros a la consideración del estudio de algunas comisiones específicas. Dejo al Espíritu el impulso a una novedad impensada por todos.
Más que preguntarme por si otros harán cambios, me parece un tiempo oportuno para interrogarse qué cambios eclesiales y sociales nos descubrimos invitados a suscitar en los contextos en los que nos encontramos. En América Latina, aunque no solamente en ella, es un tiempo marcado por las grandes reconfiguraciones identitarias, familiares, sociopolíticas, y ecológicas. La reflexión que realizó la Asamblea Eclesial nos da pistas para acompañar estos procesos.
Estoy convencida que son tiempos para liderar el proceso de transformación eclesial necesario para no opacar la Buena Noticia que Dios quiere hacer llegar a cada persona y a comunidad concreta. Los procesos sinodales nos dan la oportunidad de emprender juntos la pregunta sobre qué rostro de Iglesia tiene la capacidad de ser testigo de Cristo en la actualidad. En el fondo, implica hacernos cargo de que estas transformaciones acontecen también entre nosotros: la reconfiguración en corresponsabilidad de las identidades cristianas, ya sean del clero como del laicado; la búsqueda de comunidades interculturales e intergeneracionales de acogida y encuentro, que prevengan las violencias y cualquier tipo de abuso; la reconfiguración urbana y digital de la experiencia cristiana; el reconocimiento de nuevas formas de espiritualidad y de participación en las celebraciones cristianas; el compromiso junto a otros por la transformación de los desafíos socioambientales y políticos.
“Más que preguntarme por si otros harán cambios, me parece un tiempo oportuno para interrogarse qué cambios eclesiales y sociales nos descubrimos invitados a suscitar en los contextos en los que nos encontramos.” (Carolina Bacher)
P: ¿Sentís que hay mucha/poca distancia entre los que cuestionan los logros que podría alcanzar el Sínodo y quienes tendrán en su responsabilidad alcanzar aunque sea algunos? ¿Qué vislumbrás cómo los mayores obstáculos y las mejores oportunidades?
R: De chicos aprendimos que las distancias son relativas a los puntos entre los que se traza. Creo que la mayor tentación es cortar el diálogo. La pregunta pastoral es que paso institucional se puede dar. Y no confundirlo con los pasos comunitarios y personales. ¡El Espíritu suscita muchas iniciativas que se van abriendo paso! En Su presencia radica una esperanza que no será defraudada.
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