En la tarde porteña del miércoles 6 de noviembre de 2024, en una Catedral de Buenos Aires colmada, dignatarios de distintos credos que conviven en paz en suelo argentino, autoridades gubernamentales, diplomáticas y civiles, cientos de fieles y clero, se reunieron en una Misa de Acción de Gracias para celebrar los 40 años del Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile.
Procesión de Entrada
La misa fue presidida por el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) monseñor Oscar Ojea, y concelebrada por el nuncio apostólico en Argentina monseñor Miroslaw Adamczyk; el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva; el secretario general de la CEA y administrador apostólico de La Plata, monseñor Alberto Bochatey; el vicario general de la arquidiócesis porteña monseñor Gustavo Carrara; los obispos auxiliares de Buenos Aires Alejandro Pardo y Pedro Cannavó; monseñor José Luis Mollaghan, emérito de Rosario; el obispo castrense monseñor Santiago Olivera; monseñor Juan Carlos Romanín, obispo emérito de Río Gallegos; monseñor Luis Scozzina, obispo de Orán; y monseñor Andrés Stanovnik, arzobispo de Corrientes. También más de 20 sacerdotes —la mayoría perteneciente al clero castrense— y ocho seminaristas.
Hubo presencias que indicaron la confraternidad multidimensional: la vicepresidenta de la Nación argentina, Victoria Villarruel; el presidente provisional del Senado Bartolomé Abdala; el jefe de gabinete Guillermo Francos; el canciller Gerardo Werthein; líderes religiosos de los credos que tienen representación oficial en Argentina, el embajador chileno en Argentina, José Antonio Viera Gallo; Julio Cobos, ex vicepresidente de la Argentina; José Ignacio López, periodista y vocero del presidente Raúl Alfonsín; entre otros muchos funcionarios y personalidades actuales y de otras gestiones gubernamentales.
La homilía
Partiendo del deseo de paz de Jesús a los apóstoles luego de la resurrección, monseñor Ojea describió aquellos días de 1978 de peligrosa tensión y, a la vez, de inminente esperanza: “Hace cuatro décadas, cuando la amenaza de la guerra entre nuestras naciones era inminente y se iniciaban los preparativos para el combate, al tiempo que las negociaciones directas sobre la fijación del límite desde el Canal de Beagle hasta el pasaje de Drake al Sur del cabo de Hornos habían fracasado, los representantes de Argentina y Chile decidieron abrir paso a una nueva vía para la resolución del conflicto: la mediación papal solicitada al Papa San Juan Pablo II, quien hacía muy poco tiempo había iniciado su pontificado”.
Tres gracias
Luego, Ojea marcó tres agradecimientos para que el Tratado fuera una realidad: Por la paz, la diplomacia y la misión que nace de la paz.
“Queremos rendir un sentido homenaje al pueblo argentino y al pueblo chileno, a los ministros de gobierno y de relaciones exteriores de ambos países, al Cardenal Primatesta y al Cardenal Silva Henríquez, ambos presidentes de las conferencias episcopales de ambos países que fueron claves en la solicitud de la intervención de la Santa Sede, y muy especialmente a todos aquellos hombres y mujeres que ofrecieron su tiempo, sus esfuerzos y su profesionalidad para lograr este tratado de Paz y de Amistad.”
“Es bueno que esta memoria agradecida que hacemos nos permita reconocer el inmenso valor de la diplomacia en la vida de los Estados y sus efectos fecundos en la vida concreta de cada ciudadano. La diplomacia es un arte, es un trabajo que exige paciencia y constancia, muchas veces silencioso, que busca unir la diversidad de vivencias históricas diferentes y muy arraigadas en la educación y en la cultura. Es un servicio a la armonía entre las diferencias. La paz social es laboriosa y artesanal. Solo es posible lograrla integrando a todos.”
“El regalo de la paz nos invita a la misión. Jesús sopló sobre los apóstoles y los envió a predicar el Evangelio. La luz al final del túnel, de la que hablaba el Cardenal Samoré, debe convertirse en una luz que nos lleve a iluminar a todos nuestros hermanos con el evangelio de la paz que es don de Dios y tarea humana.”
Mons. Oscar Ojea pronunciando la homilía
Múltiples saludos fraternos
Al finalizar la misa, los celebrantes y las autoridades presentes se saludaron en evidente gesto de fraternidad y agradecimiento. Entre los representantes de los credos se reconocieron varios amigos que se fundieron en abrazos. Una verdadera y sentida acción de gracias por la Paz entre dos países hermanos: Chile y Argentina.
«Quiero agradecer en nombre de todos mis hermanos obispos el acompañamiento de las autoridades a esta celebración tan importante de los 40 años del Tratado, especialmente la presencia de embajador de la República Hermana de Chile y de las delegaciones de Iglesias Hermanas y de otras confesiones que, junto a nosotros, están aquí rezando y dando gracias por este Tratado de Paz», dijo monseñor Ojea antes de dar la bendición final.
Conmemoración que continúa en Chile
En Chile está prevista una misa para el sábado 16 de noviembre a las 11:00 hs. en el Santuario Nacional de Maipú, de la que participarán los Obispos de la Conferencia Episcopal Chilena.
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