¡𝙌𝙪é 𝙨𝙤𝙧𝙥𝙧𝙚𝙨𝙖! 𝙐𝙣𝙤𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙨𝙩𝙖𝙗𝙖𝙣 𝙚𝙣𝙩𝙧𝙚 𝙡𝙤𝙨 ú𝙡𝙩𝙞𝙢𝙤𝙨 𝙨𝙤𝙣 𝙖𝙝𝙤𝙧𝙖 𝙥𝙧𝙞𝙢𝙚𝙧𝙤𝙨, 𝙢𝙞𝙚𝙣𝙩𝙧𝙖𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙥𝙧𝙞𝙢𝙚𝙧𝙤𝙨 𝙝𝙖𝙣 𝙥𝙖𝙨𝙖𝙙𝙤 𝙖 𝙨𝙚𝙧 ú𝙡𝙩𝙞𝙢𝙤𝙨” (𝙇𝙘 13,30)
En muchas ocasiones, pensamos que el mundo está al revés. Las cosas no son como parecen y no aparecen como realmente son. A personas con prestigio social o eclesial, con una imagen impecable o con discursos magníficos… se les ha denunciado por comportamientos delictivos o porque había “gato encerrado” o “entretelas” disimuladas con ropajes, rituales, rigorismos o espiritualismos angelicales.
Por otra parte, podemos admirar el compromiso veraz y profético de personas excluidas de las grandes oficinas y de la pulcritud de los templos. Gente con la “sabiduría” del sufrimiento convertido en solidaridad y con la “mística” de la sobriedad socioecosinodal que muestra que “otro mundo es posible”.
Para los “trepadores” del poder y para los “lamparosos” de la sociedad y de la iglesia, las palabras de Jesucristo son incomprensibles. ¿Cómo entender que lo primero que debemos buscar es servir humildemente? ¿Quién está dispuesto a renunciar a su autoafirmación y autorreferencialidad por el bien común?
Solo el que está dispuesto a “abajarse” puede entender el Evangelio, como el mismo Jesús… que “encontrándose en la condición humana, se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Flp 2,8), y como su Madre María, que ora en el Magnificat: “El Señor dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes. Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías” (Lc 1,51-53).
¿Es tan difícil entender que Jesucristo vino a cambiar el orden establecido del poder y la violencia, para mostrar el Reino de Dios, donde los bienaventurados son los pobres? ¿Acaso el Evangelio tendría sentido si no es alternativa práctica a los sistemas opresores del estatus quo?
Si queremos ser los primeros del Reino, comencemos por el servicio más humilde. Si suplicamos por la justicia y la paz, optemos por la dignidad de los últimos, los niños, las víctimas, los descartados y todas las diversidades marginadas… Así cambiaremos el complejo de “estrella” por la misión de ser “luz”.
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