El Cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas en México, comparte con los lectores de ADN Celam su experiencia en el reciente consistorio, la alegría de escuchar a los otros cardenales, descubrir su realidad pastoral y constatando la importancia de la oración del pueblo de Dios, para que cada uno de ellos sea ese Evangelio vivo, fieles a Jesús y dispuestos a vivir en sinodalidad.
Mirar
Los 227 cardenales de todo el mundo fuimos convocados por el Papa Francisco a un encuentro en Roma, con la finalidad de reflexionar juntos sobre la reforma de la Curia Romana, que es el organismo que de forma inmediata le ayuda al Papa en su servicio a la Iglesia universal y al mundo. No todos pudieron hacerse presentes, por limitaciones de salud u otras razones, pero estuvimos casi 200. Más que escuchar conferencias, trabajamos en grupos lingüísticos para aportar nuestro punto de vista sobre dicha reforma y sugerir caminos para ponerla en práctica. Fue muy enriquecedor escuchar tantas opiniones y experiencias de países tan diversos, con situaciones muy variadas. Si es verdad que Europa se seculariza más y más, en muchos lugares la práctica religiosa no ha decaído y siguen surgiendo vocaciones consagradas y sacerdotales.
El Papa sólo hizo una pequeña introducción, el primer día, y en el resto de las sesiones se dedicó a escucharnos, con suma atención. Quería que le ayudáramos a hacer más viable la reforma de la Curia Romana, asumiendo sus criterios fundamentales para aplicarlos en también nuestras diócesis. Se resalta que la Iglesia es misionera y evangelizadora, como misión que le da identidad, a partir de nuestra fe en Jesucristo. Por ello, debemos tomar más conciencia de que todos los bautizados formamos la Iglesia, y que cada quien puede y debe ser miembro vivo y operante de la Iglesia, en contraste con el clericalismo, que resalta más la importancia de los clérigos, como si los laicos fueran de segunda o tercera clase.
En ningún momento se discutieron temas que en algunas partes se proponen, como sacerdocio para las mujeres, abolición del celibato para los presbíteros, cambios en la moral sexual. No se analizaron asuntos delicados del camino sinodal de Alemania, o cosas semejantes de otros países. El Papa nos convocó a ayudarle, en forma sinodal, corresponsable, para que libremente expresáramos nuestro parecer sobre el proceso a seguir para la reforma decretada en la Curia Romana. Tampoco se trató de avanzar hacia un posible cónclave, como si ya estuviera cercana la renuncia del Papa. Cierto que los dolores de su rodilla le limitan para caminar, pero mentalmente está muy ágil y dispuesto a seguir sirviendo en el ministerio que Dios le ha pedido. En su catequesis de esta semana, inició el tema del discernimiento, que es el juicio que se debe hacer para saber tomar decisiones. En la sinodalidad, se escuchan propuestas y opiniones de todo tipo, pero el ministerio jerárquico debe discernir, con la ayuda de todo el Pueblo de Dios, qué es conforme con el Evangelio y qué no lo es. Es un servicio indispensable para no ir por caminos de un populismo o parlamentarismo, que no es el de la Iglesia de Jesús.
Discernir
La Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, que rige la reforma de la Curia Romana, dice en sus inicios:
“Predicar el Evangelio es la tarea que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos. Este mandato constituye el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la humanidad entera en el mundo actual. A esto fue llamada, a anunciar el Evangelio del Hijo de Dios, Cristo Señor, y con ello suscitar la escucha de la fe en todos los pueblos. La Iglesia cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, de palabra y obra, de la misericordia que ella misma ha recibido gratuitamente. Nuestro Señor y Maestro nos dejó ejemplo de esto cuando lavó los pies a sus discípulos y dijo que seremos bienaventurados si también nosotros hacemos lo mismo. De este modo la comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Al hacer esto, el pueblo de Dios cumple el mandato del Señor que, al pedirnos que anunciemos el Evangelio, nos insta a cuidar de los hermanos y hermanas más débiles, de los enfermos y de los que sufren” (1).
“La conversión misionera de la Iglesia está destinada a renovar la Iglesia según la imagen de la propia misión de amor de Cristo. Sus discípulos y discípulas, por tanto, están llamados a ser «luz del mundo». Así es como la Iglesia refleja el amor salvífico de Cristo, que es la Luz del mundo. Ella misma se vuelve más radiante cuando trae a los hombres el don sobrenatural de la fe, la luz que orienta nuestro camino en el tiempo y se pone al servicio del Evangelio para que esa luz crezca e ilumine el presente, y llegue a convertirse en estrella que muestre el horizonte de nuestro camino en un tiempo en el que el hombre tiene especialmente necesidad de luz” (2).
“La reforma de la Curia Romana se sitúa en el contexto de la naturaleza misionera de la Iglesia” (3). “Para la reforma de la Curia Romana es importante tener en cuenta y valorar otro aspecto del misterio de la Iglesia: en ella, la misión está tan íntimamente ligada a la comunión, que se puede decir que la finalidad de la misión es precisamente la de dar a conocer a todos y llevarles a vivir la “nueva” comunión que en el Hijo de Dios hecho hombre ha entrado en la historia del mundo. Esta vida de comunión da a la Iglesia el rostro de la sinodalidad; es decir, una Iglesia de escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, para conocer lo que él dice a las Iglesias. Esta sinodalidad de la Iglesia, entonces, se entenderá como el “caminar juntos” de la grey de Dios por los senderos de la historia que sale al encuentro de Cristo el Señor. Se trata de la misión de la Iglesia, de esa comunión que es para la misión y es ella misma misionera” (4).
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Actuar
Oremos por el Papa y por la reforma de la Curia Romana, pero también por nosotros, para que nos convirtamos al Evangelio, viviendo en fraternidad, en sinodalidad, en tensión misionera, para que seamos fieles a Jesús.
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