Los 30 años de la IV Conferencia General de Santo Domingo que reunió al Episcopado Latinoamericano y del Caribe de 12 a 28 de octubre de 1992, ha sido motivo de la Jornada Académica virtual de este 26 de octubre organizada por la Facultad de Estudios Bíblicos Pastorales de la Universidad Minutos de Dios, el Centro Rafael García Herreros, el Cebitepal como centro de formación del CELAM y la Organización de Universidades Católicas de América Latina y el Caribe (ODUCAL).
Nueva Evangelización e Iglesia en Salida
En relación con los aportes a los procesos de Nueva Evangelización, Agenor Brighenti reflexionó sobre el tema “Nueva Evangelización e Iglesia en Salida”. Después de explicar lo que significa Nueva Evangelización, un término que ha ido perdiendo vigencia, el teólogo brasileño reflexionó sobre el contexto de las cinco Conferencias Generales de Obispos y la Asamblea Eclesial, que “dieron a la Iglesia en América Latina y El Caribe un rostro y una palabra propios”.
En relación con Santo Domingo, afirmó que “fue la que tuvo menos incidencia en los procesos pastorales de la Iglesia en el continente”, algo que vino motivado por el proceso de “involución eclesial” en relación con la recepción del Vaticano II. Analizando lo que supuso Medellín, Puebla y Santo Domingo en la “recepción creativa” del Concilio Vaticano II, afirmó que “Aparecida sería la retomada de la renovación del Vaticano II y de su recepción creativa en torno a Medellín, retomada esta fortalecida con el protagonismo del pontificado de Francisco”.
Evolución del concepto Nueva Evangelización
A eso se unen las controversias en torno a la celebración de los 500 años de la llegada del Evangelio al continente, “en los barcos de los colonizadores”. En ese contexto, ve la categoría “nueva evangelización” como una creación de Medellín, que será recogida en la Exhortación Evangelii Nuntiandi, de Pablo VI en 1975, un concepto que reaparece en un discurso del Papa Juan Pablo II al CELAM, en Haití, en el año de 1983. Un concepto que con el tiempo dejó de identificarse con la recepción del Vaticano II y asumió rasgos de neocristiandad, en palabras de Agenor Brighenti, marcada por “la implementación o expansión de la Iglesia, de defensa de la doctrina, de una evangelización de corte proselitista, la postura típica de una ‘Iglesia autorreferencial’, cerrada sobre sí misma, buscando su autopreservación, circunscrita en el marco de una pastoral de conservación”.
Según el teólogo brasileño, “esta concepción de ‘nueva evangelización’, disociada de su sentido original, va a tener un fuerte impacto sobre Santo Domingo, aunque más en su operacionalización que en su conceptualización”. Frente a eso analizó la conversión pastoral de la Iglesia propuesta por Aparecida en cuatro ámbitos: autocomprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios; superación de una pastoral de conservación (de cristiandad) y de la pastoral colectiva (de neocristiandad); paso del binomio clero-laicos al binomio comunidad-ministerios, fundados en el bautismo; abandonar estructuras caducas, piramidales, clericalistas y crear estructuras de comunión y participación.
Desde ahí, el teólogo brasileño hacía una propuesta de operacionalización de la Nueva Evangelización en Santo Domingo, donde aparece la categoría “conversión pastoral de la Iglesia”, tan importante en el pontificado del Papa Francisco, y también “el protagonismo de los laicos en la evangelización”. Algo que según Brighenti se limitó a un “ajuste pastoral”, enfatizando el “anuncio del Kerigma”, que olvida que “la evangelización implica un proceso mucho más complejo”. Pero en verdad, concluía que “a pesar de sus límites, solo por la propuesta de una ‘conversión pastoral de Iglesia’ en coherencia con el Vaticano II para operacionalizar la nueva evangelización, con el protagonismo de los laicos, ya hubiera valido la pena Santo Domingo”, sin olvidar otros aportes también importantes.
Cancelación de la dimensión sinodal
También Rodrigo Guerra ve que “Santo Domingo no fue lo mismo que las otras Conferencias Generales”, afirmando que el camino preparatorio se vio detenido y fue ignorado en la IV Conferencia. Un documento en el que “se canceló la dimensión sinodal”, en palabras del secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, que en su momento no tuvo efecto, pero que hoy es interesante releer y descubrir, pues ayudó a afianzar tesis positivas que son parte de un camino de maduración eclesial, con elementos positivos y negativos, siempre presentes en la historia de la Iglesia, recordando el concepto de Maritain que habla de “un doble avance simultáneo”.
Guerra destaca algunos elementos importantes de la reflexión de los obispos en Santo Domingo, como el hecho de que “toda evangelización tiene que ser inculturación del Evangelio», algo que es colocado como imperativo, “como forma real de responder al Misterio de la Encarnación a través del trabajo pastoral”. También reflexionó sobre la irreductibilidad de la persona de Jesucristo a una forma cultural concreta como algo presente en Santo Domingo, lo que lleva a reconocer la pluriforme inculturación del Evangelio. Una Conferencia que llama a descubrir la importancia de la recuperación del kerigma, cuyo corazón es que Dios es misericordia, fuente de Salvación. Todo ello dejando claro que “el sujeto de la Nueva Evangelización es todo el sujeto eclesial”.
La Iglesia integradora del continente
Desde su trabajo como secretario adjunto de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Mons. Guillermo Melguizo Yepes abordó los aportes de Santo Domingo a la Nueva Evangelización desde tres aspectos: el papel de la Iglesia en la integración de los pueblos de América Latina y el Caribe, la relación con el V Centenario del Descubrimiento de América, destacando el empeño de la Iglesia en “sembrar la semilla de la fe cristiana”, y la Nueva Evangelización desde Santo Domingo, buscando “tiempos nuevos de Evangelización” y dar respuestas ante los desafíos presentes en cada momento histórico. Una Nueva Evangelización que debe tener como elemento fundamental “lograr una verdadera coherencia entre fe y vida para la que ve necesaria una conversión pastoral de la Iglesia que está en camino”.
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La Iglesia llevó a cabo el primer gran impulso integrador en el continente, según el teólogo colombiano, algo que se hizo realidad en el Concilio Plenario de América Latina celebrado en Roma en 1899, celebración tardía del IV Centenario del Descubrimiento, donde estuvo presente el Papa León XIII, considerado “punto de arranque de la adultez de la Iglesia latinoamericana”, y de las cinco conferencias del Celam, un proceso de integración que tiene en el Papa, el Celam y las Conferencias Generales del Episcopado como elementos destacados, de las que presentó sus rasgos fundamentales. Una Nueva Evangelización que desde las nuevas exigencias va generando nuevos compromisos.
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