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Monseñor Carlos Malfa: “Agradecemos la vida del nuevo beato Pironio, la transparencia de su alma que reconocía los signos de los tiempos”

El domingo 17 de diciembre —día del cumpleaños del Papa Francisco— se celebró en el santuario mariano de Luján (Arg.) la misa de acción de gracias por la beatificación de cardenal Eduardo Pironio.

Presidió la eucaristía el enviado papal cardenal Fernando Vérgez Álzaga, y concelebraron los cardenales Baltazar Porras (Venezuela) y Gregorio Rosa Chávez (El Salvador), el nuncio apostólico monseñor Miroslaw Adamczyk y los obispos argentinos Jorge Eduardo Scheinig, Ariel Torrado Mosconi, Carlos Aspiroz Costa, Carlos Malfa, y varios sacerdotes, entre ellos, el padre Anton Witwer SJ, postulador de la causa de beatificación de Pironio.

 

Una homilía plena de testimonio

Fue proclamada por el obispo de Chascomús (Arg.) monseñor Carlos Malfa, quien fue secretario de Pironio cuando fue obispo de Mar del Plata. Sus expresiones y evocaciones estaban inspiradas en su propio trayecto junto al nuevo beato, dejando claro que su experiencia fue la de haber vivido junto “a un santo de la puerta de al lado”.

Compartimos los tramos principales de la homilía:

“Para el Cardenal Pironio Luján era el “corazón espiritual de la Argentina” y al vernos aquí nos estaría diciendo: ‘Siempre en la Casa de la Madre se experimenta más hondamente el amor de Padre que nos hace hijos, se escucha más dócilmente la Palabra del Hijo que nos hace discípulos, y se recibe más profundamente la fuerza del Espíritu Santo que nos hace testigos. Todo esto para ser alegres y serenos, solidarios y fraternos, llenos de esperanza pascual y de amor universal’”.

“Y damos gracias en la Casa de María de Luján donde acontecieron los momentos más importantes de su vida, ordenado sacerdote y Obispo, a donde siempre volvió, quiso ser enterrado y donde veneramos sus restos, donde fue beatificado. Aquí también se despidió de Argentina cuando San Pablo VI lo llevó a Roma. Este hijo fiel de 9 de Julio, de esta querida Argentina, siempre volvió a su pueblo y a su Patria desde los diferentes servicios que la Iglesia le fue encomendando”.

“Cristiano y pastor animado de una espiritualidad pascual, hombre de Dios, sacerdote, obispo y cardenal de la Iglesia, padre hermano amigo espiritual de tantas personas en la Argentina, América Latina y el mundo. El cardenal Carlo Martini lo definió como: ‘Una de las mayores personalidades de la Iglesia del final del milenio’”.

“A medida que pasa el tiempo percibimos que su figura crece, se hace más luminosa y significativa. Lo escribió muy bien el padre Lucio Gera, amigo entrañable y gran teólogo argentino: ‘para poder ver las cosas pequeñas hay que acercarse a ellas, pero para ver las cosas grandes hay que alejarse de las mismas. Solo vemos el perfil de la grandeza de un monte si nos distanciamos del mismo, obviamente sin alejarnos tanto que lo perdamos de vista y lo echemos al olvido. Lo mismo nos ocurre con hombres de la talla humana y espiritual de Eduardo Pironio’”.

Cuando hay tensión o desencuentro en la sociedad y en la Iglesia, el beato Pironio nos alerta: ‘son signos del oscurecimiento de la verdad, del olvido de la justicia, de la pérdida del amor’. ‘Revelan claramente la falta de la fuerza del Espíritu’”.

En el atardecer de su vida entregó a los jóvenes lo más valioso, su vocación, con la convicción de que no hay mayor alegría en la vida que descubrir el sueño de Dios para cada uno, el sentido radical de nuestras vidas: ‘Me he sentido extraordinariamente feliz de ser sacerdote y quisiera transmitir esta alegría profunda a los jóvenes de hoy, como mi mejor testamento y herencia’”.

Así terminó la homilía:

“Cerca ya del misterio de la Navidad, recemos con las palabras de aquella preciosa oración del beato Pironio a Nuestra Señora de la Nochebuena:

Virgen de la esperanza: América despierta.

Sobre sus cerros despunta la luz.

Es el día de la Salvación que ya se acerca.

Sobre los pueblos que marchaban en tiniebla, ha brillado una gran luz.

Esa luz es el Señor que nos diste, hace mucho, en Belén, a medianoche.

Queremos caminar en la esperanza Madre de los pobres.

Falta el pan material en muchas casas.

Falta el pan de la verdad en muchas mentes.

Falta el pan del amor en muchos hombres.

Falta el Pan del Señor en muchos pueblos.

Tú conoces la pobreza y la viviste.

Danos alma de pobres para ser felices.

Pero alivia la miseria de los cuerpos y arranca del corazón de tantos hombres el egoísmo que empobrece.

Nuestra Señora de América: ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza, peregrina con nosotros hacia el Padre

Amén”.

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