ADN Celam

Cebitepal – Diplomado para sacerdotes: Adentrarse en el corazón de “la llamada”

ADN Celam. Organizado por el Cebitepal y especialmente dirigido a obispos, sacerdotes y diáconos transitorios, en el mes de mayo se iniciará el Diplomado “Itinerario De Profundización Vocacional Para Sacerdotes”. Uno de los docentes a cargo es el padre Osvaldo De Piero, argentino, sacerdote católico y psicólogo, párroco en la parroquia Exaltación de la Santa Cruz y miembro del Equipo de Formadores del Seminario, responsable del Área Afectiva, en la diócesis de Avellaneda-Lanús, provincia de Buenos Aires, Argentina. Conversamos con él sobre algunos de los puntos del temario de este Diplomado.

Guiados por el Espíritu

¿Qué implica profundizar en su vocación para un sacerdote?

Como toda vocación cristiana, la presbiteral es un camino de vida radical, impregna todos los aspectos y todos los momentos. Su base existencial, dinámica y en constante actualización es el bipolo “llamada-respuesta”, don y tarea que fundamenta nuestro ser presbítero. Profundizar es adentrarse en el corazón de esta llamada y desde allí abrazar, con espíritu renovado nuestra vida y misión. Sin descuidar nuestra formación integral, pero sin perderse en perfeccionismos estériles, guiados más bien por lo que el Espíritu nos dice hoy. Es una guía que no podemos hacer en solitario ya que el ministerio presbiteral “tiene una radical forma comunitaria” (PDV 17).

Padre Osvaldo, del temario, ¿qué asumís vos?

El eje es la Formación permanente: Psicológica y afectiva. Y en este aspecto abordo varios temas como identidad, madurez psico-afectiva-sexual, gestión de crisis.

Vemos en la planificación del Diplomado que cada tema se desarrolla durante una semana, una hora y media cada vez, y de modo virtual sincrónico. ¿Cómo te sentís dando clases a distancia y cómo son los vínculos entre los estudiantes y los profesores?

Pandemia mediante, ya casi todos tenemos experiencia en la comunicación virtual. Personalmente en este tiempo intensifiqué el recibir cursos, participar de congresos, dar clases o ser panelista en esta modalidad; incluso videoconferencias de a dos, para el acompañamiento espiritual o terapéutico. Todo esto, bien preparado con los aspectos técnicos, pedagógicos y comunicacionales, experimenté que resulta muy provechoso. Una clave —entre otras— muy importante, es el buen uso de recursos para lograr encuentros participativos, a nivel conceptual, y sobre todo de repercusión personal. Desde ya, nada comparable con el encuentro presencial.

La formación permanente es necesaria

¿Qué implica la formación permanente del sacerdote? ¿Es necesaria esa formación permanente? ¿Por qué? ¿Esto vale también para los obispos?

Ciertamente es necesaria, reconocida en general y pedida por la Iglesia. Vale para los tres grados del Ministerio Ordenado: diáconos, presbíteros y obispos. Podríamos aludir “motivaciones” para esta formación permanente:

Motivaciones histórico-culturales: la grandeza del don que se recibe en la ordenación es una realidad tan fuerte, que prevalece la idea que con una preparación “inicial” (que en muchos casos terminó resultando la mayor parte de la formación, del resto era esperar que la gracia del sacramento actúe), era lo suficiente para garantizar una “dignidad” aceptable. El resto de la vida estaría matizada por un poco de aggiornamento periódico, o centrada en el “mantener” (más propio de momentos históricos de marcada estabilidad); solo la vida espiritual estaría sujeta a cierto crecimiento o en el campo pastoral por la acumulación de experiencia.

La lógica de nuestro ministerio sigue la de Cristo, el Verbo encarnado; que implica la dinámica del crecimiento, la aplicación, momentos de luz y de oscuridad, discernimiento continuo, en su base no hay plan de ruta, es seguir al Espíritu.

Motivaciones teológicas: «Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti» (2 Tim 1, 6). Estas palabras nos ayudan a entender el contenido real y la originalidad inconfundible de la formación permanente e integral de los presbíteros (Cfr. PDV  70ss). El sacramento del Orden, por su naturaleza de «signo», puede considerarse Palabra de Dios, que llama y envía, se transforma en un radical y orgánico proyecto de vida.

Motivaciones pastorales: Un pastor, para tener los sentimientos del Hijo, no puede dedicarle solo un tiempo o alguna facultad de su persona; para transparentar al Buen Pastor se necesita la entrega en la integridad (unidad interior), la integralidad (todas las dimensiones, afectiva, intelectual, pastoral, espiritual y comunitaria) y la temporalidad (en todos los momentos y edades). Es un modo teológico de pensar la consagración a Dios y es “una exigencia intrínseca” (Cfr. PDV 69).

También hay razones humanas que se derivan de nuestra misión. Exigencia de la realización personal progresiva y del ministerio sacerdotal, visto incluso bajo su naturaleza genérica y común a las demás profesiones, y por tanto como servicio hecho a los demás.

Motivaciones personales: La formación integral y permanente, ¿de qué depende? ¿Del obispo, el acompañamiento o es básicamente autoformación?

Quizás los riesgos que señala el Papa se puedan considerar para nuestra tarea. “El Sínodo es una gran oportunidad… sin embargo, no está exento de algunos riesgos: el formalismo, el intelectualismo y el inmovilismo” (“Sinodalidad”, 9-10-21).

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 ¿Qué significa en la identidad del presbítero cada uno de estos cuatro aspectos: trinitario, cristológico, pneumatológico y eclesiológico?

La respuesta da para hacer un tratado, pero menciono simplemente:

Trinitario: es la referencia cumbre de nuestro ministerio. “Hacer de la Iglesia casa y escuela de comunión” (NMI 42), en términos más actuales, “vivir la sinodalidad”. La Iglesia “contempla e imita la vida de la Santísima Trinidad, misterio de comunión ad intra y fuente de misión ad extra” (Sinodalidad 9.10.21). Tarea que parece tan alta y ardua, pero sin embargo las enseñanzas de Jesús van en este camino, apropiarse en lo cotidiano de un “estilo trinitario” de vida.

Cristológico: el presbítero es signo de Cristo Buen Pastor. Propio de este signo como característica propia es la transparencia, referencia y proexistencia (Mons. Uriarte 2002); básicamente es ser “para Otro”. Esto implica un trabajo personal muy grande sobre nosotros mismos, muy integrado, ya que es más fácil presentar nuestros propios proyectos (pobres y limitados, desde el plano humano), que ser referente e indicador del gran proyecto del Reino.

Pneumatológico: es un aspecto deficitario en la teología y espiritualidad del sacerdocio ordenado; derivado de uno mayor, el trinitario, vinculado al Espíritu Santo. Desde el Vaticano II se viene desarrollando —poco a poco— de un modo estimulante. La espiritualidad no es una técnica, un código o un reglamento (que no se excluyen por supuesto), es en definitiva seguir la voz del Espíritu Santo. En ese camino estamos embarcados también nosotros.

Eclesiológico: en la Iglesia fuimos llamados, ella nos forma y alimenta, a ella vamos a servir, con la mirada universal puesta en el “que todos sean uno” (Jn. 17,21). Ella es como el termómetro de nuestra vida y ministerio; la meta de realización, umbral del más allá, laboratorio del Reino de Dios.

Este Diplomado se llevará a cabo del 9 de mayo al 14 de octubre, una semana al mes, de 8:00 a 9:30 a.m. (Hora de Colombia):

  • 9 al 13 de mayo
  • 6 al 10 de junio
  • 18 al 22 de julio
  • 8 al 12 de agosto
  • 12 al 16 de setiembre
  • 10 al 14 de octubre

Para ampliar la información:

 

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Foto: Infobae

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