Durante la solemnidad de San José, se inauguró un nuevo capítulo en la historia de la comunidad carmelita: el inicio del Año Jubilar con motivo del Centenario de la llegada de los Frailes Carmelitas a Morovis, localidad ubicada en la vertiente norte de la Cordillera Central. En la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, monseñor Alberto A. Figueroa Morales, obispo de Arecibo, encabezó un recorrido por los 100 años de servicio fiel y compromiso de esta orden religiosa con la comunidad moroveña.
“Los hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo recibieron la encomienda del obispo George Caruana en 1925 para hacerse cargo de la administración y atención pastoral de la parroquia de Morovis”, mencionó el obispo Figueroa y subrayó que los hermanos han sido testigos y participantes activos en la vida de esta comunidad.
Legado de santidad y esperanza
El legado dejado por el padre Tomás Sorolla, quien es recordado con “fama de santidad”, refuerza la convicción de que la presencia de los frailes carmelitas en Morovis ha sido una bendición para sus habitantes. Al respecto, monseñor Figueroa expresó que esta comunidad con su trabajo «han dejado el buen olor de Cristo».
Morovis, ya consagrado a la Virgen del Carmen desde antes que llegaran los frailes, ha encontrado en ellos un sostén espiritual y un faro de esperanza en los momentos más difíciles. El obispo destacó que “cuando no vemos soluciones o las que hemos intentado no funcionan, el desaliento y el temor nos pueden hacer flaquear, tentarnos a dejar todo. Es entonces cuando brilla la Santísima Virgen como madre y protectora por voluntad de Jesucristo en la cruz».
Resiliencia Carmelita en Morovis
A lo largo de los 100 años de su presencia en Morovis, los frailes carmelitas han enfrentado numerosas adversidades junto con la comunidad. Desde epidemias como la del cólera en 1853 hasta desastres naturales como huracanes y terremotos, pasando por crisis económicas y conflictos bélicos, estos religiosos han estado siempre presentes para brindar consuelo, fortaleza y orientación espiritual a quienes los necesitan.
El compromiso de los frailes carmelitas va más allá de la atención espiritual. Han sido parte integral de la comunidad, trabajando incansablemente para fortalecer la fe y la esperanza en un mundo lleno de desafíos. Como resaltó don Figueroa Morales: «los frailes han tenido que lidiar con todo ello. Llevar esperanza donde esta se tambalea, alimentar la resiliencia de un pueblo rico pero depauperado por corruptos».
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Todo de María
El inicio de este Año Jubilar es, por tanto, un momento de celebración y agradecimiento. Es también un llamado a renovar el compromiso con la fe y a seguir el ejemplo de entrega y dedicación de estos religiosos, que han sido verdaderos testigos del amor y la misericordia de Dios en medio de las tribulaciones.
El prelado, compartiendo el refrán de los padres, finalizó: «El Carmelo es todo de María», y señaló que esa misma afirmación puede aplicarse a este pueblo: «Morovis es todo de María», enfatizando que María siempre conduce hacia Jesús. Su ejemplo de servicio desinteresado y amor a Dios debería inspirar a las generaciones venideras a continuar su legado de compromiso y dedicación a la comunidad.
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