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“Con ellas: un libro para todos los que creemos que el rostro de la Iglesia es también femenino”

Visibilizar la vida de otras mujeres, de mujeres consagradas en el espíritu sinodal, es lo que ha pretendido la Hna. Gloria Liliana Franco Echeverri, alguien en quien reconocemos esa voz inspirada de las mujeres que sirven a la Iglesia desde la misión, en su libro “Con ellas: mujeres consagradas en el espíritu de la sinodalidad”, presentado este 16 de marzo en la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), en Bogotá.

 

Ponerle rostro al compromiso de las mujeres en la Iglesia

Alguien que se dijo sentir entre amigas y amigos, que con su libro ha querido “ponerle rostro al compromiso, a la misión, a la vivencia de las mujeres en la Iglesia, todas tan distintas, pero todas en esas orillas en que se encuentran presentes, decididas a ser luz, a avivar el fuego”. Una luz que, según la presidenta de la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas (CLAR), “hace posible aproximarnos a una Iglesia más en sintonía, más en coherencia con lo que Jesús nos propone”.

Un libro, señaló la autora, “para todos los que creemos que el rostro de la Iglesia es también femenino”, dedicado a las mujeres que se empeñan en parir la esperanza, a quienes se empeñan en alumbrar el nuevo modo de ser Iglesia, a quienes me han enseñado que existe una manera gozosa y fecunda de caminar con otros, según la Hna. Liliana.

 

Aporte de la mujer consagrada en una Iglesia sinodal

En el marco de la sinodalidad, la presidenta de la CLAR ha querido con este libro “identificar el aporte de la mujer consagrada en la configuración de una Iglesia sinodal, simplemente para proponer horizontes pastorales que, a partir del estilo y método sinodal, contribuyan a consolidar una Iglesia con nuevo rostro”. Un libro con el que “se trata de visibilizar y poder valorar lo que las mujeres, especialmente las mujeres consagradas, tienen para aportar al método sinodal que está configurando el rostro de nuestra Iglesia”, resaltó.

Un libro que la autora fue desgranando en su contenido, mostrando como fue estudiando la presencia de la mujer en el Magisterio pontificio en los últimos 60 años y en las Conferencias del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, mostrando cómo se explicita “la presencia de las mujeres consagradas como sujetos eclesiales y su misión en la Iglesia”, como recoge el primer capítulo del libro. “La necesidad de nuevas narrativas, la necesidad de nuevas hermenéuticas en las que se valore también la misión de la vida consagrada en el engranaje eclesial y se priorice el discernimiento, se desentrañe el potencial de la salida misionera, y se dé a las mujeres consagradas el lugar que les corresponde en la construcción la Iglesia”, es abordado en el segundo capítulo.

 

10 mujeres que han participado en asambleas sinodales

Un recorrido vital por la historia de 10 mujeres que han participado activamente en asambleas sinodales de carácter universal ocupa el tercer capítulo del libro. “Mujeres que desde distintas orillas están ayudando a hacer Reino de Dios, están ayudando a construir Iglesia”, insistió la Hna. Liliana Franco. Desde ahí el libro propone líneas pastorales que ayuden en la formación de mujeres en sinodalidad.

Insistiendo en la necesidad de una teología comprometida con la escucha a la realidad, con la transformación de la historia y con el discernimiento, que haga posible la fidelidad creativa, la autora hace un análisis hermenéutico documental en los dos primeros capítulos, junto con una aproximación a la experiencia desde la teología narrativa presente en el tercer capítulo.

 

Historias que se convierten en inspiración

Son historias de vida que se convierten en inspiración, en aliento, en esta travesía sinodal”, afirmó Liliana Franco. Historias acompañadas de líneas que marcan su vida: Nathalie Becquart y la sinfonía sinodal que surge cuando en el destello de lo plural, cada uno y al ritmo del Espíritu, aporta su don; Silvia Vallejo Villa, con el corazón centrado en Dios ser la sapiencial presencia que humaniza; Arizete Miranda, ser en autenticidad para ser con otros y permitir que fluya en libertad la gracia; María Luisa Berzosa, ensanchar el corazón de la Iglesia, hasta que haya lugar para todos; Beatriz Acosta Mesa y su busca que resuene la Palabra que da sentido, vertebra y abre horizontes de renovación y compromiso.

Birgit Weiller, desde el lugar de la presencia y el compromiso, es posible contribuir a la transformación; Serena Noceti, la escucha es el susurro que trae la conversión; Rose Bertoldo, construir el Reino en Iglesia, requiere insertarse en lo profundo de la tierra, hacer morada en medio de los pobres; Marcia Oliveira, no se trata de consensos, el desafío es el encuentro; y Daniela Cannavina, la andadura sinodal requiere de tiempo, procesos y paciencia.

 

Testimonios sobre el libro

Alguien que es amigo, hermano y compañero de camino de Liliana desde hace 34 años, el carmelita Pedro Arenas, autor del prólogo, relató quien es esta religiosa, a quien dijo encontrar en cada línea, en cada frase y en cada atrevimiento bien discernidos. De igual modo tres mujeres, tres religiosas, dos de ellas protagonistas del libro, reflexionaron sobre lo que significa este libro. Daniela Cannavina, compañera de camino en la CLAR, que destacó la presencia cada vez más visible de las mujeres en espacios eclesiales, sin esconder que ese reconocimiento a veces es sólo teórico.

Mónica Benavides, que quiso visibilizar las comunidades y colectivos de mujeres que luchan y resisten en su cotidianeidad para hacer frente a las múltiples violencias sistemáticas. También Birgit Weiler, que recordó que como personas bautizadas compartimos la misma dignidad, hombres y mujeres, siendo el ser bautizadas y formar el pueblo de Dios, lo que antecede cualquier diferencia entre ministerios, carismas y servicios.

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En un mundo en grandes cambios, en el que la Iglesia no está exenta de esta dinámica de transformación, la autora encerró la presentación llamando a no olvidar que esa dinámica, “las mujeres tienen un papel innegable”, insistiendo en el ser hermanos como “nuestra más auténtica y definitiva identidad”, llamando a seguir trabajando “para que en la Iglesia todos podamos seguir situándonos desde el esplendor y la dignidad que cada uno tiene por el simple hecho de ser un hijo de Dios, por el simple hecho de ser una Hija de Dios, un bautizado”.

 

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