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Conferencias Episcopales de Centroamérica, Norteamérica y el Caribe analizan junto con el Vaticano los escenarios migratorios de la región

“Libres de elegir si migrar o quedarse”. Bajo este título representantes de las Conferencias Episcopales de Centroamérica, México, Norteamérica y el Caribe, junto con el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, analizan los escenarios migratorios con un encuentro internacional, en El Salvador, del 21 al 25 de agosto.

Los organizadores de este evento, acompañados por el Observatorio Socio- Pastoral de Movilidad Humana de Mesoamérica y el Caribe (Osmeca), han señalado que los corredores existentes – con sus crisis subyacentes – tienen a Estados Unidos (y cada vez más, también México y Canadá) como principal destino y utilizan a México como territorio de paso, por lo cual corredores y rutas se mezclan en la región.

Mientras que también se mantienen “activos diversos corredores de migración sur-sur tanto en los territorios continentales como insulares, por ejemplo Nicaragua – Costa Rica y Haití – República Dominicana”.

Esta dinámica ha producido “un incremento sustantivo del número de migrantes y de solicitantes de refugio”, por tanto, “nuevos grupos, tanto de la región como extrarregionales, se han sumado y han modelado de manera constante los perfiles de una movilidad cada vez más heterogénea y en condiciones de creciente vulnerabilidad”.

“Esas otras migraciones se originan tanto en los países del norte de Centroamérica: Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua con el fenómeno de las caravanas de migrantes, como en los países del Caribe y de América del Sur, así como desde otros continentes. La migración tanto de población haitiana como venezolana es el rasgo novedoso de ese sistema a partir de 2020”, han dicho.

Pobreza, violencia y dictaduras

Para la delegaciones de las Conferencias Episcopales, la principal causa de la migración son la desigualdad y pobreza en los países de origen, sumado al desempleo, la ausencia de servicios básicos como educación, sanidad y agua potable, así como a la creciente inseguridad alimentaria, la degradación ambiental, la violencia contra la niñez y las mujeres y la marginación de comunidades indígenas.

Añadieron que otra importante causa es el incremento de “los conflictos políticos, el debilitamiento de las instituciones estatales debido a tendencias autoritarias y dictatoriales, el aumento de la corrupción y la inseguridad pública”.

Por supuesto, hay condiciones particulares entre países y entre corredores, pero “destacan escenarios de crisis importantes, como la situación en Venezuela, el colapso de Haití a manos de las pandillas, el avance dictatorial de Nicaragua, con una persecución a la Iglesia Católica, el retroceso democrático en Guatemala y El Salvador y la persistencia de estructuras corruptas y de violencia en Honduras, y en México”.

Desde 2015 – aseguran – se ha generado “una crisis de desplazamiento y de una migración de sobrevivencia. Esta se caracteriza por diversas condiciones que fuerzan la huida de los migrantes, no sólo de forma individual sino familiar o colectiva. Que los dejan sin oportunidades de disponer o asegurar su patrimonio y, muchas veces, carentes de la protección del estado o incluso huyendo del Estado”.

Además se han encontrado con flujos migratorios “cada vez más heterogéneos, con la presencia cada vez más visible de mujeres y niños, niñas y adolescentes, una creciente diversidad social, étnica y a una multiplicidad de nacionalidades, creando verdaderos flujos migratorios hemisféricos”.

Secuelas sociales y psicológicas

Frente a estos escenarios críticos “se ven obligados a escapar de manera irregular, sin documentos y sin recursos para enfrentar los riesgos del viaje. Carentes de protección en sus lugares de origen, tampoco encuentran soluciones a esa falta de protección a lo largo de los corredores”.

Advierten que “tanto en sus lugares de origen como en tránsito, han incrementado los riesgos a la protección de los derechos humanos fundamentales de las personas migrantes que enfrentan crecientes condiciones de vulnerabilidad”.

En las familias y comunidades de origen, “la migración ha comenzado a dejar secuelas psicosociales en especial en las personas más vulnerables, provocando abandono y disrupciones de los vínculos familiares”.

Toda vez que “las comunidades sufren la pérdida de recursos humanos con la salida de la población joven y viven un círculo de dependencia económica que inhibe las capacidades propias de gestión del desarrollo local”.

Denuncian que “el aumento de la peligrosidad se debe tanto al control ejercido por grupos traficantes de migrantes relacionados, por las mismas políticas de disuasión y la corrupción, con organizaciones del crimen organizado, entre las mismas fuerzas del órden, así como por las difíciles condiciones de la geografía de nuevas rutas tránsito”, como, por ejemplo, el tapón del Darién o el mar Caribe para llegar a Las Antillas con sus escandalosas cifras de fallecidos.

Cifras para el análisis

De los cuatro corredores: México- EEUU, Caribe, Sur- Sur; el Corredor Centroamérica-México es el más grande y crítico del mundo han asegurado, basándose en datos recolectados. Entre 2000 y 2020, el porcentaje de migrantes internacionales residentes en México aumentó en un 72 %.

En especial, Guatemala y México han compartido históricamente “un intenso flujo migratorio que corresponde al flujo de trabajadores guatemaltecos mayoritariamente a Chiapas y a los estados del Sureste de México”, quienes “pueden trabajar legalmente en los estados de la frontera sur”.

Mientras que “los migrantes venezolanos han desplazado a los migrantes del norte de Centroamérica como el primer grupo interceptado por las autoridades mexicanas en 2022. En ese año se reportaron 97.078 arrestos, lo que significa un crecimiento de 2,127% más que en 2021; en orden de frecuencia siguen los hondureños, guatemaltecos, cubanos y nicaragüenses”.

127.687 personas han atravesado el peligroso Tapón de Darién, frontera entre Colombia y Panamá, en el primer cuatrimestre de 2023, en comparación con los 19.925 registrados en el mismo periodo de 2022, es decir, un crecimiento del 640%. En las 575.000 hectáreas de esta extensa selva, los migrantes se exponen a cruzar escarpados abismos, pantanos, ríos caudalosos y animales salvajes.

Costa Rica, junto con Panamá, se ha convertido en un territorio clave en el tránsito hacia Estados Unidos. Para marzo de 2023 se habían contabilizado 49.823 personas que cruzaron la frontera de Panamá hacia este país, lo que significó un aumento de 109 % con respecto a febrero del mismo año (19.521 personas) y un promedio diario de 1.317 personas.

Los mexicanos y centroamericanos constituyen el mayor porcentaje de inmigrantes irregulares en Estados Unidos, de los cuales los centroamericanos representan el 56% de migrantes no autorizados.

Han indicado que 582.300 inmigrantes negros representan el 5,6 % de los indocumentados en los Estados Unidos y la mitad de ellos nacieron principalmente Jamaica y Haití. En tanto, en 2019 había 4,5 millones de inmigrantes procedentes de 13 estados y 17 territorios del Caribe en Estados Unidos, quienes “representaban aproximadamente un 10 % del total de inmigrantes en ese país”.

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