En el marco del encuentro continental de comisiones episcopales de liturgia para celebrar los 60 años de la reforma litúrgica y que finalizó este 7 de diciembre en la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), una de las ponencias que apunto en los desafíos de la formación de nuevos sacerdotes fue la presentada por Manuel Fernando Sedano, sacerdote mexicano y doctor en “Sagrada Liturgia” y “Master en Arte y Arquitectura al servicio de la Liturgia” por el Pontificio Instituto Litúrgico de San Anselmo en Roma.
Al respecto, señaló que seminaristas, sacerdotes y formadores no deben olvidar que la fuente principal de la espiritualidad cristiana es “la vivencia celebrativa” para fomentar la participación consciente, activa, comunitaria y plena.
Mencionó dos aspectos clave: primero, la espiritualidad teándrica a partir de la interpretación de la Palabra de Dios para entender entre lo humano y lo divino; luego la mistagogía o el llamado camino de iniciación, inserción y vivencia en el misterio de Cristo y de la Iglesia.
Hizo un recorrido por la constitución Sacrosanctum concilium y recordó que el 3 de junio de 1979, la Congregación para la Educación Católica emitió una Instrucción sobre la formación litúrgica en los seminarios.
“El documento en la parte normativa presenta, la doble finalidad de la formación litúrgica: la práctica (mistagógica), que mira a la celebración debidamente ordenada de la sagrada liturgia, y la teórica (doctrinal), que pone de relieve la ciencia litúrgica, como una de las principales disciplinas teológicas”, añadió.
Acción cristo-eclesiológica
Sobre Desiderio desideravi, carta apostólica sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios, promulgada por el Papa Francisco en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio de 2022, ha comentado que esta invita “a la comunión eclesial a partir del don confiado a los apóstoles para ser llevado a todos los hombres: ‘la cena del Señor’ redescubriendo, custodiando y viviendo la verdad, la fuerza y la riqueza de la celebración cristiana”.
En este sentido, citando el número 15 de esta cara, apuntó que “la posibilidad de experimentar la plenitud del culto a Dios, está en la incorporación en el misterio de Cristo y de la Iglesia desde el de de nuestro bautismo, para ser hijos en el Hijo e incorporarnos en el misterio de su cuerpo que es la Iglesia”.
Francisco ha dejado muy claro que “educar en el sentido teológico de la liturgia es superar lo ceremonial decorativo, por el ars celebrandi; lo rubricista, hierático y frío, por lo teándrico, sacramental y comunitario”.
Una acción celebrativa Cristo-eclesiológica, por consiguiente, no pertenece al individuo, “si no nos lleva de la mano como asamblea, para conducirnos al misterio que la palabra y los signos nos revelan”.
El arte de celebrar
El padre Sedano afirmó que la formación litúrgica en el arte de celebrar es el medio que “tenemos para custodiar y crecer en la comprensión vital de los símbolos de la liturgia. Es el profundo y adecuado conocimiento y aplicación de los cánones teológico-litúrgicos para una digna, ordenada, pulcra e inculturada celebración”.
También ha explicado que el arte de celebrar no se improvisa ni se aprende con cursos de oratoria o comunicación persuasiva, solo se trata de “tomar conciencia de estar: en persona de Cristo y en nombre de la Iglesia”.
“La verdad y belleza de la celebración cristiana, está en nuestras iglesias, en nuestras fiestas cristianas, en la centralidad del domingo y en la fuerza de los sacramentos que celebramos. La liturgia por si misma forma, es escuela de oración y posee una fuerza didascálica”, añadió.
Liturgia como ciencia
Sedano aseguró que la formación inicial y permanente de los presbíteros como la formación del pueblo cristiano a la luz del Concilio Vaticano II “debe estar fundamentada en el carácter científico-antropológico o teológico-sacramental de la ciencia litúrgica”.
Esto quiere decir que el acontecimiento litúrgico como ciencia, como acción del hombre y como acción de Dios, “puede ser puesto a examen desde el punto de vista metodológico, como ciencia de la celebración (hermenéutica de los textos orados y proclamados); antropológico, como arte de la celebración (ars celebrandi, ars praedicandi, ars presidentialis); y eucológico, como teología de la celebración (sacramentalidad litúrgica)”.
El estudio científico de la liturgia debe tener como objetivo principal el profundo conocimiento de la liturgia en su realidad sacramental “fundado en su propio conocimiento que es de carácter teológico”.
Además el enfoque científico de la liturgia se fundamenta en el conocimiento histórico de los ritos y su evolución como acontecimiento histórico salvífico y acción teándrica bajo la razón formal de una celebración histórica.
En definitiva, será importante conocer los contenidos y las formas celebrativas, además de las razones teológicas, tal y como “las conocemos a través de las fuentes, testimonios de un momento histórico concreto” para comprender el pensamiento de una época determinada y su repercusión hasta nuestros días, por supuesto, “sin alterar sus contenidos fundamentales, como legítima creatividad de frente a la diversidad cultural”.
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