Como ya se había anunciado, el Papa Francisco visitó el complejo penitenciario Rebibbia, en la periferia del noreste de Roma, una costumbre – desde que era arzobispo de Buenos Aires – para celebrar el lavatorio de pies en contraste con la tradición pontificia de acudir a San Juan de Letrán.
12 privadas de la libertad, de diversas nacionalidades y confesiones religiosas, recibieron al Sumo Pontífice entre aplausos y saludos, quien en silla de ruedas y acompañado de varios sacerdotes, en una carpa instalada en el patio de esta cárcel italiana, una de las más grandes de Europa, bendijo y lavó los pies a las reclusas que entre lágrimas recibieron el mismo gesto de humildad de Jesús con sus discípulos.
Revestido con casulla y palio – y no solo con capa pluvial –, el Pontífice celebró la eucaristía, animado por un coro de mujeres. Diego Giovanni Ravelli, maestro de las ceremonias litúrgicas pontificias como concelebrante, pronunció la Plegaria eucarística.
Jesús perdona todo
Francisco echó mano de la improvisación, así que sin discurso escrito, con lo que ha salido de su corazón, dijo que “en este momento de la cena, hay dos episodios que llaman la atención: el lavatorio de los pies de Jesús, Jesús se humilla, con este gesto nos hace entender lo que él había dicho que no he venido para ser servido sino para servir, nos enseña el camino de servicio”.
Mientras que el otro episodio “es la traición de Judas, que no es capaz de llevar adelante el amor y le lleva a hacer una cosa fea. Pero Jesús perdona todo, Jesús persona siempre, solo es necesario que nosotros pidamos el perdón”.
En su anecdotario, el Santo Padre mencionó que “una vez escuché a una anciana sabia del pueblo: Jesús no se cansa jamás de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”.
Por lo que ha invitado a todos a pedir “la gracia al Señor de pedir perdón. Él nos espera y no se cansa jamás de perdonar” ya que el “Señor nos espera siempre con los brazos abiertos”.
“Lavar los pies es un gesto que nos llama la atención sobre la vocación del servicio: pidamos al Señor que nos haga crecer en esta vocación del servicio”, finalizó.
Rebibbia tiene una población carcelaria de 360 mujeres. Esta vez el Papa ha lavado los pies a 12. Andrea Carosella, capellán de este recinto, comentó que durante la Cuaresma se han preparado para este momento.
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