Siguiendo la Campaña Mujeres del Alba, la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), con motivo del Día de la Vida Religiosa, que se celebra el 2 de febrero, ha lanzado un Mensaje a la Vida Religiosa del Continente, que parte del pasaje del Evangelio del día, centrándose en la figura de Ana, una de esas mujeres “que rompen la noche y se aproximan revestidas de fidelidad y amor creativo al Alba”.
La figura de Ana
El texto la define como “la profetisa, la mujer, la creyente. Es la mujer que permanece, que resiste, que persevera, que no se da por vencida. Es la que revestida de fidelidad y movida por el amor, se atrinchera en el Templo, en el lugar de la memoria y del encuentro. La anciana que conoce muy bien la promesa y espera contra toda esperanza, porque sabe que se aproxima el Mesías, es la que con ‘ternura y coraje, busca a Jesús que salva’”.
Trasladado a los días de hoy el mensaje muestra admiración por “las mujeres que oran y sirven. Las que no aparecen, pero desde el anonimato sostienen la esperanza de quienes se les acercan. Resistiendo, acompañándose unas a otras, soñando con un futuro mejor”. Son las “Anas” de hoy, que “no se desgastan en lamentaciones, levantan la cabeza, sostienen con entereza la mano frágil de aquellos a los que aman y acompañan, se abren camino por entre la incertidumbre, vencen el miedo y entonan con fe un canto indignado, resistente y esperanzado, aferradas al Dios que las sostiene, al mismo que en las noches espesas de la vida es su única luz”.
Mostrando quien es Ana, el mensaje destaca que, ante la llegada del Niño al Templo, “ella lo reconoció inmediatamente”, a partir de una experiencia de la plenitud. Desde ahí, la Vida Religiosa del continente reconoce sus pérdidas, afirmando que “esperar se nos ha hecho lo cotidiano”. A pesar de ello, “Dios no cesa de manifestarse”, siendo reconocido como “el único capaz de darle plenitud a la vida, de saciar nuestra carencia”.
Buscar, permanecer, gustar, insistir, ofrecer
Desde la fragilidad llaman a la esperanza, reconocen su pobreza, se disponen al anuncio y a camino de la profecía como Vida Religiosa encarnada en medio de los más pobres, para “pronunciar palabras que le devuelvan a los más débiles su porción de esperanza, de alegría y de dignidad”.
La Vida Religiosa agradece en su día el don de la vocación, y junto con ello “la fe que permanece, la resistencia osada, la terca esperanza, la fecunda ofrenda de quienes reconocen que su vocación es ser en el tejido eclesial: mística, misión y profecía”.
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A partir de ahí se sienten llamados a buscar a Dios; permanecer como amigos de su pueblo; gustar de las presencias de Aquel que sacia sus anhelos; insistir en lo comunitario, la Sinodalidad, las redes, lo intercongregacional, la itinerancia; ofrecer su servicio cotidiano. Para ello piden la ayuda de María para que “nos dé la gracia de vivir con sentido, alegría y radicalidad nuestra vocación”.
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