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En la presencia del Espíritu: Hacer, sentir, pensar, discernir la catequesis (II)

Por Pbro. José Luis Quijano

Pensar la catequesis

Esta expresión, que todavía hoy manifiesta el lema del ISCA, reitera la consigna que su primer Rector, Padre Frans De Vos, solía dar. No se trata de un simple slogan. “Primero se vive, después se reflexiona sobre lo vivido”_ instaba el Padre Frans. Recuerdo que, en los años en los cuales me tocó animar y conducir la vida del Instituto, en el equipo ISCA asumimos la consigna, descubrimos su densidad semántica y la tomamos como inspiradora del formato didáctico que le dimos a los distintos módulos que componían las 23 materias que escribimos en aquella experiencia de formación a distancia a través de Internet. Este formato puede sintetizarse sencillamente en tres pasos:

ACCIÓN – REFLEXIÓN – ACCIÓN

Contemplamos la acción catequística que vivimos en nuestros ámbitos pastorales, a través de diversas consignas que van acompañando el primer momento de este dinamismo.

Leemos y reflexionamos con la Palabra de Dios, con documentos de la Iglesia y con textos de la bibliografía catequética. Todos ellos seleccionados en virtud de la acción catequística que hemos contemplado en el primer momento y del aporte que nos proponemos, para hacer de esa práctica conocida y vivida una catequesis más eficaz y fundamentada.

Volvemos a la acción ahora enriquecida y fundamentada en la reflexión del segundo momento. Nuevas consignas van guiando el trabajo colaborativo para que se traduzcan en propuestas nuevas. Porque pensar es transformar.

En la perspectiva de este dinamismo, que propusimos para los cursos a distancia del ISCA digital, la consigna del P. Frans “hay que pensar la catequesis” puede ser seguida no sólo por eximios catequetas, sino también en los equipos de catequistas que se proponen transformar su acción. Las propuestas que nacen del tercer momento se llevan a la práctica, se evalúan y vuelven al equipo para transformarse nuevamente en un dinamismo permanente de adaptación al sujeto y de fidelidad a la Palabra y al contenido que anunciamos.

Este “pensar la catequesis” fomenta la retroalimentación constante de los catequistas y de los interlocutores y contribuye a una adecuada selección y jerarquización de los contenidos. Si en verdad buscamos llegar al corazón del Misterio, “el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad. El gran tema que nunca puede faltar es el Kerigma o Primer Anuncio. “Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ése que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ése que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra” .

En definitiva, «pensar la catequesis» implica un proceso reflexivo y crítico acerca de la naturaleza, el propósito, los contenidos, los métodos y los resultados de la catequesis en la Iglesia. Esta reflexión es esencial para garantizar que la catequesis siga siendo relevante y efectiva en el contexto cambiante de la sociedad y de la Iglesia misma. La dinámica parte de la realidad catequística para dejarse iluminar por las fuentes de la Revelación y por la reflexión catequética de diversos autores y, luego, volver transformada y sistematizada a la práctica catequística, donde hallará seguramente nuevos desafíos y nuevas ocasiones para seguir desarrollándose.

Hoy estamos convocados a pensar una catequesis capaz de ayudar a construir la identidad cristiana en un mundo plural. Para ello, la concebimos no como mera construcción de conocimientos, sino como…

• un modelo de diálogo y búsqueda;
• inspirado en la pedagogía de iniciación a la vida cristiana;
• que reconoce su carácter profético y de servicio;
• capaz de educar en la experiencia religiosa;
• en una comunidad testimonial;
• facilitando un sistema coherente y significativo de mediaciones.

Discernir la catequesis

En el inicio de este aporte les decía que la voz del Espíritu se hace escuchar con claridad en las distintas fases del Sínodo. En la profunda relación entre sinodalidad y catequesis, descubrimos también el llamado a “discernir la catequesis.” Pensar y discernir. Ambas acciones pueden estar orientadas a la misma finalidad: una catequesis más fecunda y fundamentada.

Ahora bien, mientras “pensar la catequesis” alude a una acción intelectual que puede eventualmente realizarse en soledad, “discernir la catequesis” implica ponerse en la presencia del Espíritu y dejar que Él actúe y se haga escuchar, sobre todo, en los otros participantes de la comunidad discerniente.

El discernimiento comunitario implica escucha y diálogo. Tiene que ver más con la búsqueda de aquello que agrada a Dios que con una opinión mayoritaria. Por eso, lo que cada hermano ve y propone no es una opinión más sino una propuesta desde la experiencia de Dios y desde las urgencias del Reino. El Espíritu Santo, contando con el espacio para actuar, es capaz de unir las mentes y los corazones en una respuesta común. Las posibilidades de humanización personal y de liberación integral para los más desfavorecidos, vivido con paz y alegría en el corazón, aseguran que lo elegido es voluntad de Dios.

La primera y segunda fase del Sínodo resultó una experiencia de escucha y de diálogo discerniente a la que fueron convocados los que siempre están en la Iglesia y los alejados, los indiferentes, los que nunca escucharon el Anuncio, los que piensan diferente, los que aprendieron a vivir sin fe en una serena a – religiosidad… El Sínodo no llegó a todos, pero llegó a muchos. Hay una multitud caminando sin rumbo en un exilio que no tiene fronteras geográficas y ellos se perciben a sí mismos lejos, heridos al costado del camino, abandonados, diferentes…

El proceso recorrido hasta ahora en el Sínodo de la Sinodalidad nos acercó un método que puede ayudarnos en el discernimiento: la conversación espiritual. La catequesis es una acción espiritual cuyo protagonista es el Espíritu del Señor quien, más allá de cualquier método o estrategia, es quien puede llevarnos hacia el corazón del Misterio y ponernos en íntima comunión con Jesús.

El Directorio ‘2020 lo dice con toda claridad: Se reafirma la plena confianza en el Espíritu Santo, que está presente y actúa en la Iglesia, en el mundo y en el corazón de las personas. Esta convicción da a la tarea catequética una nota de alegría, de serenidad y de responsabilidad…La Iglesia, misterio de comunión, guiada por el Espíritu Santo, genera una vida nueva. Con esta mirada de fe se reafirma el rol de la comunidad cristiana como lugar propio de la generación y maduración de la vida cristiana…El proceso de la evangelización junto con el de la catequesis, constituyen una acción espiritual…

La conversación espiritual se centra en la calidad de la capacidad de escucha, así como en la calidad de las palabras pronunciadas. Esto significa prestar atención a los movimientos espirituales en uno mismo y en la otra persona durante la conversación, lo que requiere estar atento a algo más que a las palabras expresadas. Esta cualidad de la atención es un acto de respeto, acogida y hospitalidad hacia los demás tal y como son… La conversación espiritual se centra en la persona a la que escuchamos, en nosotros mismos y en lo que experimentamos a nivel espiritual.

¡Cuántos puntos de contacto entre la catequesis y conversación espiritual! ¡Cuánta fecundidad ganarían nuestros encuentros si le hacemos lugar al Espíritu! La pregunta fundamental es: ¿qué está pasando en la otra persona y en mí, y cómo está actuando el Señor al respecto? Este ”discernimiento de la catequesis” puede ocurrir tanto en los grupos de catequesis como en los equipos de catequistas, incluso a nivel diocesano y nacional y en los ámbitos catequéticos más académicos. Por eso, en este tiempo de Sínodo avanzamos de “pensar a discernir la catequesis,” puesto que los procesos de reflexión y de investigación superan la mera especulación para contribuir siempre al encuentro con el Misterio en una Iglesia que peregrina.

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