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“Ensancha el espacio de tu tienda”: horizontes para el avance de la sinodalidad en la Etapa Continental

Cuando se habla de sinodalidad, siempre se piensa en caminar juntos, en dar espacio para los otros. Una actitud que nos debe llevar a escuchar un pedido: “Ensancha el espacio de tu tienda”. La frase del profeta Isaías da título al Documento de trabajo para la Etapa Continental (DEC) del Sínodo sobre la Sinodalidad, presentado este 27 de octubre por la Secretaría del Sínodo.

 

Una participación que ha superado todas las expectativas

Un Sínodo que avanza, como recogen las primeras palabras de la introducción al Documento, con una participación que ha superado todas las expectativas, en el que se han implicado millones de personas en todo el mundo, consideradas “verdaderos protagonistas del Sínodo”, queriendo ayudar a concretar el cómo hacer realidad “ese caminar juntos que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio”.

Un proceso que “ha alimentado el deseo de una Iglesia cada vez más sinodal”, que ha dado rostro concreto a la sinodalidad, que podemos decir sin miedo es el deseo del Papa Francisco. De todo lo vivido se recogen ejemplos concretos en el texto, fruto de casi dos semanas de intenso trabajo de un equipo de expertos, que no quisieron producir un documento y sí “abrir horizontes de esperanza para el cumplimiento de la misión de la Iglesia”.

Hacerlo en una tienda que “es un espacio de comunión, un lugar de participación y una base para la misión”. El Documento se divide en 4 capítulos, comenzando con “una narración, a la luz de la fe, de la experiencia de sinodalidad vivida hasta ahora a partir de la consulta al Pueblo de Dios”. Un segundo capítulo que “ofrece una clave de interpretación de los contenidos del DEC a la luz de la Palabra”. Un tercer momento para articular palabras claves y frutos de la escucha en torno a 5 tensiones: la escucha, el impulso hacia la misión, un estilo basado en la participación, construcción de posibilidades concretas para vivir la comunión, y la liturgia. Finalmente, una mirada hacia el futuro en perspectiva espiritual y metodológica. Un camino para el que se hace necesario leer el DEC “con los ojos del discípulo, que lo reconoce como el testimonio de un camino de conversión hacia una Iglesia sinodal”.

 

Avances y temores

El Documento sintetiza “las alegrías, esperanzas, sufrimientos y heridas de los discípulos de Cristo”, recogiendo con diversos ejemplos “los frutos, las semillas y las malas hierbas de la sinodalidad”, surgidos a partir del método de la conversación espiritual. Pero tampoco se ocultan las dificultades para avanzar en el camino de la sinodalidad, entre ellas “los temores y las resistencias de parte del clero, así como la pasividad de los laicos, su miedo a expresarse libremente”, así como escándalos como los abusos o las guerras en algunos países. Un Documento que resalta, y eso es clave para avanzar en sinodalidad, “la dignidad bautismal común”. Eso en una experiencia que aporta novedad y frescura, que ayuda a recuperar la identidad.

Elementos tamizados desde la escucha de las Escrituras, donde la Iglesia aparece como una tienda, en cuyo centro está el tabernáculo, la presencia del Señor, sustentada por estacas que van siendo fincadas en nuevos terrenos, y que se mantiene en pie desde el recto discernimiento. Una tienda que se ensancha cuando en ella se acoge a otros, se da cabida a la diversidad, que ayuda a recibir “las relaciones más ricas y los vínculos más profundos con Dios y con los demás”.

 

Caminar “hacia una Iglesia sinodal misionera”

Ello en vista de caminar “hacia una Iglesia sinodal misionera”, lo que se concreta en “una Iglesia global y sinodal que vive la unidad en la diversidad”, no quedando atrapados en los conflictos y sin separarse espiritualmente. Lo que se busca es “una Iglesia capaz de una inclusión radical, una pertenencia compartida y una profunda hospitalidad según las enseñanzas de Jesús”. Para ello es necesario una “escucha que se convierte en acogida”, aceptando “ser transformados por esta escucha”, todavía más ante “la falta de procesos comunitarios de escucha y discernimiento”.

Se recogen situaciones que preocupan: soledad y aislamiento de muchos miembros del clero, que no se sienten escuchados, sostenidos y apreciados; escasa presencia de la voz de los jóvenes en el proceso sinodal; falta de estructuras y formas adecuadas para acompañar a las personas con discapacidad. Pero también se recogen experiencias positivas: compromiso del Pueblo de Dios por la defensa de la vida frágil y amenazada en todas sus etapas; comprender la sinodalidad como una invitación a escuchar a los que se sienten exiliados de la Iglesia (los divorciados vueltos a casar, los padres y madres solteros, las personas que viven en un matrimonio polígamo, las personas LGBTQ).

Desde ahí surge el llamado a vivir la misión como hermanas y hermanos, buscando el diálogo, también con quien profesa otra religión. Una Iglesia que sufre las mismas heridas del mundo, lo que lleva a “un profundo deseo de escuchar el grito de los pobres y el clamor de la tierra”. En ese punto, se reconoce la importancia de la Iglesia en “los procesos de construcción de la paz y la reconciliación”, el deseo de avanzar en el compromiso ecuménico profundo, todavía más ante el crecimiento del número de familias interconfesionales e interreligiosas.

 

Un enfoque intercultural más decidido

EL DEC hace ver la diversidad de contextos culturales en que la Iglesia anuncia su mensaje, con “disminución de la credibilidad y la confianza debido a la crisis de los abusos”, pero también con cristianos que viven el martirio. Un Documento que llama “a un enfoque intercultural más decidido, que apunte al Reino de Dios«, desafiando a “reconocer, asumir, integrar y responder mejor a la riqueza de las culturas locales, muchas de las cuales tienen puntos de vista sobre el mundo y estilos de acción que son sinodales”, haciendo hincapié en los pueblos indígenas.

Afirmando que “la misión de la Iglesia se realiza a través de la vida de todos los bautizados”, el Documento llama a vivir la “comunión, participación y corresponsabilidad”, a superar el clericalismo, definido como “una forma de empobrecimiento espiritual, una privación de los verdaderos bienes del ministerio ordenado y una cultura que aísla al clero y perjudica al laicado”. También llama a “repensar la participación de las mujeres”, muchas veces “en la vanguardia de las prácticas sinodales”, haciendo ver la necesidad de que sean valoradas y entren a formar parte de espacios de decisión, pidiendo el acompañamiento de la Iglesia ante el sufrimiento, que se vislumbra en el mpobrecimiento, violencia y humillación.

Eso en una Iglesia con diversidad de “carismas, vocaciones y ministerios”, recogiendo ejemplos de fomento de la corresponsabilidad y reconocimiento y promoción de los diversos ministerios, que “ayudan a la Iglesia a rejuvenecer”.

 

La sinodalidad toma forma

A pesar de las tensiones, “la sinodalidad toma forma”, en la medida en que no se las tiene miedo y son articuladas, algo que se consigue con formación, pero también con nuevas estructuras e instituciones, a lo que debe ayudar la etapa continental para avanzar en una sinodalidad “que interpela a la propia Curia Romana” y a las Conferencias Episcopales, llamadas a impulsar una dinámica continental. En ese caminar, el DEC pone como ejemplo a las iglesias orientales que “ofrecen una gran riqueza de estructuras sinodales”. Lo que se busca es corresponsabilidad, orientada a “la misión común y al servicio de la misma”, en una Iglesia que debe avanzar en el camino de la transparencia para ser auténticamente sinodal.

Una realidad que demanda formación en el tema de la sinodalidad, en materia de escucha y diálogo con la institución. Una sinodalidad que es posible desde una profunda espiritualidad, que lleva a “alimentarse de la familiaridad con el Señor y de la capacidad de escuchar la voz del Espíritu”, una espiritualidad “que acoge las diferencias, promueve la armonía y saca de las tensiones la energía necesaria para avanzar en el camino”.

 

Celebrar con estilo sinodal

En relación con la Liturgia, se considera la Eucaristía como “fuente y cumbre” del dinamismo sinodal de la Iglesia. Se destaca la importancia de la religiosidad popular y se pide una liturgia “que permita la participación activa de todos los fieles para acoger todas las diferencias, valorar todos los ministerios y reconocer todos los carismas”. Se aborda la cuestión de los ritos preconciliares, vistos como motivo de división, las limitaciones de la praxis celebrativa en relación con la pasividad de los participantes, una predicación alejada del Evangelio y de la realidad, el acceso a los sacramentos en zonas remotas, por los pobres que no pueden pagar las tarifas y por los divorciados vueltos a casar. Desde ahí se llama a celebrar con estilo sinodal.

Finalmente, el Documento muestra los próximos pasos, que buscan avanzar en un camino de conversión y reforma, que lleve a “ser menos una Iglesia de mantenimiento y conservación, y más una Iglesia misionera”. Para ello se requiere “una conversión continua, individual y comunitaria”, que lleve a “una reforma permanente de la Iglesia, de sus estructuras y de su estilo”, que fomente la atención libre y gratuita al otro, a crecer en una sincera armonía.

Todo eso se especifica en la Metodología de la Etapa Continental, explicitando las etapas clave del proceso que tendrá como resultado el Instrumentum laboris para la primera etapa de la Asamblea Sinodal.

 

Resultado de la conversación espiritual del Pueblo de Dios

Un Documento que en palabras del cardenal Mario Grech es “un claro testimonio del proceso en marcha en la Iglesia”, que “ha dado abundantes frutos”, mostrando la convergencia de pareceres llegados de los más diversos lugares. Un texto en el que, según el secretario del Sínodo, “no hay reflexiones teóricas sobre la sinodalidad, sino que se hace eco de la voz de las Iglesias”, y que “desde la escucha del Pueblo de Dios, cada uno de los obispos podrá comprobar si su Iglesia se reconoce en el Documento y en qué medida”.

En ese sentido, el cardenal Hollerich ha insistido en que estamos ante “un resumen de la síntesis que el secretariado ha recibido”, que considera “un reflejo del resultado de la conversación espiritual del Pueblo de Dios”. Un escrito que es resultado de “una conversación verdaderamente ‘católica’ – global, inclusiva y de búsqueda de la verdad”, llevada a cabo en Frascati, donde el grupo de expertos “tuvo la responsabilidad de leer, orar, analizar y discernir estos informes, y presentar a la Iglesia material que ayudara a la reflexión durante la fase continental”, en palabras de la profesora Anna Rowlands.

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Un Documento que según el Padre Giacomo Costa es una relectura de la experiencia del primer año del Sínodo, destacando como pasos decisivos la escucha, el impulso misionero, la vocación común que nace del Bautismo, la sinodalidad misionera, la ministerialidad, entre otros elementos. Un instrumento que quiere “recoger el relato de la experiencia vivida por el Pueblo de Dios a la luz de la fe que cuestiona su recorrido”, que destaca al Pueblo de Dios como sujeto, y que tras escuchar la voz del Espíritu que, a la luz de la Palabra de Dios, se dirige al Pueblo de Dios en el presente de la historia, elementos destacados por Mons. Piero Coda.

 

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