En el 10º aniversario de la elección del Papa Francisco, muchas cosas se han dicho y se siguen diciendo sobre los más diversos aspectos de su Pontificado. Es justo que así sea y que la Iglesia esté cada vez más en comunión con el Papa y camine en armonía con él. Es tarea del Papa «fortalecer a los hermanos en la fe», como recomendó Jesús a Pedro (cf. Lc 22, 32). Y esto implica también indicar las orientaciones que debe seguir la Iglesia para ser fiel a su misión.
Iglesia sinodal
Inmediatamente después de su elección, Francisco comenzó a hablar de la «Iglesia sinodal«, especialmente con los miembros de la Secretaría del Sínodo. Al principio se entendió que se refería al modelo sinodal de los Patriarcados de las Iglesias católicas de rito oriental, como la maronita, melquita, siro-católica, caldea y otras. Estos, de hecho, tienen la tradición de reunirse frecuentemente en sínodos, en los que toman las principales decisiones relativas a sus jurisdicciones. Incluso se pensó que en Occidente podría haber un cierto número de Patriarcados de rito latino, que funcionarían a la manera de los Patriarcados de las Iglesias católicas de rito oriental.
Sin embargo, el Papa fue dando a entender que eso no era lo que pensaba ni lo que quería para toda la Iglesia. A continuación, comenzó a hablar con firmeza contra el clericalismo y cierta manera clericalista en que la Iglesia se presenta o es presentada. Muy a menudo, la Iglesia es entendida como una institución clerical, donde el pueblo es ayudado y beneficiado por esta organización religiosa clerical, pero no es parte integrante de ella. Para el Papa, el clericalismo es un mal y puede estar no sólo en la cabeza del clero, sino también en la de los laicos, hasta el punto de que no se sientan parte de la Iglesia ni se comprometan con ella. El Papa pensaba en una Iglesia distinta, no sólo formada por el clero, sino como un pueblo de bautizados, el pueblo de Dios.
Recuperar la eclesiología del Concilio Varticano II
De hecho, Francisco recupera la eclesiología del Concilio Vaticano II y quiere que esa eclesiología sea cada vez más acogida y se traduzca en una nueva cultura eclesial y en prácticas de vida eclesial. Es la reforma de la Iglesia, no hecha sobre la base de nuevas definiciones doctrinales o incluso de nuevos esquemas teológicos, sino con un nuevo espíritu, decisiones y actitudes. La doctrina ya está en la constitución dogmática del Concilio sobre la Iglesia – Lumen gentium (LG). El fundamento está ya en el Nuevo Testamento y en la tradición que viene de los Apóstoles: la Iglesia es el pueblo que Dios llama y reúne «en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (LG 4). Ella es el «sacramento» de la acción salvífica de Dios en medio del mundo, que realiza su misión por la fuerza del Espíritu Santo y es guiada por Él. Está formada por todos los bautizados que participan de ella, de su bien y de su misión.
Y cada bautizado ha recibido su don y su llamada a ejercer su misión de acuerdo con el don recibido. Entendemos así que la Iglesia «más sinodal» que desea el Papa se caracteriza por «la comunión, la participación y la misión». Francisco también ha dado una nueva configuración al Sínodo de los Obispos, que San Pablo VI había instituido al final del Concilio (1965) para que fuera un órgano representativo del Episcopado que asistiera al Papa en el gobierno de la Iglesia. Francisco reformó este organismo, que ahora es representativo de toda la Iglesia, y no sólo del Episcopado. Ahora se llama «Sínodo de la Iglesia».
Proceso de escucha, diálogo, discernimiento y propuesta
Y para implicar a toda la Iglesia en la toma de conciencia de la «Iglesia sinodal», Francisco ha convocado en 2020 el sínodo universal sobre la «sinodalidad», con el tema: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión«. Este sínodo se está preparando, desde 2020, en los diversos niveles de la Iglesia, desde las personas de las comunidades y organismos eclesiales locales hasta los organismos eclesiales continentales, en un gran proceso de escucha, diálogo, discernimiento y propuesta. La asamblea sinodal tendrá lugar en dos etapas: en octubre de 2023 y en octubre de 2024.
Mientras se prepara, de hecho, el sínodo ya se está celebrando, en lo que tiene de esencial: la experiencia de comunión en sus expresiones eclesiales concretas, en la escucha y valoración de la participación de cada miembro de la Iglesia y de las aportaciones a la reflexión y al discernimiento sobre el tema fijado, que es la Iglesia misma. Más que una institución dividida en facciones, partidos y clases, la Iglesia es una realidad de comunión en torno a Cristo y a todo el bien de la fe, formada por todos los bautizados, que tienen como base de la comunión la misma dignidad bautismal. La Iglesia se caracteriza por la participación de todos sus miembros. Más que participar en las acciones, esto significa, ante todo, que todos forman parte y tienen parte en el bien de la Iglesia. La Iglesia es también misión: Jesús instituyó la Iglesia para ser misionera y dar testimonio del Evangelio en todas partes.
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Si alguien piensa que esta Iglesia sinodal conducirá al fin del sacerdocio ministerial, de la vida religiosa consagrada y de la diversidad de dones y carismas en el pueblo de Dios, ha entendido mal. Basta con retomar la lectura y el estudio de la constitución conciliar Lumen gentium. Este sueño de la Iglesia sinodal de Francisco está siendo gradualmente compartido por muchos. Esperemos que sea compartido por todos, pues así quiso Jesús que fuera la Iglesia. Y así es como vemos a la Iglesia en sus orígenes apostólicos. ¡Que Dios conserve, proteja, dé salud, ilumine y conforte al Papa Francisco en su misión!
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