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Mons. Jorge Lozano: “No estamos solos. Nos tenemos unos a otros, tenemos al Niño”

La llegada de la Navidad y las tareas que este tiempo deja a los creyentes es el tema que aborda Monseñor Jorge Lozano en su reflexión semanal. El prelado insiste en la necesidad de abandonar la indiferencia, el narcisismo autorreferencial y la búsqueda de la apariencia que tanto nos seduce. Su recomendación para este tiempo es que si deseamos besar al Niño no lo acariciemos en representaciones de yeso, madera o papel. Debemos buscarlo donde Él quiere ser abrazado: en la carne de los pobres y excluidos.

Entrar en comunión

Recordando que generalmente asociamos el cielo, con el lugar en donde habita Dios, el secretario general del Celam, indica que en el tiempo de la Navidad es diferente, porque celebramos al Dios viene desde abajo, desde la tierra, por lo que nos invita a analizar diversos aspectos de este episodio de la Sagrada Escritura.

Trayendo a la memoria la escena del pesebre, Mons. Lozano advierte que cada uno de sus elementos nos ofrece una enseñanza. Uno de ellos es la cuna que se usó para recostar al niño que, apoyada en el suelo, se elaboró con materiales rudimentarios como las ramas y la paja. Para verlo y entrar en comunión con él era necesario agacharse.

Otro de los elementos que caracteriza la escena es la ubicación, el niño estaba sometido a la intemperie, abrigado únicamente por la respiración de los animales que se resguardan junto a él. Sencillez y humildad.

Decir “Sí”

Por otra parte, está en la lejanía del pesebre, la figura del palacio, la vivienda de los poderosos, quienes ostentan la responsabilidad de tomar decisiones que otros deben cumplir.

Ante estas escenas en donde se contraponen las diversas manifestaciones del poder y la austeridad del pesebre Mons. Lozano, señala como determinantes las actitudes de quienes hacen parte de ella porque el cambio de la historia de la humanidad se presentó por causa de la determinación positiva de una mujer que traerá nueva vida a la historia de la humanidad. Aquí el Sí de María la hizo discípula y madre.

Dios ha llegado en la noche y debemos estar atentos. «El pesebre es quietud, pero para llegar a Belén fue necesario el Sí de María, el Sí de José, y ambos ponerse en marcha y recorrer largos caminos,» agrega. Situación que se repite con los sabios de oriente que se pusieron en camino siguiendo una estrella, o los pastores que fueron presurosos a contemplar lo que Dios les tenía preparado y que el ángel les anunció. “No estamos solos. Nos tenemos unos a otros, tenemos al Niño”.

Seguir una estrella

El próximo 6 de enero al pesebre se sumarán los reyes magos, un encuentro de comunión entre los privilegiados y los pobres en torno al Niño Dios.

Así la invitación del prelado es a reconocer en el niño Jesús a un maestro, en la cuna un estrado y en la cueva donde se alojaron un aula, así «el pesebre es una escuela de vida. Nos enseña la revolución de la ternura. Nos muestra cómo recorrer el camino que nos lleva a lo importante de la vida».

Estas enseñanzas -advierte- no son abstractas, sino clases prácticas de abrazo, caricia y ternura, una tarea en la que debemos perseverar. En este tiempo en el que necesitamos de consuelo y paz, ante las duras realidades del mundo, la esperanza puede llegar a estar cuestionada; por eso es necesario insistir en la ternura, afirma el arzobispo de San Juan de Cuyo.

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Un niño para todos

En este sentido el arzobispo argentino advierte que «Dios elige el camino de la pequeñez para manifestarse a los pequeños, los que en apariencia no cuentan», como los pastores que viven de su labor diaria, humildes trabajadores que vivían del fruto diario de su esfuerzo. Un niño que se manifiesta a todos, superando cualquier diferencia.

Mons. Jorge Lozano cierra su reflexión compartiendo una oración dirigida al Niño Dios muy acorde para este tiempo de Navidad y que en 1971 fue pronunciada por el beato Enrique Angelelli en la misa de Nochebuena en La Rioja en 1971: ¡¡¡Cuántas cosas te tendría que pedir esta noche!!! Señor, yo te pido por mí mismo, una cosa fundamental: que me hagas fiel, que no me canse nunca de pronunciar tu nombre. Y caminar con mi pueblo, ayudándole a que todos pechemos juntos.





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