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Mons. Luis Marín: Sinodalidad, “un proceso espiritual y eclesial, en el que nadie está excluido”

En el Ángelus del 16 de octubre el Papa Francisco anunció que la Asamblea Sinodal para los Obispos del Sínodo sobre la Sinodalidad se desarrollará en dos etapas, la ya marcada para octubre de 2023, del 4 al 29, y una segunda en octubre de 2024. No se trata de que haya prolongado el Sínodo de la Iglesia en cuanto tal y sí la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, según aclara Mons. Luis Marín de San Martín.

El Sínodo está ya en acto

El obispo agustino subraya que “el Papa no ha ampliado el Sínodo, porque no necesita ampliarlo, ya que es la Iglesia, toda ella, la que es sinodal. Para darnos cuenta basta leer a los Padres y estudiar la historia, desde los primeros tiempos del cristianismo hasta el Concilio Vaticano II”. Por tanto, si la Iglesia es siempre y toda sinodal, “no cabe identificar el sínodo o la sinodalidad únicamente con los obispos”. El proceso en curso se orienta “a potenciar la realidad sinodal de la Iglesia y lo que implica para todos los bautizados. Estamos ya en Sínodo, no en su preparación”.

En este sentido, Mons. Marín de San Martín subraya que “lo que el Papa ha ampliado es, en efecto, el tiempo de la Asamblea del Sínodo de los Obispos”, un elemento más, “muy importante, pero un elemento más, en una Iglesia constitutivamente sinodal”. Y precisa que “no serán dos asambleas diferentes, como se hizo en el Sínodo de la Familia (una extraordinaria y otra ordinaria), sino una única Asamblea, la misma Asamblea, en dos sesiones”.

 

Las razones de una ampliación

Esta iniciativa la ha tomado el Papa Francisco, afirma el subsecretario del Sínodo, “considerando la importancia que tiene el desarrollo de la sinodalidad y lo imprescindible que resulta llevar a cabo un discernimiento tranquilo, profundo y sereno, a la escucha del Espíritu”. Lo que se desea es hacer realidad el lema del Sínodo: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.

No se trata de “cumplir el expediente”, afirma. “El Papa quiere cuidar la calidad de este proceso”, porque “las prisas son siempre malas consejeras.  Algo importante necesita su tiempo. No podemos ir acelerados, quemando etapas en unos plazos a veces muy cortos”. En ese sentido, es fundamental “tener tranquilidad y tiempo para discernir juntos, para escuchar la voz del Espíritu, para escucharnos unos a otros, para ver qué realidades hay que potenciar, qué otras hay que cambiar, cuáles hay que vivir de una manera distinta. Y, así, ir tomando decisiones”.

Un claro impulso evangelizador

Buscamos “la coherencia, siempre en unidad con Cristo y con los hermanos. De ahí debe brotar un claro impulso evangelizador”. El prelado agustino considera muy importante “no cerrarnos en nuestras seguridades, sino, por el contrario, salir a evangelizar, como hicieron los primeros cristianos: con la palabra, el testimonio y la vida. Implicando a todos, respetando los diferentes carismas y vocaciones, sanando heridas. Pasando de una perspectiva estática y defensiva a una dinámica e integradora”.

Monseñor Marín de San Martín tiene claro que “la Verdad no es una idea, sino una persona, el amor encarnado, que triunfa sobre la muerte, sobre todo lo que es muerte en la sociedad, en la cultura, en las relaciones internacionales y económicas, en el mundo”. La urgente respuesta que nos compromete, pasa por la sinodalidad, “que implica estar unidos en Cristo Resucitado, inseparable de su cuerpo, que es la Iglesia, de nuestros hermanos y hermanas. Es caminar junto a ellos y con ellos. El cristianismo no es una religión de élites”.

 

Un reto de extraordinaria belleza

El subsecretario del Sínodo saluda con alegría esta decisión del Papa, “que nos hace darnos cuenta de la importancia de este proceso y, sobre todo, de la oportunidad que tenemos. Es una posibilidad que nos ofrece el Espíritu Santo, un kairós, un tiempo de gracia, un regalo verdaderamente de Dios”. Eso le lleva a señalar que “es el Señor quien llama a la puerta y el que nos anima a vivir con coherencia nuestra fe, para ser una Iglesia santa y evangelizadora”. Insiste en que estamos en un momento crucial en la historia de la Iglesia.

Por eso el subsecretario del Sínodo lamenta que, en algunos cristianos, especialmente en algunos sacerdotes, exista miedo o recelo ante este proceso y adopten posturas pasivas cuando no obstruccionistas. “¿Por qué? ¿Pensamos acaso que el Sínodo puede subvertir la moral o destruir la Iglesia? Entonces, es que no confiamos en el Espíritu Santo y hemos perdido la dimensión orante, espiritual; la experiencia de Cristo, en quien vivimos, nos movemos y existimos. ¿O tal vez fastidia el que nos saque de nuestra zona de confort y nos exija cambiar actitudes y modos muy arraigados? Nuestra única seguridad es el Señor y nuestro ministerio es servicio. Sin anularlo o traicionarlo, pero insertándolo en la Iglesia”. Por eso insiste en que “cada uno debe responder ante Dios: ¿he sido cauce de la gracia o he bloqueado la acción del Espíritu? Es una gran responsabilidad”.

La incumplida “civilización del amor”

En la línea de Pablo VI, cuando hablaba de la “civilización del amor”, para Mons. Marín de San Martín es necesario pasar de la cultura del enfrentamiento a la cultura de la fraternidad, en la que se asuma y exprese la pluriforme unidad de la Iglesia. “El otro, aunque piense de forma distinta, es mi hermano, no mi enemigo. Si existen diferencias de cualquier tipo, vamos a orar, vamos a buscar juntos la luz del Espíritu. Pero como hermanos. Solo así podremos celebrar coherentemente la Eucaristía y rezar con veracidad el padrenuestro”. El subsecretario del Sínodo hace un llamamiento a la participación, como forma de potenciar el sentido comunitario. “No dejemos el proceso sinodal a grupos de presión, o limitado a sectores fuertemente ideologizados en uno u otro sentido. Es un proceso espiritual y eclesial, en el que nadie (y subraya “nadie”) está excluido”. Es una invitación “a toda la Iglesia, a todos los cristianos: en Cristo y con Cristo. A la entera Familia de Dios, porque la Iglesia es familia, es hogar y no trinchera”.

Monseñor Marín de San Martín ve claramente que se trata de un proceso de autenticidad, “de renovación radical”, y considera necesario que “asumamos confiada y valientemente el riesgo de la reforma a la que nos lleva. El Espíritu Santo no es nuestro empleado. Él dirige, él guía”.

 

Después de la etapa diocesana, ¿qué?

El subsecretario del Sínodo ha tenido ocasión de explicar a los obispos y a los referentes sinodales que “la síntesis elaborada por la respectiva Conferencia Episcopal no debe ser nunca un punto de llegada, un documento que se coloca en la estantería o que se guarda en el armario. Es un punto de partida, un instrumento para seguir caminando con él”.

En una primera línea de acción, el prelado agustino anima a las diócesis y a las conferencias episcopales a desarrollar estos documentos, estas síntesis, que considera “verdaderamente preciosas, de una gran riqueza, donde se reflejan las luces y las sombras de nuestro tiempo”. Por eso llama a asumirlas “como la voz del Pueblo de Dios, con sus deficiencias y límites, con sus grandezas y sus posibilidades”. Estas síntesis “pueden ayudar a establecer los planes pastorales”. La fase diocesana “ha concluido, pero no el proceso que ha generado, es decir, el proceso de escucha y participación en una Iglesia viva”. Por eso insiste en que “se deben ir tomando ya decisiones a nivel local, diocesano, de conferencias episcopales”.

Los retos de la etapa continental

La segunda e importantísima línea de acción es la que corresponde a la etapa continental, que ahora se inicia. Monseñor Marín de San Martín recuerda que “no se trata de fases cerradas en sí mismas, que se suceden unas a otras a modo de eventos; es un proceso que se va desenvolviendo, progresando, desarrollando”. Para llevar adelante esta etapa, el 27 de octubre se presentará un Documento de Trabajo, que “no es un texto teológico, ni un documento magisterial, sino que ha sido redactado a partir de las síntesis que nos han enviado las conferencias episcopales, la Curia Romana, la vida consagrada, los movimientos laicales, el continente digital”. Con todo ello la Secretaría del Sínodo ofrece ahora “un documento que nos ayuda a proseguir la escucha, el diálogo y el discernimiento, dejando hablar al Pueblo de Dios”. Considera que, “de alguna manera, es una restitución en un proceso circular. Hemos recibido la voz del Pueblo de Dios y ahora nosotros la reenviamos a las diócesis a través de este documento que deberá profundizarse a todos los niveles”.

La particularidad de esta etapa es que «la reflexión y el discernimiento se hará teniendo en cuenta las particularidades, los desafíos y la realidad propia de cada continente”. Son siete: América del Norte, América Latina y el Caribe, Europa, África, Asia, Oceanía y las Iglesias del Medio Oriente. Habría, tal vez, que integrar en ellos el llamado “continente digital”. Según Mons. Marín, “cada uno tiene unas características propias”, y la propuesta es ahora “escuchar y reflexionar para discernir que desarrollos son necesarios en cada uno de estos continentes para lograr un testimonio vivo y gozoso de la fe, considerando la diversidad de cultura, tradición e historia. Y qué se puede aportar a la Iglesia universal desde cada continente”. El subsecretario del Sínodo sugiere “hacer una lectura orante del documento y ponernos a la escucha del Espíritu. Después, podemos preguntarnos: ¿qué intuiciones o novedades ayudan a la realidad eclesial en mi continente? ¿Qué retos nos plantean? ¿Qué propuestas concretas debemos hacer al Sínodo de los Obispos para el bien de toda Iglesia?”.

 

Los pasos de un camino

La etapa continental va desde finales de octubre de 2022 hasta el 31 de marzo de 2023. La responsabilidad de organizarla, en contacto con la Secretaría General del Sínodo, es de la respectiva Conferencia Episcopal continental. En cada uno de los continentes “se convocará al final (meses de febrero o marzo) una asamblea en la que participarán representantes del Pueblo de Dios, en sus diferentes vocaciones y realidades”. Después seguirá un encuentro continental de obispos, “que son los pastores y que deben hacer su propio discernimiento tras escuchar al resto del Pueblo de Dios”.

Cada Conferencia Episcopal continental redactará un documento, de unas veinte páginas, que se enviará a la Secretaría del Sínodo antes del 31 de marzo. Monseñor Marín comenta que “partir de los 7 documentos recibidos, la Secretaría redactará el Instrumentum laboris, que será presentado en junio de 2023, para trabajar en la primera etapa de la Asamblea del Sínodo de los Obispos, del 4 al 29 de octubre”. La Secretaría del Sínodo ha constituido un equipo coordinador de 3 personas. También se ha pedido que las conferencias episcopales continentales nombren su propio equipo para poder estar interrelacionados y ayudar a que “este horizonte de esperanza dé muchos frutos en la Iglesia, con la colaboración de todos”.

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Monseñor Luis Marín de San Martín concluye mostrando su disponibilidad y la de la Secretaría del Sínodo para resolver dudas y ayudar en lo que sea necesario. “Queremos ser, verdaderamente, compañeros de camino”.

 

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