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El lugar de los jóvenes en una Iglesia sinodal es la pregunta que se plantea Mons. Luiz Fernando Lisboa en un texto recientemente publicado. Lo hace desde la perspectiva de la sinodalidad y la misión, teniendo como punto de partida en su reflexión la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe y el Sínodo sobre la Sinodalidad, que ve como “procesos abiertos, iniciados, pero sin fecha de conclusión”.

Reconocer el protagonismo de los jóvenes

Para el Obispo de Cachoeiro de Itapemirim, que antes fue misionero en Mozambique, llegando a ser obispo de la Diócesis de Pemba, estamos ante verdaderos desafíos “para poner a la Iglesia Pueblo de Dios, en sinodalidad, en camino, en misión”. El prelado recuerda el pedido del Papa Francisco a la Asamblea Eclesial: “que se ocupara de Aparecida”, afirmando que Aparecida recoge reflexiones de Medellín y Puebla, donde aparece “la opción preferencial por los pobres, la opción preferencial por los jóvenes, las comunidades eclesiales de base, la centralidad de la Palabra, la participación de la mujer, las culturas y la interculturalidad, la misión, entre otras”.

Una Asamblea Eclesial de la que surgieron 41 desafíos pastorales y 12 prioridades. Entre ellas destaca y reflexiona sobre aquella que dice: «Reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación«.

Magisterio postconciliar sobre los jóvenes

Para responder, el Obispo de Cachoeiro de Itapemirim hace un recorrido histórico del Magisterio postconciliar en relación con los jóvenes. Comienza por Medellín, donde los jóvenes “como no han sido llamados a participar plenamente en la comunidad eclesial, no se consideran miembros de la Iglesia”, viendo el lenguaje eclesial como ajeno, demandando a los pastores ir más allá de la doctrina, tener actitudes, coherencia.

Puebla hizo «opción preferencial por los jóvenes«, llamándoles a sentirse Iglesia y mostrando deseo de invertir fuertemente en la pastoral juvenil, en busca de “una comunicación eficaz entre los diferentes períodos de la juventud, y la continuidad de la formación y el compromiso después de la edad adulta”. Algo que tiene continuidad en Santo Domingo, donde los jóvenes “piden a sus pastores acompañamiento espiritual y apoyo en sus actividades”, con líneas pastorales claras, proponiendo algunas acciones pastorales.

Por su parte, Aparecida llama a “estimular la pastoral de los adolescentes”, destacando la importancia de la Pastoral Juvenil. Finalmente, la Exhortación Apostólica Christus Vivit, hace un llamado a la misión, haciendo ver a los jóvenes que son instrumentos de Jesucristo “para irradiar luz y esperanza”.

¿Qué espacio ocupan hoy los jóvenes en la Iglesia?

En ese contexto histórico, el obispo brasileño se pregunta: “¿Qué espacio ocupan hoy los jóvenes en la Iglesia?”, si los eventos y documentos realmente han ayudado o hecho que los jóvenes ocupen su espacio dentro de la Iglesia y en la sociedad. Reconociendo la existencia de espacios eclesiales donde eso es así, también reconoce que “en ciertas situaciones, y no son pocas, los jóvenes siguen distantes y no quieren participar”. La causa es “la falta de sensibilidad, aceptación y voluntad de los adultos para convivir con este grupo de edad”, la falta de atractivo y asesoría correcta, algo que se constata en las preguntas que el propio obispo se hace.

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Mons. Luiz Fernando Lisboa afirma sin ambages que “la Iglesia no será sinodal sin los jóvenes”. Eso en una Iglesia dirigida generalmente por adultos, inclusive por ancianos. Por eso recuerda lo dicho en la Asamblea Eclesial, que llama a crear espacios para los adolescentes y los jóvenes. El obispo recuerda las palabras del Papa Francisco en el Mensaje a los jóvenes en preparación de la 36ª Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Lisboa en 2023, su invitación a levantarse y dar testimonio de la luz, del amor y el respeto, de la justicia social, de la defensa de la Creación, de que las personas pueden ser recuperadas, de que Cristo vive. Pasos fundamentales para entender y acoger a los jóvenes en la Iglesia con aquello que tienen de mejor: la provocación, la inquietud y la alegría.

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