Las lecturas de este domingo de ramos, son los pasajes de la pasión y en su reflexión Mons. Miguel Cabrejos nos recuerda que «Cristo no es una idea o un mito; no es una simple expresión de fe, no es un meteorito que pasa por los cielos de la historia».
Por el contrario, el relato evangélico nos muestra que «la pasión con sus sufrimientos y la muerte, representan el momento más profundo de la hermandad, la fraternidad, la amistad de Dios con el hombre, que sufre y muere, porque el dolor y la muerte es propio de las creaturas y ausentes en Dios».
Experimentar el abandono
Así se hace necesario entender que «Jesús el Cristo, es una persona concreta que entra en nuestras coordenadas espacio – temporales, está sujeto a experiencias que constantemente se repiten en la vida humana como la traición, el abandono, el abuso, el poder, el orgullo y la soberbia de los que se creen superiores a los demás, los juicios y persecuciones, la tortura, el sufrimiento y la muerte». Al respecto, el presidente de la Conferencia Episcopal peruana, advierte que el evangelio de Marcos «señala todos los momentos de la encarnación de Cristo, no solo a través de las fechas y de las horas, sino también de las indicaciones precisas sobre los lugares: desde Betania hasta el Gólgota».
Datos de vital importancia que según explica, nos ayudan a descubrir que en este episodio «emerge una especie de atmósfera continua que acompaña el camino del sufrimiento de Jesús y este se revela como un viaje, un itinerario, en la soledad más insoportable». «Todos lo abandonan, comenzando por Judas el traidor, hasta Pedro, el discípulo elegido y todos los demás discípulos. También los miembros más cualificados de su pueblo, hasta la multitud más pobre y sencilla a los que protegió y curó».
No obstante, -señala el obispo peruano- «el culmen de este misterioso silencio es el de Dios – Padre, experimentado en todos los sufrientes de la tierra. Es único y desconcertante para Cristo, el mismísimo Hijo de Dios». A esto se agrega el odio que se desencadenó en los hombres, el miedo de los amigos, los cercanos a Jesús y el silencio del Padre que de alguna forma nos desconcierta.
Un rostro humano y divino
Al respecto, el arzobispo de Trujillo nos cuestiona: ¿Lo abandono el padre? o ¿El padre Dios permitió que Jesús experimentara el abandono, cómo el dolor en el que se sumerge el ser humano, quien a veces piensa y siente el vacío de Dios?. Según el prelado se trata de una circunstancia en la que Jesús se reencuentra con el dolor humano. «Él recoge todas las lágrimas y todas las laceraciones, las heridas físicas e interiores para llevarlas a Dios y darles un sentido que solo en Él se puede encontrar».
Así la invitación de Mons. Cabrejos al inicio de la Semana Santa es a entender que «la pasión y muerte de Jesús es el signo experimental más grande de su verdadera humanidad y por tanto de su auténtica fraternidad y amistad con nosotros», porque no podemos apartarnos de que «sufrir y morir es por excelencia la manifestación del límite, de finitud y debilidad: es nuestra carta de identidad como seres humanos». Y que Cristo siendo Dios lo asumió. Es por eso que Marcos insiste en la cruda realidad de las últimas horas de Jesús. «Solo conociendo la soledad de Jesús y su silencio sufriente, lograremos ver su verdadero rostro humano y divino a la vez,» insiste.
La muerte de Jesús nos revela el horizonte de luz de la divinidad y de la resurrección, lo que en palabras de Mons. Cabrejos muestra que la narración de carácter histórico se hace un texto de fe. «La pasión de la liturgia de hoy llega a ser una profunda invitación a la fe en Cristo glorioso, Señor de la historia, que vence la muerte y el mal, quien tiene la llave de la vida y de la muerte».
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Tiempo sagrado
El prelado recuerda que iniciamos un tiempo en el que nos hallaremos ante textos de gran riqueza en los que se mencionan «los testimonios de la realidad amarga e histórica de la pasión y la muerte de Cristo».
Citando algunos ejemplos, el prelado se refiere a citas como la del Evangelio de Marcos que retrata el episodio de Getsemaní, en el que Pedro, Santiago y Juan asisten al “miedo y la angustia de Jesús” (Mc 14, 33). En la misma medida está la cita del “Vía Crucis” en la que se menciona a Simón el Cireneo y los hijos Alejandro y Rufo (Mc. 15, 21). Una reflexión que el prelado cierra con el relato del calvario en el que están presentes tres mujeres: María de Magdala, María madre de Santiago y de José, y Salomé (Mc 15, 40).
Relatos que de acuerdo con Mons. Miguel Cabrejos nos devuelven a los momentos más sagrados de nuestra fe, ratificando la frase escrita por Ferrucio Parazzoli en su novela: “La vuelta al mundo”: “Oh, no es una religión de fantasmas la nuestra, no de almas sin nada y relucientes, sino de cuerpos, estos nuestros cuerpos, así como son, gloriosos y miserables y que resucitarán, como nos ha estado prometido”.
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