Como algo que le hace feliz define Mons. Óscar Ojea la Asamblea Sinodal del Cono Sur, en la que el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina está participando. Un espacio en el que dice respirar “la diversidad, la sinceridad, el amor a la Iglesia”, insistiendo en la gran intuición que ha tenido el Papa al convocar este Sínodo.
Un Sínodo que ve como “el arte de escucharse y el arte de ir componiendo a través de la escucha, el modo de caminar de la Iglesia, asumiendo los conflictos de un modo realista y no huyendo y escapando de ellos como si no existieran”. Es todo el pueblo evangelizando a todos, una dinámica que no tiene otro camino que el de la continuidad.
Estamos participando de la Asamblea Sinodal del Cono Sur, ¿cómo está viviendo este momento?
Muy contento, muy feliz, se vive el espíritu sinodal en el grupo. En el grupo que me ha tocado respiro la diversidad, la sinceridad, el amor a la Iglesia. El Sínodo ha traído una revalorización tan grande del Bautismo que se siente la corresponsabilidad. El laicado se va sintiendo dueño del destino de la Iglesia, y cuando hay participación y hay escucha auténtica, entonces todos sentimos que la Iglesia está en nuestras manos, que no solamente está en las manos de algunos, que dan las directivas y otros son los que cumplen, sino que hay un verdadero sentido de pertenencia que se profundiza con la participación y mucho más con la posibilidad de la toma de decisiones.
Usted es obispo desde hace años y como acaba de comentar quienes tradicionalmente decidían eran los obispos. ¿Cómo esta forma de ser y organizar la Iglesia a partir del Bautismo puede ayudar en el caminar de la Iglesia en los próximos años?
Así como hubo un proceso en los obispos con los consejos diocesanos, el ir creando estructuras que podían servir de apoyo para la misión, los distintos consejos creados después del Concilio Vaticano II, fueron un camino muy bueno, en algunos casos, para poder llegar a un grado de participación necesariamente más amplio que incluya a personas que están viviendo situaciones que tradicionalmente los hacían sentir fuera de la Iglesia, fuera de la comunidad, apartados.
Me ha parecido una intuición muy grande del Papa la convocatoria del Sínodo, porque esto se mueve entre dos extremos. El primer extremo es que esto no va a servir, que esto no va a traer que más confusión, que no le va a servir a la Iglesia, que no le van a quedar claras las jerarquías, que no va a quedar claro quien decide en última instancia, y en definitiva que puede haber caos. Son las opiniones de algunos obispos y algunos cardenales, que ya fueron emitidas en contra del Sínodo.
En el otro extremo está lo que yo llamo la posición parlamentarista, una confusión entre lo que es el modo de moverse de la Iglesia en comunión a través del Sínodo, y lo que es un parlamento, donde uno va, como pasa en las democracias modernas, uno va con una idea clara a llevar adelante, si esa idea sale, se triunfa, si esa idea no sale, se pierde.
El Sínodo se sitúa entre estos dos extremos, no es ni la destrucción de las decisiones, ni de las jerarquías, sino que, al contrario, es un enriquecimiento de lo que la jerarquía tendrá que tomar alguna última decisión, y al mismo tiempo tampoco es un parlamento, sino que es un modo de enfrentar la realidad y enfrentar el conflicto para que nadie quede fuera. Es el arte de escucharse y el arte de ir componiendo a través de la escucha, el modo de caminar de la Iglesia, asumiendo los conflictos de un modo realista y no huyendo y escapando de ellos como si no existieran. Esto me parece sumamente valioso en este Sínodo.
La Etapa continental está teniendo como metodología y todo indica que será la metodología de la Asamblea sinodal en Roma, la conversación espiritual. ¿Cómo ese método va enriqueciendo la vida de la Iglesia y qué es lo que uno va aprendiendo, escuchando a los otros?
Me parece un gran acierto la conversación espiritual, nos saca del esquema de estar enseñando a otros, persuadiendo a otros, convenciendo a otros, nos saca del esquema de estar preparando nuestro propio discursos en un panel, en un congreso o en un parlamento. Y nos coloca en un lugar auténtico de escuchar de verdad. No solo ponerme en el lugar, sino escuchar lo que está detrás de las palabras, al modo como una madre puede escuchar a su hijo, que si está llorando ya sabe por qué es, aunque uno no sepa. Llora porque tiene hambre, o llora porque tiene frío, llora porque está enfermo, llora porque está molesto, pero sabe por qué llora.
Este modo de escuchar qué es lo que le está pasando a mi hermano, a mi hermana, de dónde viene esto, por qué está enojado, por qué está enojada, qué es lo que está detrás de la palabra, escuchar con todos los sentidos, una atención latente, no solamente cronológica, aquello que va brotando del corazón, donde no todo vibra del mismo modo, sino que uno aprende a escuchar qué es lo que más vibra, está mucho más capacitado para componer, para expresar lo propio, para que se asuma incluso aquello que se ha traído de algún modo, para que a través del Espíritu Santo se llegue a una profunda comunión, aun pensando diferente y sintiendo diferente. Este es el gran desafío de la Iglesia.
Después de 10 años de pontificado, ¿podemos decir que el gran aporte del Papa Francisco es la sinodalidad?
El broche del pontificado de Francisco es la convocatoria del Sínodo. Surge de la concepción que tiene Francisco del pueblo, el concepto de pueblo, que por supuesto lo toma de la eclesiología del pueblo de Dios de la Constitución del Concilio Vaticano II sobre la Iglesia. Es un pueblo unido, no es una masa informe, sino que es un pueblo que tiene un destino, que tiene un camino, donde hay vínculos estrechos entre todos, que van compartiendo trechos del camino de la vida entre distintos miembros y que hay un aprendizaje continuo.
Este pueblo que evangeliza a todo el pueblo, como dice claramente en Evangelii Gaudium, todo el pueblo evangeliza al pueblo. En el primer gesto del pontificado de Francisco, donde él pide al pueblo que rece para que Dios lo bendiga e inclina la cabeza, en ese gesto, Francisco está reconociendo de donde viene en la Iglesia el primer latido y la primera responsabilidad. Y él es un servidor de los servidores, es decir de los bautizados, de donde viene el poder, vamos a decir así, en la Iglesia, el verdadero poder.
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¿La sinodalidad es algo de Francisco o es algo de la Iglesia? ¿Es algo que va a trascender el actual pontificado o es algo que puede ser reprimido por un futuro pontífice?
Esto se enmarca en la continuidad de lo que son las enseñanzas del Concilio, está claramente expresado en el discurso del Papa por los 50 años del Sínodo. Yo no creo que tenga otro destino que la continuidad.
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