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Mons. Ojea: “Dios nos creó para la vida, no nos creó para la tumba”

Comentando el Evangelio de la Resurrección de Lázaro, Mons. Ojea nos hace ver que “todos los que lo hemos leído alguna vez, nos hemos quedado impresionados por el llanto de Jesús”. Ante el “Y Jesús lloró”, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina resalta que “esa frase corta, seca, nos ha impresionado siempre. Jesús asume el dolor que nosotros vivimos ante la partida de los seres queridos. Jesús llora por la muerte de un amigo y cuando uno llora por una partida de un ser querido, llora por la fragilidad humana, llora por sí mismo, llora también por su propia muerte”.

 

Jesús llora con nosotros

“Cuando lloramos a un ser querido lloramos también nuestra propia muerte, nuestra finitud, lo poco que podemos y lo poco que somos. Por eso cuando muere un ser querido tenemos que sentir que Jesús nos pone la mano en el hombro y llora con nosotros, nos acompaña en el llanto. Cuando Jesús llora, llora también su propia muerte, su naturaleza humana que va a morir; está llorando porque él va a compartir con su amigo también la muerte que se aproxima”, afirma el prelado argentino.

Lo segundo que impresiona muchísimo del Evangelio de hoy, en palabras del Obispo de San Isidro “es el grito de Jesús: ‘Lázaro ven afuera’. Es todo el poder del Señor que nos ha dicho: ‘Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia, yo soy la resurrección y la vida; El que cree en mí, aunque muera vivirá y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás’, pero no son solo palabras, por eso la resurrección de Lázaro es un signo de nuestra futura resurrección”.

 

Quitar las piedras

Desde ahí insiste en que “Dios nos creó para la vida, no nos creó para la tumba”, lo que lleva a Jesús a decir: “Quiten la piedra”, según Mons. Ojea, haciendo ver algunas de las piedras que tenemos que quitar “de las tumbas de nuestro corazón: tenemos que quitar la piedra de nuestra rigidez de corazón, de nuestro egoísmo, de nuestra vanidad, de nuestra soberbia, de nuestra mentira, de la marginación de los pobres, de no importarnos nada de los demás”. Según el presidente del episcopado argentino, “esas son piedras que tenemos en el corazón y que el Señor ha venido a quitar porque nos creó para la vida”.

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Finalmente pide “que la proximidad de esta Pascua nos acerque al Señor que sufre con nosotros y que llora con nosotros nuestras pérdidas, y al mismo tiempo nos dé la garantía de abrir nuestro corazón para que nos quite todas las piedras y podamos así resucitar con él de verdad”, algo que pide al Señor la intercesión de su Madre.

 

 

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