Comentando el Evangelio del Domingo de Pascua, Mons. Oscar Ojea afirma que “la madrugada del Domingo de Resurrección nos trae a estas mujeres que van a venerar el cuerpo de Jesús. Van al cementerio y allí encontramos todo lo que aparece en las personas que están llorando y sintiendo profundamente la partida de Jesús: el fracaso, la ruptura de los sueños, la tristeza”. Algo que aplica a la realidad argentina actual, afirmando que “es un reflejo de la tristeza y el desaliento que vivimos tantas veces en nuestro país, nuestra pobreza, nuestros chicos y chicas, atados tantas veces esclavos de las adicciones, explotados por negociados en los que se asocian personas de distintas instituciones para enriquecerse a costa de ellos”.
La resurrección de Jesús nos compromete
El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina insiste en que “somos testigos de muerte, de violencia, somos testigos de una intolerancia que se traduce en el modo de tratarnos, en el modo de dirigirnos; todo esto nos desalienta”. Ante esa realidad, afirma que “aparece entonces la sorpresa de la Resurrección de Jesús y las mujeres tienen miedo, y tienen miedo como tenemos miedo nosotros también de jugarnos por el otro, de entregar nuestra vida al servicio, porque la resurrección de Jesús nos compromete, él vence la muerte”.
Para el obispo de San Isidro, “cuando vence la muerte significa: El amor ha vencido a la muerte. El amor es más fuerte que la muerte, el amor no puede morir y el amor me compromete a servir y a entregar la vida por los demás, me compromete a trabajar por la dignidad de la persona humana”. Mons. Ojea destaca que “es notable en el Evangelio de María Magdalena, que leemos en la Misa del domingo por la mañana; Jesús la nombra a María, la llama por su nombre, la Resurrección de Jesús es una muestra de que él escribe en la tierra de nuestra propia historia, resucita por todos, pero por cada uno y a cada uno nos dice: Anímate, quédate trabajando conmigo. Yo he vencido a la muerte, yo te quiero singularmente y quiero contar con vos para que me ayudes a llevarme a cada rincón. Y, así surge la misión de las mujeres y la misión de María Magdalena: Anunciar a los hermanos que el Señor ha resucitado. No podemos dejar de anunciarlo, tenemos que superar ese miedo”.
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Finalmente, el prelado argentino pide “que el Señor nos conceda esa gracia de no dejarnos llevar por el desaliento y la tristeza poniendo como excusa que tenemos que ocuparnos solo de nosotros, sálvese quien pueda, me salvo yo y olvidándome del compromiso que me crea la resurrección de Jesús. Ha vencido el amor, sirvamos al amor de verdad”.
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