Chile vivía recientemente, de 7 a 9 de octubre, su Tercera Asamblea Eclesial Nacional, en la que poco más de 600 personas se encontraron “en un ambiente de fraternidad, de oración, también de alegría”, como reconoce Mons. Sergio Pérez de Arce. El obispo de Chillán y secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile ve este momento como “un espacio de vida donde hemos discernido caminos de conversión”.
Lo que se busca es “ser esa Iglesia más sinodal, profética y esperanzadora”, algo que, no siendo fácil, va descubriendo intuiciones, ganando en confianza mutua, algo esencial en la Iglesia, para enfrentar los “grandes desafíos respecto de la comunión en la Iglesia y respecto de la misión”, en palabras del prelado chileno.
Buscando avanzar en la sinodalidad, que “no es solo un discurso, sino que es una práctica que tenemos que hacer”, Mons. Pérez de Arce aboga por superar el clericalismo y la falta de compromiso en algunos cristianos, para así desde esa práctica de la sinodalidad, “involucrarnos y encariñarnos con nuestra Iglesia”.
El secretario general del episcopado chile ve el individualismo como una amenaza de la sinodalidad, del caminar juntos, así como la dificultad del clero para escuchar. Frente a ello, defiende la necesidad de convencernos “que el Bautismo nos da identidad y nos hace miembros de la Iglesia y corresponsables de la misión”. Ahora falta llevar los desafíos de vuelta a las bases, para “acoger aquellas sugerencias, intuiciones, que son vigentes a cada realidad”.
Un clima de confianza mutua
Después de un largo tiempo de preparación, ralentizado por la pandemia del Covid-19, ¿Cuáles son sus impresiones tras la realización de la Asamblea Eclesial?
Lo primero que hay que insistir es que esto es parte de un proceso largo, tiene una historia larga y deberá tener una historia de futuro. Mi impresión y mi sentimiento es de gratitud, porque es un momento bonito, poco más de 600 personas que nos encontramos en un ambiente de fraternidad, de oración, también de alegría. Fue una bonita experiencia, un espacio de vida donde hemos discernido caminos de conversión, que era el desafío, respecto de nuestras relaciones al interior de la Iglesia y nuestras relaciones con la sociedad, con diferentes grupos y sujetos de la sociedad.
Hemos tenido propósitos, desafíos concretos para ser esa Iglesia más sinodal, profética y esperanzadora. Obviamente no es fácil concretizar muchas ideas y anhelos, pero hay que quedarse con ciertas intuiciones que se expresan detrás de las temáticas. Insisto en que estoy contento, porque ha sido un espacio de encuentro, de diálogo, de fraternidad, finalmente un camino de discernimiento de los caminos del Espíritu para nuestra Iglesia.
También, algo que dije en un momento de la Asamblea, que hemos avanzado en un clima de confianza mutua, porque en una crisis como la que hemos vivido en Chile, lo que se ha violado en buena parte ha sido la confianza. Nos miramos con distancia, a veces entre grupos católicos o el laicado respecto de la jerarquía, o de la jerarquía de ciertos grupos del laicado. Esa desconfianza, esa sospecha que a veces se da, no digo que se supere de un día para otro, pero hemos avanzado en un clima de mayor confianza, de reconocernos hermanos que a todos nos interesa avanzar en comunión, en sinodalidad, porque queremos a nuestra Iglesia.
Diálogo para encontrar consensos
¿Cómo esa confianza puede ayudar a construir el futuro de la Iglesia y de la sociedad chilena, que como usted dice, se ha visto claramente afectado en los últimos años?
Es que es esencial la confianza en la Iglesia, hablemos de la Iglesia primero, porque tenemos que enfrentar juntos la misión que el Señor nos regala, el envío que nos hace, y tenemos grandes desafíos respecto de la comunión en la Iglesia y respecto de la misión, y para eso necesitamos caminar como hermanos, integrando la diversidad de miradas, de posiciones frente a los desafíos. Para eso tenemos que creer que el otro tiene una buena intención y que lo que está proponiendo es para el bien de la comunidad.
A partir de este diálogo que hacemos tenemos que encontrar los consensos necesarios y los caminos para animar la misión, la confianza es básica. También en la sociedad la confianza está muy quebrada, no solo en Chile, sino en buena parte de la sociedad, y la Iglesia tiene que promover el diálogo, la importancia del diálogo, del encuentro. Ahora en Chile, respecto del proceso político, de la búsqueda de una nueva Constitución, hemos insistido mucho en la importancia del diálogo, de llegar a acuerdos, de no dejar a nadie fuera. Eso mismo lo tenemos que vivir en la Iglesia.
Sinodalidad no es discurso, es práctica
Una Asamblea Eclesial que es una expresión de sinodalidad, entre otras muchas. ¿Podemos decir que algo que no es nuevo, pues en Chile es la Tercera Asamblea Eclesial, se está reimpulsando con fuerza a partir de las propuestas del Papa Francisco?
La sinodalidad, la comunión y el discernimiento compartido no es nuevo entre nosotros. En América Latina tenemos un camino de búsqueda en común, de involucramiento de los laicos, nada de eso es nuevo. Pero precisamente para superar esos clericalismos que están enraizados entre nosotros, y también la falta de compromiso que a veces se expresa en algunos cristianos, en algunos católicos, necesitamos seguir insistiendo en la sinodalidad, en el caminar juntos.
En ese sentido, si los laicos, si las personas, no se sienten involucrado, sienten que solo deciden algunos, o solo algunos llevan el liderazgo, lógicamente que eso los aleja. No solo hablar de la sinodalidad, sino que también practicarla y hacer caminos de discernimiento y de asunción de la misión en común, es lo que nos va a animar y nos va a ayudar a encontrar horizontes más compartidos. En ese sentido, la sinodalidad no es solo un discurso, sino que es una práctica que tenemos que hacer.
La Asamblea, no solo esta asamblea, sino las asambleas diocesanas que hubo hace poco en nuestro país, las asambleas en cada parroquia, en cada movimiento, todo eso es una práctica de sinodalidad que es esencial, y que finalmente nos permite involucrarnos y encariñarnos con nuestra Iglesia.
Individualismo amenaza la sinodalidad
¿Cuáles son las resistencias que encuentra la Iglesia chilena en ese camino de la sinodalidad?
Hay una realidad que no es solo de la Iglesia, sino que este individualismo que hay en la sociedad, también se expresa en la Iglesia como dificultad para comprometerse, cuesta encontrar a veces católicos que se comprometan en diferentes servicios, que estén dispuestos a asumir responsabilidades. Esa es una primera limitación que tenemos que con constancia seguir avanzando.
En cuanto resistencias, al clero, no a todos por supuesto, nos cuesta escuchar más, nos cuesta decidir en común y no solo en solitario. Eso son prácticas en las que tenemos que seguir convirtiéndonos, y vamos dando pasos, pero hay que reconocer que nos cuesta. Es más fácil decir que yo soy el párroco y esto se va a hacer así, que hacer un proceso de participación en algunas decisiones fundamentales.
No una resistencia, pero tenemos que convencernos más que el Bautismo nos da identidad y nos hace miembros de la Iglesia y corresponsables de la misión. Ahí tenesmos que cambiar el disco duro, los católicos en general, de descubrir que el Bautismo nos hace corresponsables en la misión de la Iglesia.
Aterrizar las sugerencias y desafíos
Al final de la Asamblea, usted habló sobre la necesidad de llevar las decisiones a las diócesis, parroquias, comunidades. ¿Cuáles son los pasos que van a ser dados para que eso vuelva a las bases y pueda acrecentar elementos positivos al caminar de la Iglesia en Chile?
En esta asamblea compartimos y llegamos a ciertas propuestas que surgieron en el diálogo. Obviamente, la Iglesia no funciona como una organización centralizada, que se da una orden y todos van para allá, porque la Iglesia se realiza principalmente en las iglesias locales. Hemos dicho que estas propuestas vuelven a las iglesias locales que han hecho un camino sinodal de búsqueda, y ahí en cada iglesia local, los organismos pastorales, con el obispo, tienen que hacer un aterrizaje, de manera de acoger aquellas sugerencias, intuiciones, que son vigentes a cada realidad.
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En la Asamblea de Obispos a mediados de noviembre, vamos a recoger esta síntesis que ha hecho de las propuestas, vamos a dialogar y espero que surjan algunos dinamismos que nos ayuden en la misión. Hemos tenido un encuentro representativo del Pueblo de Dios, incluidos los obispos en ese pueblo, y ahora tenemos que decidir qué hemos escuchado en esta asamblea, en lo escrito y también en el ambiente, en el espíritu que se vivió. Qué hemos escuchado de Dios, del Espíritu, y ponernos al servicio del Señor, porque Él quiere algo de nosotros. Ese aterrizaje lo tenemos que hacer también los obispos y hacerlo con generosidad, con corazón abierto, y con espíritu de pastor. El pastor acoge, escucha y ayuda a marcar un horizonte de servicio a la comunidad.
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