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Monseñor Daniel Blanco: “Abramos nuestro corazón para dejar actuar al Espíritu”

Este domingo 28 de mayo cuando celebramos el Domingo de Pentecostés, monseñor Daniel Blanco, obispo auxiliar de San José de Costa Rica y coordinador del Consejo pastoral del Centro para la Comunicación del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), ha recordado que “el Espíritu actúa en la Iglesia con innumerables y distintos carismas”.

Por eso, la unidad verdadera, inspirada por Dios, “no es uniformidad, sino unidad en la diferencia”, en la que el compromiso de todos los bautizados cuando “llegamos al final de las celebraciones pascuales es que haya apertura de nuestro corazón para dejar actuar al Espíritu Santo”.

El prelado también abogó para que “el Espíritu siga realizando las maravillas que suscitó al inicio de la predicación evangélica, es decir, que ponga en cada uno de nosotros empeño desde nuestra propia vocación para que sigamos anunciando con valentía el mensaje de Cristo”.

“Aunque este mensaje no sea popular, sigamos trabajando por la unidad de los creyentes poniendo la diversidad de carismas al servicio del bien y nunca para crear distancias y separaciones”, añadió.

Invitó a seguir confiando “en la protección y guía del Espíritu Santo que ha escrito su ley en nuestros corazones y que acompaña nuestra vida y la vida de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, en nuestro peregrinar a la morada eterna que Cristo resucitado nos ha regalado con el acontecimiento pascual”.

Ecos del Pentecostés

Monseñor Blanco apuntó que con la solemnidad de Pentecostés “concluimos la cincuentena pascual”. Una fiesta que celebra “el cumplimiento de la promesa de Cristo de enviar el Espíritu Santo que es la presencia de Dios que acompaña guía y protege”.

Destacó que “muy pedagógicamente” el libro de los Hechos de los Apóstoles “nos dice que el envío del Espíritu Santo se da 50 días después de la Pascua; mientras la comunidad apostólica celebraba la fiesta judía de Pentecostés. Digo que en forma pedagógica, porque “san Juan presenta el envío del Espíritu el mismo día de la resurrección como lo hemos escuchado en el evangelio, así como la Pascua de los judíos hace referencia a la salida del pueblo elegido de la esclavitud en Egipto”.

Así la fiesta de Pentecostés “hace referencia a la alianza sellada con Yavé en el desierto al ser entregadas a Moisés las tablas de la ley. Esa era la fiesta que en ese momento estaba celebrando la comunidad apostólica reunida en el cenáculo”.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles –prosigue el prelado – narra elementos extraordinarios ruido, viento fuerte, lenguas de fuego; elementos similares a los que se dan en el Sinaí cuando Yavé entrega la ley a Moisés, pero también narra otros acontecimientos distintos a los del Sinaí”.

Entre estos “la transformación de los Apóstoles que pierden los temores y salen valientemente a predicar y el don de lenguas, escuchar en su propio idioma la predicación de los apóstoles”.

Por consiguiente, el Pentecostés “ya no celebra la ley escrita en piedra y que configura el pueblo de Dios como el pueblo de la alianza, sino que celebra el Espíritu Santo que escribe la ley del amor en el corazón del creyente como nos recuerda romanos (2:15) y que configura al nuevo pueblo de Dios”.

Esta nueva alianza está sellada por “Cristo en la cruz y ratificada por el don del Espíritu con estos signos extraordinarios y estos dones suscitados aquel día de Pentecostés”, de tal forma, “nos dejan claro el modo como Dios actúa en medio de aquella Iglesia naciente y también el modo como ha actuado a lo largo de estos 2000 años de vida eclesial”.

Anunciar a Cristo

Monseñor Blanco plantea que “el Pentecostés nos recuerda que Dios siempre cumple sus promesas, Cristo ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo y también ha dicho que nos convenía su partida para que fuera enviado el paráclito”.

Es decir, “el compromiso dado a la Iglesia apostólica de anunciar a Cristo su mensaje, su doctrina, sus gestos milagrosos, el regalo de su salvación se ha podido realizar gracias al don del Espíritu Santo”

Esto es más que “patente en la solemnidad que celebramos” y cabría preguntarse “qué hubiera sido de la Iglesia si no fuera guiada y protegida por el Espíritu y hubiese quedado a merced de la de la limitación humana”.

De hecho, aquellos apóstoles “temerosos, escondidos, sin estudios y sin grandes conocimientos serán los que armados únicamente con la fuerza del Espíritu darán fundamento con su vida y con su predicación a la Iglesia de Cristo”.




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