“Desde hace unos cuatro años, nuestro país vive una de las crisis sociopolíticas y de seguridad más largas y mortíferas de toda su historia”. Así han expresado los obispos de Haití, en un mensaje, ante la desidia, abandono y vulneración de los derechos de la población.
“Vivimos con amargura y dolor el sufrimiento de nuestro pueblo causado por la violencia ciega de bandidos fuertemente armados, el cinismo y la indiferencia de los líderes políticos, y las vacilaciones de la comunidad internacional”, denuncian.
Por ello, “el grito de nuestro Pueblo, afectado hasta lo más profundo, resuena en nuestros oídos y en nuestros corazones de pastores”, porque “este pueblo sólo pide vivir en dignidad y paz”.
Haití –dicen los prelados – retoma el grito de Cristo en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” El Dios de ayer, de hoy y de mañana, nuestro Dios, sigue siendo el Dios fiel que nos vuelve a decir hoy: “He visto el sufrimiento de mi pueblo…, y he oído sus gritos cuando lo maltratan sus opresores, conozco sus dolores”.
Crisis hasta la médula
Es una crisis en todos los ámbitos: social, político, económico, cultural, que afecta “hasta la médula” a todos sin distinción. Son evidentes “los signos de decadencia” inclusive el Estado ha “perdido el control del territorio nacional”.
El crimen organizado “se ha extendido a todos nuestros Departamentos, a todas nuestras Diócesis y a casi todas las ciudades importantes del país. La región metropolitana de Puerto Príncipe está controlada casi en su totalidad por bandidos armados, organizados en bandas”.
“La población es rehén de la violencia despiadada de las pandillas y sus aliados; está sometida por la inacción y el silencio cómplice del gobierno. Aquí y allá en el país se libra una guerra de baja intensidad contra la población pacífica y desarmada”, agregaron.
Consideran que se trata de una guerra, mientras que “vemos avanzar en Haití las espesas sombras de la violencia al servicio de pequeños intereses del poder, la codicia y la división”.
Indican que los terrores cotidianos en Carrefour-Feuilles, en Lilavois (por citar sólo estos lugares), la masacre en la zona de Canaan, “parecen confirmar que las bandas tienen carta blanca para actuar contra la población”.
“Estos crímenes patrocinados contra una población indefensa van acompañados, entre otras cosas, de ataques contra las iglesias y lugares de culto de diferentes religiones, que ya no pueden funcionar”, apuntan.
¿Qué hacer frente a la barbarie?
Frente a la barbarie que se apodera del país inquieren: “¿Qué debemos hacer? ¿Qué debemos hacer como Iglesias y personas, desesperadas para cambiar la situación y evitar que las bandas armadas nos maten, nos masacren a todos?¿Qué debemos hacer para que nuestro país recupere la paz y el pueblo, la serenidad?”.
Para añadir: “Parece que ya hemos agotado todos los caminos ordinarios y normales. Desde hace más de tres años ningún grito, ninguna fuerza moral ha podido detenerlos. Y, sin embargo, debemos romper esta cadena y evitar que el pueblo se sienta aún más desanimado”.
Echando mano del magisterio de Francisco, aseguran que “convertirse en pueblo requiere un proceso constante en el que cada nueva generación se encuentra comprometida. Es un trabajo lento y arduo que requiere dejarse integrar y aprender a hacerlo hasta desarrollar una cultura del encuentro en armonía multifacética”.
Los prelados llaman a la acción, a no ser indiferentes, porque “la solución no es la pasividad. Creemos que es posible transformar estos conflictos deshumanizantes en eslabones de un nuevo proceso”.
Sin duda, “esto requiere valentía de nuestra parte. Y ya lo hemos demostrado cuando fue necesario alcanzar la independencia. ¡Bienaventurados los que trabajan por la paz!”, por ello, proponen a todo el pueblo de Dios que peregrina en Haití, a todos los bautizados aquí y en otros lugares y a todas nuestras instituciones eclesiales que “permanezcan activamente, en estas horas oscuras de nuestra historia como pueblo”.
Detener este genocidio
“Dondequiera que estemos, incluso en los rincones más remotos, nuestra solidaridad, nuestra cercanía, nuestra oración, nuestras exhortaciones como ciudadanos y como pueblo puede contribuir”, han dicho.
Han invitado “a los sacerdotes de todas las parroquias de las diez diócesis del país, a los religiosos y a los fieles laicos a organizar una verdadera cadena de oraciones por la libertad, por la liberación de nuestro querido país, de la influencia y violencia de las pandillas”.
“Seguimos apoyando así con esperanza los esfuerzos encaminados a la resolución pacífica de esta crisis multidimensional. Alentamos todas las iniciativas adoptadas para detener el flujo de sangre y proteger a la población vulnerable abandonada a su suerte. Demandamos alto y claro ante el mundo, que hay que detener este genocidio”, finalizaron.
Además exigen a los poderes públicos y otros sectores de la nación “cesen en su complicidad y apoyo a las bandas armadas, que la Policía se convierta en aliada de la población, que el diálogo político-social se construya en base a las necesidades reales de la gente”.
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