Analizar la realidad, discernir y hacer una opción clara por un líder que represente a un determinado colectivo político es un deber para todo ciudadano. Sin embargo, más allá de aquello que los políticos ofrezcan al calor de la campaña, las promesas sobre un falso bienestar o las herramientas que usen para convencer a sus electores; es necesario considerar cuales son las motivaciones de sus acciones antes de tomar cualquier decisión.
Esta es la invitación que nos hace el Cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas en una reflexión en la que advierte sobre los falsos líderes que solo buscan aprovecharse de la pobreza que muchos padecen para lograr sus objetivos.
Mirar
Sí, primero los pobres, porque son los preferidos de Dios. Sí, porque Cristo, “siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9). Sí, porque esa es la señal que comprueba la autenticidad del Mesías (cf Lc 7,21-22). Sí, porque ellos son los primeros bienaventurados (cf Mt 5,3; Lc 6,20). Sí, porque el Espíritu ungió a Jesús para “traer la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4,18). Sí, porque ayudar a los pobres es el camino seguro para ir al cielo (cf Mt 25,35-45). Sí, porque fue la recomendación que hicieron los apóstoles a Pablo (cf Gál 2,10). Sí, porque “Dios escogió a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe… ¡Y ustedes los desprecian” (Sant 2,5-6). Sí, porque la Virgen de Guadalupe escogió a un pobre indígena para hacerlo portador de su mensaje… Y podríamos agregar tantas otras razones para esta preferencia, que no es desprecio a otros, sino que es opción conforme a los criterios de Dios. Pero, ¡ojo!, siempre y cuando esa opción preferente se haga por amor, no por otros intereses, no para usar a los pobres para la propia conveniencia. ¡Dios es amor! Y se demuestra que somos discípulos de Jesús, si nos amamos unos a otros como El nos ha amado (cf Jn 13,34-35).
Sin embargo, yo he conocido organizaciones no gubernamentales que se dedican a los pobres, a defender sus derechos, pero que viven de los pobres. Reciben grandes cantidades para sus programas, pero son ellos los que más se enriquecen, a costa de los pobres. Hay Judas que dicen preocuparse de los pobres, pero son ellos los que se benefician (cf Jn 12,4-6). Hay líderes que reparten dinero a los pobres, a los ancianos y minusválidos, a los jóvenes sin estudio, para que voten por ellos y por su partido. Tramposamente les aumentan las cantidades cuando se acercan las elecciones. ¡Eso es hipocresía y populismo inmoral! ¡Eso es demagogia! Y es lamentable que mucha gente que no se da cuenta de ello y sólo se fijan en quién les da más dinero, sin advertir el veneno que hay detrás.
Jesús es muy claro en esto y nos advierte: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que procede de Dios” (Mt 4,4). A quienes lo siguen sólo por el interés de que les dé alimento, les advierte: “Ustedes no me buscan por los signos que han visto, sino por el pan que comieron hasta saciarse. Preocúpense no por la comida de un día, sino por otra comida que permanece y con la cual uno tiene vida eterna. El Hijo del Hombre les da esta comida” (Jn 6,26-27). Muchos siguen a alguien sólo por el interés de lo que les regala, y no advierten los intereses perversos que hay detrás de tanto dizque amor por ellos.
Discernir
El Papa Francisco, en su carta encíclica Fratelli tutti, nos advierte:
“Hay líderes populares capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad. El servicio que prestan, aglutinando y conduciendo, puede ser la base para un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de ceder lugar a otros en pos del bien común. Pero deriva en insano populismo cuando se convierte en la habilidad de alguien para cautivar en orden a instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo, con cualquier signo ideológico, al servicio de su proyecto personal y de su perpetuación en el poder. Otras veces busca sumar popularidad exacerbando las inclinaciones más bajas y egoístas de algunos sectores de la población. Esto se agrava cuando se convierte, con formas groseras o sutiles, en un avasallamiento de las instituciones y de la legalidad” (159).
“Los grupos populistas cerrados desfiguran la palabra ‘pueblo’, puesto que en realidad no hablan de un verdadero pueblo. En efecto, la categoría de ‘pueblo’ es abierta. Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente. No lo hace negándose a sí mismo, pero sí con la disposición a ser movilizado, cuestionado, ampliado, enriquecido por otros, y de ese modo puede evolucionar” (160).
“Otra expresión de la degradación de un liderazgo popular es el inmediatismo. Se responde a exigencias populares en orden a garantizarse votos o aprobación, pero sin avanzar en una tarea ardua y constante que genere a las personas los recursos para su propio desarrollo, para que puedan sostener su vida con su esfuerzo y su creatividad. En esta línea dije claramente que estoy lejos de proponer un populismo irresponsable. Por una parte, la superación de la inequidad supone el desarrollo económico, aprovechando las posibilidades de cada región y asegurando así una equidad sustentable. Por otra parte, los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras” (161).
“El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna. Por ello insisto en que ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo” (162).
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Actuar
Preocupémonos todos por los pobres, pero ayudemos sobre todo a los adultos mayores a discernir si el dinero que les dan es por justicia social, o por cínicos intereses electorales. Los gobiernos pasados también han dado ayuda a los pobres, pero ¡cuidado con quienes se aprovechan de su pobreza sólo para comprar su voto! Eso es indigno e inhumano. Reflexionemos.
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