El adjetivo, semánticamente, es la clase de palabra que asigna propiedades – características, cualidades o relaciones – a los nombres sustantivos. Recordemos que el adjetivo cumple una función de gran relevancia dentro de la lengua, ya que nos permite conocer la concordancia entre una cosa con otra, expresada a través de una cualidad o accidente, que participa de su índole o naturaleza, que califica y determina al sustantivo.
Bolivariano es un adjetivo que concierne, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, a todo aquello “relativo o relativo a Simón Bolívar, militar y político venezolano”.
Ahora bien, el término bolivariano no solo resalta lo antes expuesto, ya que tiene también una fuerte connotación política vinculada a proyectos ideológicos de diversa naturaleza, como claramente lo han señalado libros fundamentales como, por ejemplo, El Culto a Bolívar del historiador Germán Carrera Damas.
En tal sentido, y si hacemos un ejercicio de honestidad, habría que aceptar lo complejo que resulta definir con exactitud qué es, desde esa perspectiva, bolivariano. En Venezuela, y en algunos países latinoamericanos, hemos tenido gobiernos de distintos matices ideológicos que se han reconocido como bolivarianos.
Precisamente, este aspecto, hace irracional la idea, según la cual, lo bolivariano pueda ser empleado como una característica que represente alguno viso de identidad, dado que, la identidad viene a ser lo igual a uno mismo, incluso “ser uno mismo”.
En la propia Iglesia, como el caso de Cáritas América Latina y el Caribe, desde hace más de 50 años aproximadamente, están distribuidos por regiones y una de estas se denomina países bolivarianos, en efecto, aludiendo a los países que Bolívar –como reseña la historia – libertó: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.
Ha corrido mucha agua bajo el puente, y en pleno 2023, cuando vemos que estos países con esta misma tradición histórica han sido arrasados por las castas políticas que se abrogan la figura de Bolívar y en su nombre oprimen, empobrecen y humillan a sus poblaciones, ¿es consecuente (y coherente) que dentro de la Iglesia sigamos validando estos términos, so pena de ser silentes cómplices?
Abro el debate para discernir, acompañados por el Espíritu, en una escucha atenta; sobre todo, a ejemplo de san Oscar Romero denunciar las estructuras de opresión, que muchas veces también se esconden – hasta validan – en las estructuras del lenguaje. Hombres y mujeres de fe estamos llamados a anunciar el Evangelio, pero también a denunciar las estructuras del pecado social, incluso, aquellas que están subrepticias y parecen inocuas.
¿Países bolivarianos?
Entendemos por países bolivarianos a la agrupación de seis naciones hispanoamericanas (Bolivia, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú y Venezuela) cuyo origen republicano se remonta a la época de las guerras independentistas o sobre las que posteriormente Simón Bolívar mantuvo influencia directa o de gobierno.
También se resaltan de esta manera aquellos países que, de alguna manera, se suscriben dentro del marco que sustenta la necesidad de una unidad latinoamericana. Sin embargo, al igual que el término bolivariano, la idea de unidad latinoamericana ha sido expuesta desde diversos matices ideológicos que hacen muy compleja la misión de establecer un criterio que defina dicha unidad.
Desafortunadamente, en lo que sí parecen coincidir tanto el concepto bolivariano o de unidad latinoamericana, es que siempre se está en un constante comenzar, lo cual, de entrada, no resulta negativo, el problema es que se trata de un comenzar siempre de cero, desconociendo el pasado, un llegar si haber llegado, como lo destacaría en su momento Mario Briceño-Iragorry.
Ahora bien, en los últimos años, ha vuelto a surgir un nuevo proyecto bolivariano cuyo norte es nuevamente la unidad latinoamericana. Una visión geopolítica que aboga por la consolidación del mundo multipolar, pluricéntrico y de equilibrio con el universo, tal y como se expresa en la carta de Angostura, pero cuyos resultados han sido tan lamentables que no vale la pena volver sobre ellos.
¿Por qué no países andinos?
El término bolivariano ha ganado más en polémica que en solvencia en su significado, dado que, como hemos dicho, ha sido empleado más como justificación a proyectos políticos, personalistas y totalitarios, que a búsquedas transparentes de unidad latinoamericana.
En tal sentido, me resulta más alentador y concerto el término andino. Conceptualmente, el término andino o comunidad andina remite a algo absolutamente concreto, definible y coherente.
Los países que se adscriben a esta dimensión tienen como características el hecho de compartir la cordillera andina y que, a su vez, comparten una cultura heredada de la civilización incaica. Por supuesto, aunque estas circunstancias puedan marginar a Panamá, sería menos complejo que suscribirse bajo una categoría política cuestionable.
¿Podemos establecer una unidad latinoamericana a partir de conceptos que promueven divisiones? En especial, por conceptos que, en vez de convocar valores colectivos que inviten a contemplar juntos el horizonte, auspiciemos valores que han dado sustento a proyectos individualistas, totalitarios y, muchas veces, contrarios a los más básicos y elementales pilares democráticos. Creo que no, al menos, hasta los momentos, esto no ha sido viable.
De hecho, la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos /as (CLAR), seguramente amparados en la actual coyuntura y en coherencia con lo que nos pide el Evangelio, usa el término países andinos para las confedereaciones nacionales de estas regiones.
Aunque queda siempre abierta la posibilidad de volver sobre los aires originarios del bolivarianismo y rescatarlo de la bruma de contradicciones y desviaciones que lo han debilitado como proyecto integrador de pueblos que comparten mucho más que un nombre. Pero por ahora, y como ha cuestionado el Papa Francisco, ninguna ideología trae provecho, solo división, por ende, abramonos al Espíritu y guiemonos por el ejemplo de Jesús. Paz y Bien.
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Jeanette Rincón says
13 de agosto de 2023 at 17:00Hace unos días, en una reunión Regional virtual, también alguien argumentó que deberíamos llamarnos «suramericanos» y no «latinoamericanos» colocando más énfasis en una geopolítica que en un origen lingüístico más o menos común.
En cuanto a este tema de países bolivarianos vs. andinos , dos comentarios:
1. En mis andanzas por Bolivia, Perú y Panamá en este siglo, no he visto una «identidad bolivariana’ en la gente. Parece, hoy por hoy, traído de los cabellos seguir llamando así a naciones que no se reconocen tan así.
2. En caso de dar el paso a modificar la forma en la que nos denominamos, a la de «países andinos», quedaría por definir el caso de Venezuela que muchas veces se le considera más caribeño que andino debido a que es el país que posee la extensión de costas en el Mar Caribe más extensa y el impacto de lo «cultural Caribe» en lo «venezolano» que lo «cultural andino» es mayor… En esta «Región» y «subregiones» seguimos reflexionando sobre nuestra Identidad… Tema interminable de la Filosofía Latinoamericana.
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