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Por una catequesis que se urbanice (I)

Dr. Jesús Serrano, Docente de la Maestría en Pastoral Urbana. Universidad Católica Lumen Gentium (México)

Actualmente el 80% de los habitantes de América Latina viven en ciudades, lo que representa numerosos desafíos en materia de abastecimiento, salud, medio ambiente, educación, seguridad, entre otros. Para todos los que habitamos en ciudades existen complicaciones que por momentos nos hacen sentir abrumados, pero permanecemos en las ciudades porque en ellas está nuestro sustento, nuestras familias, nuestros amores y también Dios.

En su extraordinaria visión sobre la historia de la Salvación, San Agustín nos hizo conocer que toda ciudad es “Ciudad de Dios”, por eso nos sensibilizamos porque en ella Dios habita, se manifiesta y también la construye según su plan.

El Documento de Aparecida, en sus numerales 517 y 518, nos presenta lo que será un programa para una pastoral urbana. En el 518, incisos d y l, se nos señala la necesidad de desarrollar “un proceso de iniciación cristiana y de formación permanente que retroalimente la fe de los discípulos del Señor integrando el conocimiento, el sentimiento y el comportamiento”. Desde luego, es mucho lo que toca comprender y proyectar acerca de la importancia de este nuevo paradigma pastoral y sobre la verificación práctica que debe darse para cumplir lo que Aparecida nos pide respecto a una catequesis urbana o una pastoral catequética urbana.

Los contenidos catequéticos son los propios de la fe (Cat. Igl. Cat. 4), el adjetivo urbano nos abre a los imperativos que tiene la situación histórica, cultural y social en la que ocurre el hecho catequético. En cierta forma, la catequesis que ocurre en la ciudad ya es urbana, porque responde a los condicionamientos de la vida urbana aun sin pretender. En cambio, puede haber una catequesis o unos catequistas a quienes falte la sensibilidad de responder al hecho urbano.

Un primer aspecto para considerar es la complejidad. La ciudad significa diversidad. En ella encontramos diferentes situaciones educativas y culturales, diferentes estratos socioeconómicos, diferentes ideologías y posiciones políticas, empleos tan diversos como el que está limpiando vidrios es un semáforo hasta el alto directivo de una corporación. Todo ello condiciona a las personas que se hacen presentes en el acto catequético, ya que pertenecen a micro-culturas urbanas.

En segundo lugar, hay que considerar la comunicación. La catequesis es un acto comunicativo y, por lo tanto, tiene un emisor, un interlocutor y un mensaje. A veces se simplifica pensando que el hecho de hablar un mismo idioma, sea español o portugués, implica que el interlocutor nos entiende. Esto no es así. El lenguaje contiene toda la profundidad de nuestra comprensión del mundo y de la forma en que impregnamos nuestros valores. Así como existen micro-culturas, también existen micro-lenguajes urbanos. En la catequesis urbana se requiere traducir el mensaje a los lenguajes de los participantes. No será extraño que el emisor (catequista) y el receptor (catequizando) pertenezcan a micro culturas diferentes y que, por lo tanto, sea necesaria una traducción. Esta respuesta presupone que el catequista y su equipo conozca, entienda y valore las culturas de los que serán sus destinatarios.

Un tercer aspecto para considerar corresponde a la subjetividad, esto es, la situación de hecho que viven los interlocutores. Anteriormente podría considerarse como obvio un punto de partida de cristiandad. Familias integradas, formadas por papá y mamá casados por la Iglesia, con varios hijos, todos bautizados, viviendo bajo un mismo techo, yendo a misa cada domingo, resolviendo sus problemas morales de manera discreta, e interactuando con vecinos y familiares católicos. En la catequesis urbana es necesario conocer las realidades subjetivas y sociales de los catequizandos y prepararse para dar respuesta a situaciones de vida que pueden ser complejas.

Un último y muy importante aspecto para considerar es el propio lugar de la catequesis en el conjunto de la vida y de las aspiraciones de los católicos. El dinamismo parroquial se encuentra en revisión, como se analizó del 4 al 6 de octubre de 2022 en el Congreso Internacional de Pastoral Urbana de la Arquidiócesis de México. Si muchos católicos han tomado distancia de sus parroquias esto también incide sobre los espacios de formación. No sólo si pensamos en la catequesis de iniciación de niñas y niños, sino la que se ofrece a jóvenes y adultos, todas parecen hoy debilitadas por una falta de pertinencia y ello debe leerse a la luz de los tres puntos anteriores.

En una próxima colaboración con este espacio propondré algunas iniciativas que pueden responder a estos cuatro desafíos.

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