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¿Qué retos plantea la pastoral urbana a la catequesis? (II)

Por Pbro. José Luis Quijano /Laboratorio de Catequesis del Celam

Los retos a los cuales se ve hoy expuesta la catequesis en la pastoral urbana

Estos retos no conciernen sólo a la catequesis, sino a toda la Iglesia. La catequesis, como acción eclesial, está implicada en ellos. Como sabemos muy bien: la Iglesia hace la catequesis y la catequesis hace la Iglesia. O dicho de otro modo: dime en qué Iglesia vives y te diré qué catequesis haces. Por tal razón y en la misma línea de lo que venimos afirmando, el primer y más englobante reto que señalamos es la perspectiva misionera como forma de Iglesia y figura del cristianismo. La misión se convierte en la clave de reinterpretación del cristianismo, de la Iglesia y de su pastoral.

 Lo dice con toda claridad el Papa Francisco: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto- preservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, ‘toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial.”[13]

 El segundo reto, en relación con el primero, consiste en superar la nostalgia que nos lleva a mirar hacia atrás y a intentar reconducir la acción pastoral a épocas pasadas, cuando todos se dirigían natural y espontáneamente a la parroquia. “Hemos nacido como levadura; nos hemos convertido, al menos durante quince siglos, en masa, y haciéndonos masa (cristianismo sociológico) hemos perdido la fuerza de ser levadura; el Señor reconduce su Iglesia a ser una minoría. La tentación es de replegarnos en una “secta minoritaria”, o peor en una minoría en contra. He aquí el reto. Es en este punto donde nos jugamos el futuro de la Iglesia y más todavía del cristianismo.”[14]

 Como podemos observar, estos dos retos se refieren directamente a la Iglesia como “pueblo pastoral” y a la renovación misionera de las comunidades. En este sentido Aparecida nos pone claramente de cara al reto de transformar las estructuras caducas que ya no favorecen la transmisión de la fe.[15]En este mismo plano, planteamos el tercer reto acerca del cual se ha expresado recientemente el II Congreso Internacional de Pastoral Urbana[16]: pensar una catequesis urbana en una parroquia urbana. Como nos deja en claro la EG:” La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas…”[17]

Habiéndonos focalizado en las comunidades eclesiales, planteamos el cuarto reto, que concierne directamente a la catequesis y a los catequistas y que consiste en facilitar procesos de transición, cultivando a un tiempo lo nuevo y lo antiguo, favoreciendo procesos de integración y de comprensión para no imponer sino proponer. El quinto reto nos remite a la identidad de la catequesis que ya hemos abordado brevemente en el apartado 2. Consiste en su conversión en una catequesis kerigmática y misionera de inspiración catecumenal.

El sexto reto también se refiere específicamente a la catequesis: en los escenarios urbanos multiculturales, ella está llamada a favorecer la interculturalidad, promoviendo el diálogo entre las diversas culturas coexistentes. Inculturar el Evangelio en la multiculturalidad es un reto apasionante: una catequesis capaz de anunciar la Buena Noticia de Cristo Salvador respetando todo lo bueno, bello  y verdadero que existe en las culturas.

El séptimo reto nos lleva a situar la catequesis en el entramado orgánico de las funciones eclesiales y no como un compartimento estanco y aislado de las otras áreas pastorales. Y si, como hemos dicho antes, la conversión misionera atañe a toda la Iglesia y a toda la pastoral, estamos desafiados a pensar cómo desarrollar esa perspectiva en cada una de esas áreas. Al respecto, es interesante releer el capítulo XII del DC que nos convoca a formar una Comisión de Iniciación a la Vida Cristiana en nuestras diócesis, comisión integrada por agentes de pastoral de las diversas pastorales. Allí tiene también su lugar la pastoral urbana.

El catequista misionero en la pastoral urbana

Jesús conocía y actuaba muy bien la “pastoral urbana” de su tiempo. Llegaba a una ciudad y la gente se agolpaba para verlo, tocarlo, escucharlo. Su fama lo precedía. Es fácil imaginarlo vital, atrayente, sugestivo, perceptivo…  En el encuentro con Zaqueo[18]  en la ciudad de Jericó no  se escandalizó por la vida ni por la fama del publicano rico. No utilizó recriminaciones ni largos sermones. Simplemente se paró junto a él y le dio la mejor noticia que Zaqueo pudo haber recibido en ese momento. :_ Hoy voy a alojarme en tu casa. Esta buena noticia transformó al publicano, que cambió rotundamente de vida.

A imagen de Jesús, el catequista misionero utiliza un proponer que invita a  realizar el descubrimiento de la novedad atrayente y convocante del Evangelio. Presenta la fe como un descubrimiento a realizar y como una búsqueda a emprender, al estilo de la invitación que el Señor hizo a sus primeros discípulos: “Vengan y vean”. [19]Realiza su propia confesión de fe en un lenguaje existencial, que interpela la libre y consciente respuesta de fe del catecúmeno o del catequizando.  Opta por una catequesis que no se limita a nutrir una fe ya en acto. Trata siempre, incluso después de la conversión inicial de sus interlocutores, de provocar el encuentro con el Señor Jesús como Buena Noticia que  cambia el orden de prioridades en la propia vida y llama a recibir el don de Dios en condiciones nuevas.

Este catequista realiza una catequesis de la segunda escucha. El Evangelio, propuesto como don que no obliga, hace superar el acostumbramiento y  ayuda a crecer en la fe, desde la interioridad más profunda de la persona, que da  y reitera una y otra vez su “sí” a Dios. No se escandaliza ante las diversas situaciones de vida y de fe de las personas que llegan a los procesos catequísticos que ellos animan. Recibe a los interlocutores con el corazón abierto en un doble sentido: abierto para recibir y contener y abierto para conocer y comprender, en un concomitante servicio del amor, la voluntad y la inteligencia.

A veces, la llegada a la catequesis, el ingreso a la parroquia, el lenguaje y el clima religiosos despiertan los anhelos profundos de Dios que habitan en cada hombre y en cada mujer. En otras ocasiones, en cambio, esos anhelos están cubiertos por innumerables recursos con los que lograron sobrevivir en las travesías de su vida. Con profundo amor y respeto, el catequista misionero se dispone al anuncio que salva, transforma y renueva la vida en la esperanza.

El catequista misionero aprende a discernir cómo reformular el kerigma pascual en las particulares y personalísimas circunstancias de cada uno. ¿Cuál es el anuncio  para aquella abuela que llega a la catequesis familiar con el viejo y guardado dolor de su nietita muerta en un asalto callejero? ¿Y para aquella mamá que ha logrado formar una familia ensamblada, después de las vicisitudes de su violenta separación? ¿Y para aquel papá enfermo y sin trabajo? Reformula el kerigma pascual para que resuene como una buena noticia en las travesías de la vida de los adultos, el catequista misionero vive y hace vivir una catequesis personalizada de la libertad, la gracia y la esperanza.

En el corazón de las experiencias, el misterio humano preocupa a este catequista, en sus dos dimensiones: la vida y la muerte. Esto vale para un amor, el nacimiento de un hijo, la pérdida del trabajo, una enfermedad… Para que estos umbrales se hagan consentimiento, invocación, acción de gracias y  profesión de fe es preciso un anuncio misionero. Dicho de otro modo: es preciso el anuncio y el testimonio de alguien que ayude a reconocer allí una buena noticia. Es preciso que alguien ayude a reconocer allí una Presencia que bendice, para que las personas puedan decir, como Jacob, “Dios estaba allí y yo no lo sabía[20].”

El misionero catequista en la pastoral urbana

 El misionero catequista sale de su comunidad y va al encuentro de las mujeres y los hombres de la ciudad, va al encuentro de su cultura porque allí reconoce las semillas del Verbo que fueron esparcidas en todo lo creado y que, en ocasiones, están ocultas en escenarios de violencia, corrupción e indiferencia. Como en el campo con trigo y cizaña[21], la caridad, la belleza y la bondad germinan en los escenarios que se construyen en la ciudad. Utiliza un lenguaje que supera la mera oralidad. Es un lenguaje rico en la antropología y sociología de la ciudad. Se comunica sobre todo con un lenguaje simbólico, cargado de gestos. El lenguaje verbal, en cambio, requiere más tiempo y reflexión y la vorágine de la vida ciudadana no lo permite.

No es el lenguaje dirigido a los fieles que participan en los templos. En la pastoral urbana los templos son, a veces, las plazas, las esquinas, los bares y otros lugares “no templos”. Se construyen desde el reconocimiento de que en el otro habita Dios, un Dios implícito en la vida misma de cada uno, en lo más profundo de cada persona. ¿Quiénes son los más habituales interlocutores de este misionero catequista? Los pobres, los descartados del sistema, los que pagan la creciente hipoteca social… Ellos enseñan al misionero catequista a reconocer a Dios implícito en los escenarios urbanos.

En el silencio, las palabras y los gestos del misionero catequista el kerigma recorre la ciudad. Camina, acompaña, consuela y reconstruye. No siempre está explícito. A veces alcanza un abrazo o una estampita. Mejor hacer silencio y estar, poner el cuerpo, acompañar. También en la pastoral urbana el misionero catequista evangeliza y es evangelizado. Él o ella escuchan el kerigma que silenciosamente gritan las distintas formas de pobreza de la cultura urbana. Lo escuchan en las guardias de los hospitales, en las personas en situación de calle, en los refugios, en las comisarías, en la indiferencia… Dios no está solamente en los sacramentos, en la oración, en el templo. Él se manifiesta en las situaciones existenciales que viven las personas cada día.

El misionero catequista sabe que no ha sido llamado a vivir la misión de Jesús y su Reino en un lugar encriptado en sí mismo, resguardándose de lo externo. El hombre es sacramento[22] y el cuerpo del hombre es templo. Desde allí partimos y lo elevamos. La imagen de Dios que ofrece el catequista misionero es la imagen de un Dios que perdona, que abraza la pobreza, que eleva al hombre y a la mujer reconociéndolos valiosos, únicos e irrepetibles.

Quiero agradecer el aporte de las prof.  Lic. Andrea Zannol y Lic. Ana María Cincunegui.


Tigre, 1° de noviembre de 2022, solemnidad de todos los santos

[1] Cfr. Galli C. M.., “La pastoral urbana en la Iglesia latinoamericana. Memoria histórica, relectura teológica  y proyección pastoral,” Revista Teología, Tomo XLVII.  Nº 102,  Agosto de 2010, pág. 73-129.

[2] Cfr. Ap. 509 – 519

[3] En la presentación de la multiculturalidad en los ámbitos urbanos seguimos a Jorge Seibold, sacerdote jesuita argentino ordenado por Mons. Angelelli el 19 de diciembre de 1970 en el Colegio Máximo de San Miguel, Prov. de Buenos Aires, Argentina. Fue decano de la Facultad de Filosofía (Universidad del Salvador, San Miguel, 1981-1997). Profesor invitado en la Pastoral Urbana en la Facultad de Teología del Seminario de Villa Devoto de la Pontificia Universidad Católica Argentina.

[4] Cfr. Ap. 514

[5] Cfr. Ap. 509

[6] Desafío Nº 37. Construyendo nuevas alternativas de acción pastoral parroquial que conecten fe y vida, a partir de la escucha y el diálogo. Participando en iniciativas con los diferentes grupos, movimientos sociales e instituciones presentes en los diversos espacios urbanos y suburbanos. Adecuando las celebraciones litúrgicas a los diversos contextos socioculturales. Valorando las celebraciones de la piedad popular

[7] Así como hemos sido breves en la explicitación de la identidad de la catequesis, también lo fuimos al referirnos a la pastoral urbana. En Argentina, mucho han aportado a esta reflexión los Encuentros de Pastoral Urbana y el Iº Congreso Regional de Pastoral Urbana de la Región Pastoral y Eclesiástica de Buenos Aires. Cfr. Scheinig, J.E.,  Dios en la Ciudad, Buenos Aires, San Pablo, 2012.

[8] Hermosa metáfora utilizada en reiteradas oportunidades por el catequeta italiano Enzo Biemmi.

[9] Cfr. Ap. 515

[10] Cfr. DC 61.

[11] Cfr. EG 164

[12] Cfr. EG 165

[13] EG 27

[14] Cfr. Biemmi E. “La perspectiva misionera. Una clave para la conversión de la catequesis y de la pastoral” durante las Jornadas de estudio Louvain-La-Neuve (Bélgica), 2014

[15] Cfr. Ap. 365

[16] 4 al 6 de octubre de 2022, México. El objetivo del II Congreso Internacional de Pastoral Urbana fue Impulsar la transformación de la parroquia en su identidad y sentido, activando procesos de Iglesia en salida, sinodal y samaritana, para responder a los retos de las grandes ciudades en tiempos de pandemia.”

[17] Cfr. EG 28

[18] Lc. 19, 1 – 10

[19] Jn 1,39

[20] Gén. 28, 16

[21] Mt. 13, 24 – 30

[22] Realmente el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación pues Él mismo, el Hijo de Dios con su encarnación (Cfr.  Redemptor Hominis 8 y Gaudium et Spes 22)

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