ADN Celam

Las promesas se tornan en “practicidad” y los compromisos se deterioran con el “realismo” de la mediocridad afectiva, política, social y eclesial. Porque, con cierta facilidad, cambiamos los objetivos por conquistas, los recursos por despilfarro, las estrategias por viveza, la sobrevivencia por corrupción y lo espiritual por el maléfico poder sobre las conciencias.

Jesucristo, en todo tiempo, nos invita a la “conversión integral” para no mundanizar nuestro estilo de vida, permitiendo que la simonía y la idolatría del dinero destruyan la dignidad individual y la fraternidad universal. Porque la “fidelidad” a una persona no debe implicar la infidelidad al Evangelio, el “sentido de cuerpo” no debería suponer la complicidad y el encubrimiento, y la “defensa de la institución” no debería revictimizar a quienes sufren el abuso de poder económico, tecnológico, sexual, ideológico o religioso.

La negligencia de unos permite el abuso de otros y la eficiencia de algunos líderes naturaliza la corrupción de algunos, justificando la de muchos. Por eso, en los pequeños detalles de la cotidianidad, se va forjando la fidelidad, honestidad, solidaridad y espiritualidad, sin estar esperando a las emergencias para desbordarnos de generosidad.

Las pequeñas cosas se pueden comprar con dinero o con influencias; pero lo que es realmente importante se recibe como “don”, se fortalece con “amor” y se comparte -a veces con dolor y otras con alegría- en la gran “misión” de humanizar nuestras relaciones y poner espíritu en nuestras opciones.