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Reflexión Bíblica: Domingo, 26 de junio de 2022

Bogotá, 26 de junio de 2022

Por Hno. Jesús García /Capuchinos de Ecuador

“Mientras iban de camino, alguien le dijo: ‘Maestro, te seguiré adondequiera que vayas” (Lc 9,57)

Así como “el infierno está lleno de buenas intenciones” (adagio popular) y que “una cosa es predicar y otra dar trigo”, también comprobamos que los entusiasmos rápidos pueden esfumarse como la “arrancada de caballo, parada de burro”. Miremos, si no, la cantidad de promesas de amor eterno entre novios-esposos que se quiebran ante las dificultades; o también las vocaciones ultrapiadosas que duran hasta el siguiente conflicto; o el grupo de prosélitos que engrosan en las filas de un grupo religioso o político hasta que la crítica o el compromiso les exige algo más…

¿Hasta qué punto estamos donde y con quien nos beneficia? ¿Es más grande la decisión de darse que la necesidad de proveerse… cosas, afectos, seguridad, ideas….?

Jesucristo no ha venido a ser servido sino para servir y dar la vida por todos (cfr. Mt 20,28), y nos llama a “estar con él e ir donde va él” (cfr. Mac 3,14), más allá de nuestros imaginarios, necesidades, previsiones, seguridades o capacidades. No es cuestión de voluntarismo sino de “opción”; no se trata de buenos deseos sino de cotidiana “responsabilidad”; no es suficiente con el impulso momentáneo sino con la “constancia” del Espíritu; no valen las promesas entusiastas sino la “entrega” gratuita.

¿Seguiremos con el mismo entusiasmo a Jesucristo cuando multiplica los panes-pescados que cuando carga con su cruz? ¿Hasta dónde alcanzará la fuerza de las promesas frente al dolor de la crítica y la persecución?

Seguir a quien es el “camino, la verdad y la vida” y seguirle mientras caminamos… requiere primerear el amor, sinodalizar la comunidad, desclericalizar la misión, proteger a las víctimas, bienaventurizar a los pobres, rehermanarnos con la casa común, reconciliarnos con la historia, construir redes de justicia y disfrutar del seguimiento a Jesucristo -pobre/crucificado/vivo- con la “alegría” contagiosa del Evangelio.

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