“Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo” (Mt 20,4)
La palabra “cambio” se repite innumerables veces en ámbitos políticos, económicos, tecnológicos, emocionales, institucionales, etc, como el argumento para buscar algo mejor. En ocasiones se puede hablar de “gatopardismo”, que no deja de ser un engaño cosmético al cambiar todo para que nada cambie. Las relaciones familiares, políticas y religiosas no están exentas de este “fariseísmo” más o menos normalizado.
La palabra “justicia” se emplea -no pocas veces- como sinónimo de legalidad o de venganza, aunque la ley sea injusta o la reparación no dignifique a la víctima. La justicia podría ser argumento para hablar de inequidad cuantitativa -tener más o menos que otro- o para la reivindicación dolorosa frente a la impunidad.
El Evangelio nos invita a la “conversión integral” de nuestras mentes y nuestras acciones, para que aprendamos a discernir “buscando el bien” para todos -empezando por las víctimas- en lugar de cuantificar nuestras relaciones con dinero o status. Es necesario discernir entre la reparación integral a quien ha sufrido, y la posible venganza contra quien ha delinquido. Porque la justicia de Dios es el “bien” de todos y de todo, la “vida” plena-llena de dignidad, la “restauración” de la fraternidad por encima de cualquier opresión-sometimiento, y la “alegría” compartida, porque hemos aprendido todas las ventajas de ser corresponsables en el bien de todos -especialmente de los/as más relegados/as-.
Ya no estamos obsesionados con la defensa de los privilegios ganados a través del tiempo o de posibles méritos, ni tampoco insistimos en marcar las diferencias con los inferiores para mantener las ventajas de la supuesta superioridad. Estamos llamados a vivir en la justicia que Dios practica con amor, perdón y responsabilidad.
Nuestras comunidades familiares, sociales, eclesiales y ecológicas no pueden desarrollarse sin la justicia que “mira” hacia adelante, “escucha” el clamor de los que se quedaron atrás y “camina” sinodalmente con quienes practican la justicia y la paz, al ritmo de las Bienaventuranzas.
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