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Reflexión Bíblica Dominical: 28 de enero de 2024

“𝙎𝙪 𝙢𝙖𝙣𝙚𝙧𝙖 𝙙𝙚 𝙚𝙣𝙨𝙚ñ𝙖𝙧 𝙞𝙢𝙥𝙧𝙚𝙨𝙞𝙤𝙣𝙖𝙗𝙖 𝙢𝙪𝙘𝙝𝙤 𝙖 𝙡𝙖 𝙜𝙚𝙣𝙩𝙚, 𝙥𝙤𝙧𝙦𝙪𝙚 𝙝𝙖𝙗𝙡𝙖𝙗𝙖 𝙘𝙤𝙢𝙤 𝙦𝙪𝙞𝙚𝙣 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙖𝙪𝙩𝙤𝙧𝙞𝙙𝙖𝙙, 𝙮 𝙣𝙤 𝙘𝙤𝙢𝙤 𝙡𝙤𝙨 𝙢𝙖𝙚𝙨𝙩𝙧𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙇𝙚𝙮” (𝙈𝙘 1,22)

“Las palabras convencen, pero los ejemplos arrastran”… dice el refrán… o también: “una cosa es predicar y otra es practicar”. Si lo aplicamos a Jesucristo o a los muy religiosos de su época, se podrá entender la diferencia entre “autoridad” (que nace de la congruencia interior) y el “poder” (que se ejerce contra el mundo exterior). No es lo mismo “hablar” sobre los valores humanos, que “construir” relaciones justas, fraternas, respetuosas, samaritanas, honestas, transparentes, alegres.

A veces, somos observadores “pasivos” y en otras ocasiones “rebeldes” frente a autoritarismos, abusos y violencias en la vida familiar, laboral, social, política, digital, ecológica o religiosa. Lamentablemente la “prepotencia” es el único recurso del que no tiene argumentos, estrategias o seguridad interior. De hecho, somos testigos (no del todo conscientes) de conflictos bélicos, prácticas terroristas, rigideces religiosas y de toneladas de palabras tan vacías como quien las pronuncia. Incluso, -nosotros mismos- no estamos inmunizados de narcisismo o de incoherencia farisaica.

Dado que “no todo lo que parece es” -ni lo que es aparece-, en lo afectivo, social o religioso… sería importante mirar a Jesús para aprender -de Él- en qué consiste la sana autoridad y cómo ejercer el poder. Nada tiene que ver con la acumulación de títulos o la imposición del cargo, sino con la “sencillez” del que sirve y la “resiliencia” de quien cuestiona el sistema actual para proponer -no sin resistencia- el Reino de Dios.

¿Qué heridas o necesidades personales se quieren disimular con el consumismo, el autoritarismo o la violencia? ¿Somos autores -verdaderamente- de lo que hacemos o esclavos endemoniados del pasado?

Poner en “orden” los trastornos (al menos, los conscientes), afrontar con “asertividad” los conflictos (sin dañar a nadie) y buscar el “bien integral” de cada persona-comunidad, son elementos esenciales de la misión cristiana, al estilo del Maestro y Señor.

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