“Es posible caminar con Cristo en el centro y dejarnos guiar por el Espíritu de Dios. Tenemos la esperanza creciente de vivir ya un nuevo tiempo para la Iglesia”. Con estas palabras de uno de los participantes de la Etapa Continental del Sínodo comienza la Síntesis de la Fase Continental del sínodo de la sinodalidad en América Latina y el Caribe, lo que refleja el entusiasmo que despertó el proceso.
Una Iglesia de experiencias participativas
Una síntesis en 107 parágrafos, que recoge lo vivido en una Iglesia de experiencias participativas y que se nutre de la diversidad social y cultural de cada región, lo que motivó la realización de 4 encuentros regionales en los que hubo 415 participantes, según la población de cada país y diversidad de ministerios eclesiales, recogiéndose 423 síntesis con intuiciones, tensiones y temas a profundizar, a lo que se unió el resultado de algunas otras realidades.
Fueron encuentros marcados por la espiritualidad, un clima de encuentro con Dios y un sentido comunitario fraterno más allá de la diversidad. Lo recogido sirvió para la redacción de esta síntesis, llevada a cabo de 17 a 20 de marzo en la sede del Celam, lo que se hizo desde un discernir a la luz del Espíritu, cuyo resultado se presentó a los secretarios generales y presidentes de las conferencias episcopales, contando con la presencia del cardenal Jean-Claude Hollerich S.J., relator del Sínodo; Mons. Luis Marín de San Martín, subsecretario de la Secretaría General del Sínodo; y el P. Giacomo Costa, coordinador de la Comisión Preparatoria del Sínodo.
Partiendo de la Introducción, que aborda la cuestión de una Iglesia en clave sinodal, y en la que se destaca la larga historia de vida conciliar, sinodal y colegial en el continente, el texto se divide en 8 partes, intentando responder a la pregunta de la Secretaría del Sínodo: “¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese ‘caminar juntos’ que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo con la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?”.
Protagonismo del Espíritu
El primer punto de la Síntesis habla del protagonismo del Espíritu en una Iglesia sinodal, que desde Pentecostés “la mueve a fluir y a atravesar la historia con pertinencia y significado y quien la conduce por caminos de renovación y de futuro”, animándola a una auténtica conversión., buscando superar “la tentación del intimismo, los fundamentalismos y las ideologías que nos hacen disfrazar como querer de Dios cuando son búsqueda de intereses particulares”.
Sinodalidad del Pueblo de Dios
En un segundo momento se aborda la sinodalidad del Pueblo de Dios, siempre en camino de esperanza, un pueblo peregrino “que transita por la vida en busca de la felicidad”. Desde ahí se insiste en que “el Pueblo de Dios en camino es el sujeto de la comunión sinodal”, enfatizando que “la sinodalidad nos ayuda a ser una Iglesia más participativa y corresponsable”. Una comunidad de hermanos y hermanas, “llamados a ser sujetos activos por participar del único sacerdocio de Cristo”.
Sinodalidad modo de ser y actuar en la Iglesia
La Sinodalidad, como recoge el tercer apartado, es el modo de ser y de actuar de la Iglesia, desde la catolicidad de un rostro pluriforme, que tiene como fuente de vida e inspiración para los discípulos misioneros, la Eucaristía, la Palabra de Dios, la religiosidad popular. Este Iglesia sinodal tiene que asumir en su modo de ser y de actuar un discernimiento comunitario basado en la escucha mutua al Espíritu y en el diálogo veraz y confiado, algo que tiene como método la conversación espiritual, con el que surgen intuiciones, tensiones y prioridades, habilitando para hablar de temas incómodos y dolorosos con libertad, en una experiencia de relación horizontal.
Iglesia sinodal misionera
Iglesia sinodal misionera es el elemento presente en el cuarto punto, lo que hace ver la urgencia de “estructuras que aseguren una Sinodalidad misionera, incluyendo a todos los miembros de la periferia”. Una Iglesia misionera al servicio de la fraternidad universal, que da continuidad a “la misión de Jesús, contribuyendo al crecimiento del Reino”. Una misión que no es proselitismo, es “el anuncio alegre y gratuito de Jesucristo y de su misterio pascual a toda la humanidad, en una relación intercultural”, encanando el Evangelio en las culturas a través de la participación de todos los bautizados, superando una Iglesia preocupada con resolver los problemas internos y una evangelización centrada en el pecado, que reconozca el papel de las mujeres en la transmisión de la fe.
Compromiso socioambiental en un mundo fragmentado
Con relación a la sinodalidad como compromiso socioambiental en un mundo fragmentado reflexiona el quinto apartado. Eso desde el hecho de que la sinodalidad motiva a la Iglesia a salir de ella misma y a ponerse con toda su misión al servicio de la sociedad. Se analiza la realidad del continente, fragmentado, desigual, con marginaciones y exclusiones, con fuertes polarizaciones ideológicas y políticas, denunciando “el distanciamiento de las Iglesias locales de la realidad”, ante lo que se hace ver que una Iglesia sinodal está llamada a “ser una Iglesia más profética y samaritana”, llamada a “escuchar el clamor de los pueblos y de la tierra”, en un trabajo ecuménico e interreligioso, que también se debe llevar a cabo desde el mundo digital.
Reforma de estructuras
La conversión sinodal y reforma de estructuras ocupa el sexto apartado, una dinámica a la que llama el Concilio Vaticano II y recupera el Papa Francisco, algo que provoca tensiones, pero que también demanda procesos y espacios de escucha, diálogo y discernimiento que lleven a una auténtica sinodalización de toda la Iglesia, que requiere de formación en diferentes ámbitos, también de los seminaristas, y la obligación de los diferentes consejos en diócesis y parroquias.
Vocaciones, Carismas y Ministerios en clave sinodal
Las Vocaciones, Carismas y Ministerios en clave sinodal es una reflexión presente en el séptimo apartado, insistiendo en su diversidad y en que “la Iglesia es un Pueblo profético, sacerdotal y real-servicial donde todos sus miembros son sujetos”, con gran diversidad de ministerios, lo que demanda “un profundo discernimiento comunitario sobre qué ministerios son necesarios crear o impulsar a la luz de los signos de los tiempos, especialmente entre los laicos”, a quienes se debe “propiciar la participación en escenarios de decisión de los laicos y, especialmente, de las mujeres y los jóvenes”, que ayude a superar el clericalismo, entendido como la expresión de autoritarismo clerical. Por eso se llama a repensar el modelo de ministerio ordenado.
Contribuciones desde América Latina y el Caribe
Finalmente son colocadas en el octavo apartado las contribuciones del itinerario sinodal latinoamericano y caribeño, centradas en cuatro cuestiones centrales: la primera, las relaciones mutuas entre la eclesialidad, la sinodalidad, la ministerialidad y la colegialidad; la segunda, la emergencia de una renovada eclesialidad sinodal impulsa el reto de imaginar reformas sinodales en las mentalidades, actitudes, prácticas, relaciones y estructuras eclesiales; la tercera, los aportes de la tradición sinodal del Pueblo de Dios en el continente; la cuarta, el ser Iglesia de iglesias y comunidad de comunidades.
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Todo ello, junto con los aportado por las otras seis regiones y continentes, será la base del Instrumento de Trabajo que acompañará a los participantes de la Asamblea Sinodal que se llevará a cabo el próximo mes de octubre.
documento sinodo
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