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Un Viacrucis para orar por los migrantes

El pasado 27 de marzo, en Ciudad Juárez (México), 40 migrantes perdieron la vida en un incendio ocurrido en la estación migratoria. Desde entonces se han multiplicado los reportajes y las reflexiones sobre ‘el viacrucis de los migrantes’, un drama que se extiende por toda la geografía de América Latina y el Caribe: Centroamérica, el ‘tapón’ del Darién, la frontera colombo-venezolana, la Amazonía, el Cono Sur y tantos otros puntos sensibles al incesante flujo de personas.

La cruz de los migrantes

Estas realidades inspiraron ‘El viacrucis de los migrantes’, una sugestiva iniciativa del misionero de la Consolata colombiano Jonathan Acuña Paula y dos artistas argentinos: Pablo Grando ‘Paú’ y Cristian Camargo ‘Cris’ –integrantes de la Red de Dibujantes Latinoamericanos–, para recorrer con Jesús el camino hacia Calvario, a partir de las situaciones que padecen quienes cargan con la cruz del desplazamiento, la indiferencia, la deportación, el hambre y el abandono por los caminos de América.

Se trata, entonces, de una secuencia de 15 ilustraciones en las que se aborda cada una de las estaciones del viacrucis a partir de las realidades a las que cada día se exponen los migrantes y sus familias, tal como lo expresan sus autores: “los dibujos que acompañan cada estación son expresión de la escucha, oración y reflexión que hemos realizado como artistas y misionero de las historias de vida de personas que han salido de sus países en los últimos meses”. Por eso, añaden, “cada dibujo es una invitación a la compasión, a padecer con ellos sus sufrimientos y a compartir su sueño de lograr para toda la humanidad mejores condiciones de vida”.

El dolor de los migrantes

¿Qué significa la muerte de Jesús en la cruz hoy? ¿Quiénes son los crucificados de este tiempo? Para Jonathan Acuña –recién ordenado sacerdote–, “esta Semana Santa traemos al corazón las situaciones de dolor y sufrimiento que padecen los migrantes, hombres y mujeres que renuevan la pasión de Cristo, que dejan sus hogares o huyen de él para buscar seguridad o mejores condiciones de vida”, afirma.

De ahí que “acompañar a Jesús camino al calvario hoy, es acompañar a los  latinoamericanos que emigran por diversas razones y hacia diferentes destinos; en ellos hoy Cristo es de nuevo condenado a muerte, carga con la cruz y muere crucificado injustamente”, asegura el joven religioso, quien también coordina el grupo Aguapanelazo América, una iniciativa que materializa la ‘Iglesia pobre y para los pobres’ que tanto anhela el Papa Francisco.

A continuación, compartimos ‘El Viacrucis de los migrantes’.

Viacrucis de los migrantes

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Amén.

Después de enunciar cada estación, se dice: 

  1. Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
  2. Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

I estación: Jesús es condenado a muerte

Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Por tercera vez les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad (Lc 23,20-25).

Oremos: Por las personas que emigran por diversas razones y hacia diferentes destinos, para que en ellos no se renueve la condena injusta de Jesús, cerrando fronteras e irrespetando sus vidas, y encuentren en sus lugares de destino comportamientos de cuidado, respeto y servicio de la vida.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

II estación: Jesús con la cruz a cuestas

Los soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo: «¡Salve, rey de los judíos!». Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo (Mc 15,16-20).

Oremos: Por las dificultades a las que se ven expuestas las personas en las diferentes rutas migratorias, para que en el camino de abandonar sus países encuentren en Jesús la fuerza necesaria para sobreponerse a todo riesgo y a toda situación que atente contra sus vidas.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

III estación: Jesús cae por primera vez

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes (Is 53,4-6).

Oremos: Por las personas que son retenidas en los territorios fronterizos para que sean tratadas con compasión y sus derechos no se vean vulnerados.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

IV estación: Jesús encuentra a su madre

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio (Jn 19,25-27).

Oremos: Por las madres y familiares de las personas que han migrado, para que en María la madre de Jesús y madre nuestra, encuentren el consuelo y la compañía que les permita vivir con la esperanza del reencuentro.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

V estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús (Lc 23,26).

Oremos: Por los sacerdotes, misioneros/as, religiosas/os y laicos/as que comprometidos por el Reino sirven a los migrantes en el mundo, para que descubran en estas personas el rostro de Jesús que los invita a ser presencia, compañía y solidaridad en el sufrimiento humano.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

VI estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Oigo en mi corazón:

«Buscad mi rostro».

Tu rostro buscaré, Señor.

No me escondas tu rostro

No rechaces con ira a tu siervo,

que Tú eres mi auxilio;

no me deseches, no me abandones

Dios de mi salvación (Sal 27,8-9).

Oremos: Por toda persona y familia que acoge en sus hogares y trabajos a las personas en situación de migración, para que sus gestos de cercanía y solidaridad se conviertan en las manos de Dios que consuelan a los que sufren.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

VII estación: Jesús cae por segunda vez

Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte (Lc 23,34).

Oremos: Por los migrantes que en sus rutas migratorias tienen que cruzar ríos, mares y selvas, para que en su paso no encuentren la indiferencia que deja morir en el abandono y el olvido.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

VIII estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”» (Lc 23,27-30).

Oremos: Por las familias de los desaparecidos y asesinados en territorios fronterizos, para que sus voces y gritos de dolor sean escuchados por los gobiernos y por las instituciones, alcanzando justicia en memoria de sus seres queridos.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

IX estación: Jesús cae por tercera vez

Es bueno que el hombre cargue con el yugo desde su juventud. Siéntese solo y silencioso cuando el Señor se lo impone; ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza; ponga la mejilla al que lo maltrata y se harte de oprobios. Porque el Señor no rechaza para siempre; y si hace sufrir, se compadece conforme a su inmensa bondad (Lam 3,27-32).

Oremos: Por las situaciones a las que se ven expuestos los migrantes que buscan llegar a Estados Unidos o a Europa, para que en su camino experimenten la compañía de Jesús que les conforta en sus sufrimientos.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

X estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca». Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica» (Jn 19,23-24).

Oremos: Por las personas que se encuentran capturadas en los centros de detención de migrantes, para que durante su permanencia sean tratados con dignidad y sus vidas sean protegidas en lugar de violentadas.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

XI estación: Jesús es clavado en la cruz

Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». (Lc 23, 33-38).

Oremos: Por las personas deportadas, para que en el proceso de regreso a sus países encuentren consuelo y oportunidades que les permitan alcanzar condiciones de vida digna.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

XII estación: Jesús muere en la cruz

Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró (Lc 23,44-46).

Oremos: Por las personas que mueren en el intento de buscar seguridad o mejores condiciones de vida en otros países, para que en la muerte de Jesús sus familiares y seres queridos sientan la compañía y la solidaridad que viene de Dios.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

XIII estación: Jesús es bajado de la cruz

Había un hombre, llamado José, que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Este acudió a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto todavía (Lc 23,50-53).

Oremos: Por las madres y esposas que en la espera del reencuentro reciben la noticia de la muerte de sus familiares, para que María, madre de la consolación, les conforte en la perdida.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

XIV estación: Jesús es puesto en el sepulcro

Era el día de la Preparación y estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo con el precepto (Lc 23,54-56).

Oremos: Por los familiares y amigos de los migrantes que en la muerte de sus seres queridos añoran la repatriación de los cuerpos, para que encuentren solidaridad y apoyo, y logren darles sepultura.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

XV estación: Jesús resucita

Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a ungir el cuerpo de Jesús. El primer día de la semana, muy temprano, apenas salió el sol, fuero al sepulcro. Y se preguntaban: «¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?». Pero, al fijarse, se dieron cuenta de que la piedra ya había sido retirada, y eso que era muy grande. Al entrar al sepulcro vieron a un joven vestido con una túnica blanca sentado a la derecha. Como ellas se asustaron, él les dijo: «¡No se asusten! Aquel al que buscan, Jesús de Nazaret, el crucificado; ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto». (Mc 16, 1-6).

Oremos: Por toda la humanidad, para que en la resurrección de Jesús reconozca que cuando un migrante cae es Cristo crucificado y cuando un migrante se levanta es Cristo resucitado que se hace comunidad.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 

Créditos:

Meditaciones del P. Jonathan Acuña Paula, IMC

Ilustraciones de Pablo Grando ‘Paú’ y Cristian Camargo ‘Cris’

Descargue aquí el ‘Viacrucis de los migrantes’.

Viacrucis de los migrantes

 

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