“El Rey responderá: En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí”. (Mt 25,40)
Hay quien pretende identificarse con la gente exitosa que gana dinero, alardea de su prestigio y busca más poder. Pero también hay personas que se atreven a mirar los ojos del que sufre, aprietan las manos del que está caído y se disponen a sanar al herido. ¿Nos queremos parecer a quién? ¿Qué tipo de amistades tenemos?
Si Jesucristo se identifica con los “sufridos y heridos” ¿nosotros a quién miramos y a quién escuchamos?. Si los descartados/as y despreciados/as están invisibilizados/as ¿quién cuenta con nuestra atención y dedicación?
Quizá al mundo le hace falta crecer en ternura y en solidaridad, más que en economía y comodidad. Tal vez el seguidor/a de Jesucristo deba dedicarse más a tocar al despreciado/a que a congraciarse con el triunfador. Siempre es más fácil buscar la maravilla de la santidad que el riesgo de la solidaridad… pero Jesucristo no alaba el puritanismo religioso ni la moralidad piadosa, sino la “misericordia” con el/a caído/a, por cuenta propia o por maltrato de los/as demás. No parece que la piedad tenga sentido sin la solidaridad…
Las campañas esporádicas o emergentes nunca podrán sustituir -sino complementar- las acciones continuas y silenciosas de quienes visitan enfermos/as, chocolatean a los/as migrantes semaforizados, visitan -sin juzgamientos- a los/as encarcelados/as, levantan a los deprimidos/as, sirven de bastón para los/as ancianos/as o limpian los malolores de los/as adictos/as…
Más que alabar a los/as que humanizan a los más vulnerables, nos hace falta acompañar su empeño con nuestro compromiso, sumar energías a las acciones significativas de compasión y seguir levantando a los/as caídos, curando a los/as heridos/as y animando a los/as decaídos/as. De tal manera que nuestra principal manera de “agradar a Dios” sea engrandecido al género humano deshumanizado, y que el afán religioso de “acercarnos a Dios” pase -necesariamente- por acercarse al descartado, abusado, maltratado, ninguneado, despreciado… por toda la gente e -incluso- por los mismos piadosos que miran a la cruz evitando la mirada a los crucificados de hoy.
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