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Mons. Ojea: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en la comodidad y en el aislamiento”

ADN Celam. Sobre una Iglesia en salida es algo de lo “hemos escuchado hablar mucho en estos últimos nueve años del papado del Papa Francisco”, nos recuerda Mons. Oscar Ojea en su comentario al Evangelio de este domingo, insistiendo en que el Papa “quiere una Iglesia que salga, una Iglesia misionera”.

Una Iglesia que sale de sí misma

 

En sus palabras, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina nos dice, en referencia al Santo Padre, que “su primera carta sobre la Alegría del Evangelio es clarísima con respecto a esto, la Iglesia necesita un éxodo, un salir de sí misma, un descentrarse para poder consagrarse totalmente a la misión, que es lo que le va a dar vida a la Iglesia”.

Para el obispo de San Isidro, “muchas veces tenemos miedo de que al no ocuparnos y centrarnos en nosotros mismos no vamos a ser felices, tenemos miedo de olvidarnos de nosotros”. En ese sentido, recuerda lo que nos dice la Conferencia de Aparecida: “la vida se acrecienta dándola y se debilita en la comodidad y en el aislamiento”, algo que define como una gran verdad, resaltando que “crecemos cuando damos de corazón”.

La felicidad está en darse

 

Del pasaje del Evangelio de este domingo, Mons. Ojea destaca que “Jesús habla de la misión de los 72 discípulos, este salir a anunciar la Buena Nueva”. Según el prelado argentino, “las personas más felices, las que más disfrutan de la vida, son aquellas que tienen la capacidad de dejar la seguridad de la propia orilla y consagrarse para dar vida a los demás, apasionadamente”, afirmando que “nuevamente acá aparece el secreto de la felicidad que nos trae Jesús”.

Refiriéndose a la primera lectura, el presidente del episcopado argentino afirma que “Dios nos habla del consuelo, del consuelo a Jerusalén”, y junto con ello que “los 72 discípulos vuelven alegres de haber anunciado la Buena Nueva, vuelven consolados, como escuchamos en la primera lectura, porque no hay alegría más grande que la de poder comprobar que con nuestros pocos talentos podemos hacer felices a los demás, que podemos servir al Reino de Dios anunciando el Evangelio”.

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Finalmente, afirma que “yo no he sido más feliz que en las misiones, cuando he tenido que participar de misiones”, insistiendo en que “cuando se han abierto espacios misioneros, el Señor sabe regalar la alegría”, diciendo esperar que “Dios quiera que todos lo podamos experimentarlo”.

 

 

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