Por Pbro. José Luis (Cote) Quijano
Ya hace mucho tiempo, la Iglesia subrayó la dimensión comunitaria de la catequesis. La comunidad como fuente, lugar y meta[1] ha situado el ministerio catequístico bajo el signo eclesial de la koinonía. La comunidad acompaña a los catecúmenos y catequizandos en su itinerario catequístico y, con solicitud maternal, los hace partícipes de su propia experiencia de fe y los incorpora a su seno”[2]. “La comunidad es el espacio para integrar la fe y la vida. Es hogar, cálido y acogedor de vivencia de la fe”.[3]
Un comunicador en comunión
Los catequistas son parte de la comunidad eclesial. Ellos se han iniciado en la fe de la comunidad y allí han madurado sus opciones, haciéndose testigos de esa misma fe. Ellos no constituyen un simple grupo, como los que integran los movimientos o instituciones eclesiales. Ellos son la voz y el gesto de la fe de la comunidad. En ellos se ha delegado la misión del anuncio. Pero la verdadera “catequista” es la comunidad misma. La Palabra del Señor se hace eco en la profunda experiencia de fe que viven sus miembros. La Iglesia toda posee la función profética y la ha delegado en algunas personas que han sido, especialmente llamadas a anunciar la Buena Noticia de Jesús. La dimensión comunitaria de la catequesis no es ciertamente un rasgo nuevo.
Cuando el tercer milenio convocaba a la búsqueda de nuevos paradigmas, ya se pensaba al catequista como hombre o mujer de la comunidad – comunicación – comunión. “Un catequista interlocutor sabe dar y recibir, enseñar y ser enseñado, escuchar y ser escuchado, evangelizar y ser evangelizado. El catequista interlocutor entiende que su tarea es la palabra y la comunicación y está convencido de que ella nunca tiene una sola dirección.”[4] Hoy el nuevo paradigma catequético asume esta dimensión comunitaria del catequista y de la catequesis con nueva fuerza y reconoce el hambre de comunión que experimentan el hombre y la mujer de hoy, atrapados en el individualismo de una sociedad del éxito, el consumo y la soledad en medio de la masificación.
En esta misma línea dice el tercer documento catequético del CELAM[5], el catequista es comunicador: un alegre mensajero de propuestas superadoras, custodio del bien y la belleza que resplandece en una vida fiel al Evangelio[6], capaz de sintonizar el propio lenguaje y los significados que atribuimos a las palabras con el lenguaje de los interlocutores[7] y de asumir las actuales tecnologías de la comunicación con competencia. Y el DC, por su parte, en el número 54 afirma que en el tiempo de la nueva evangelización, la Iglesia desea que también en la catequesis se adopte este estilo de diálogo, de modo que el rostro del Hijo se haga más fácilmente visible, al igual que en el encuentro con la samaritana, Él se detiene a dialogar con cada persona para conducirla suavemente al descubrimiento del agua viva. (Cf. Jn 4, 5-42).
Un testigo, acompañante y pedagogo en misión
“El catequista es al mismo tiempo testigo de la fe, maestro y mistagogo, acompañante y pedagogo que enseña en nombre de la Iglesia. Una identidad que sólo puede desarrollarse con coherencia y responsabilidad mediante la oración, el estudio y la participación directa en la vida de la comunidad.[8]”Los catequistas amamos la comunidad local a la que pertenecemos. Allí encontramos a Jesús vivo y presente en medio de todos. Al mismo tiempo, sabemos que el amor no puede encerrarse entre las cuatro paredes de un templo. “La misión es lo que el amor no puede callar.”[9] El verdadero amor, el que viene de Dios que es amor, no permanece encerrado: se abre, se entrega, se expresa, se multiplica y se hace fecundo. No puede quedarse quieto y se hace misión, sale a la búsqueda, recibe, acompaña y envía.
Los catequistas misioneros van a la búsqueda de sus interlocutores en las distintas etapas de su vida, saben reconocer las diversas “edades de su fe” y sus distintos lugares de encuentro teológico con Dios. “Buscan, atraen y proponen siempre. No tienen un discurso doctrinario estampado desde afuera y por la fuerza de la repetición o de la tradición. Proponen un camino de experiencias siempre nuevas, que marcan profundamente la vida de las personas. En la catequesis misionera todo anuncio transparenta el Primer Anuncio. Él es como una luz siempre viva en el ministerio de la Palabra: en la conversión primera, en la iniciación y en la formación permanente.”[10]
El catequista misionero es el que anuncia el Kerigma. Con cercanía, apertura al diálogo, paciencia y una acogida cordial que no condena”[11] valora e invita a valorar la novedad de la fe y la experiencia cristiana. Realiza su profesión de fe en un lenguaje existencial, interpelando la libre y consciente respuesta de fe del catequizando. Para ello da el paso de la fe supuesta a la fe propuesta; no se limita a nutrir una fe ya en acto, sino que trata siempre, incluso después de la conversión inicial, de provocar el encuentro con el Señor Jesús como Buena Noticia que cambia el orden de prioridades en la propia vida. Llama a recibir el don de Dios en condiciones nuevas y a reencontrar contemporáneamente el gesto inicial de la evangelización: el de la propuesta sencilla y decidida por el Evangelio de Cristo.
Este catequista realiza una catequesis de la segunda escucha, en la cual el Evangelio, propuesto como don que no obliga, hace superar el acostumbramiento y ayuda a crecer en la fe, desde la interioridad más profunda de la persona, que da y reitera una y otra vez su “sí” a Dios. Convoca a una pertenencia aceptada y a una participación elegidas y no cuestionadas, fundadas en una decisión consciente que se desarrolla gradualmente. Presenta la fe como un descubrimiento a realizar y una búsqueda a emprender, al estilo de la invitación que Jesús hizo a sus primeros discípulos: “Vengan y vean”. [12]
[1] AIDM 97
[2] Cfr. DGC, 254; CT 24.
[3] AIDM 97
[4] Merlos Arroyo, Francisco,
[5] La alegría de iniciar discípulos misioneros en el cambio de época. Nuevas perspectivas para la Catequesis en América Latina y el Caribe (AIDM), Departamento de Misión y Espiritualidad, CELAM, 2015.
[6] EG 168.
[7] EG 34, 41, 42
[8] Antiquum ministerium 6.
[9] Cfr. Francisco en la Homilía de la Misa del 1º de enero de 2015 (Solemnidad de María Madre de Dios), celebrada en la Basílica de San Pedro.
[10] Cfr. I SENAC, “La Catequesis en clave misionera. Relación entre Primer Anuncio, Iniciación Cristiana y Catequesis Permanente”, San Pablo, Buenos Aires, 2011, Nº 24.
[11] Cfr. EG 165
[12] Jn 1,39
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Cristina picos says
21 de agosto de 2022 at 18:06La catequesis en clave misionera el gran desafío.
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