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Cebitepal-Diplomado Iglesia y Sinodalidad: “Los jóvenes viven la sinodalidad de manera ordinaria pero están ausentes de lugares decisionales”

Del 2 al 27 de mayo el Cebitepal invita a participar de modo virtual en el Diplomado “Iglesia y Sinodalidad”. En este contexto, el hermano salesiano Ariel Fresia* tiene a cargo el abordaje del tema “Juventud y sinodalidad”. Conversamos con él para ADN Celam y seguramente percibirán tanto la originalidad de sus análisis como la profundidad de sus apreciaciones.

¿Qué expectativas tienes con respecto a este Diplomado sobre Iglesia y Sinodalidad?

Muchas. Como los participantes de estas instancias de formación que ofrece Cebitepal-Celam provienen de toda América Latina y del Caribe, significará una enorme riqueza de vivencias eclesiales diferentes, concepciones teológicas y practicas pastorales diversas.

Como docente en otros espacios formativos de Cebitepal creo que será una oportunidad importante para generar sinergias, conocer planteos alternativos y aprovechar las “buenas prácticas” de sinodalidad ya presentes en las iglesias locales. Pero, fundamentalmente, mi mayor expectativa es que podamos concebir nuevas prácticas sinodales de “pirámide invertida” que realmente involucren la participación de todos y todas en los procesos de discernimiento y en la toma de decisiones.

La sinodalidad aplica a toda la Iglesia. Esto nos pide el Papa Francisco. ¿Cómo es con los jóvenes? ¿Más fácil y directa, se comprende la globalización de la cuestión, hay reticencias?

Voy a citar un concepto nuclear expresado por el Papa Francisco en su discurso por el 50º aniversario de la institución del sínodo de los obispos en el 2015: “La sinodalidad es un principio originario para la constitución de eclesialidad. Está en la raíz de la eclesiogénesis porque alude a estilos de gobierno, estructuras organizativas, procesos decisionales y, fundamentalmente, un acontecimiento como forma de vivir y de hacer. La sinodalidad constituye a la comunidad eclesial a la vez que es su fuente de renovación. Pues la sinodalidad no es de una vez para siempre, sino que es conforme al tiempo y al espacio que la configura históricamente. Ya que el Espíritu sigue inspirando a la iglesia en el curso de la historia y de su historia”.

Estamos viendo experiencias muy alentadoras de sinodalidad en las que se percibe un cambio de paradigma eclesial. Un caso muy positivo y a la vez a mitad de camino es la última experiencia de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Como ejemplo cito dos párrafos de la evaluación: “La participación de los jóvenes y adultos jóvenes también fue mayor durante el tiempo de escucha, pero perdieron participación durante el Tiempo de Plenario, ganando peso los adultos y adultos mayores”. Y también: “La participación de los laicos fue mayoritaria durante el tiempo de escucha, a la vez que la del clero y religiosos fue baja, pero esta tendencia se revierte durante el plenario de la Asamblea”. Estos dos ejemplos nos muestran que todavía la sinodalidad esta reducida a estructuras históricas (sínodos de obispos) con preminencia de clérigos (cardenales, obispos, sacerdotes) en la participación y en los procesos decisionales: una “jerarcología”, al decir de Carlos María Galli.

Los jóvenes siempre a la vanguardia en todo tiempo, también en los procesos sinodales.

Así es. La pastoral juvenil siempre se situó a la vanguardia en los procesos participativos y ampliando los márgenes de la acción pastoral. Lo mismo ocurre con la sinodalidad: en diversos países latinoamericanos se caracterizó por la vivencia ordinaria de sinodalidad, aunque diría que se trató de una sinodalidad informal, que no logró formalizar los procesos participativos. La ausencia de los jóvenes en los lugares decisionales relegó su participación a cuestiones secundarias y menores en el marco de una visión clerical de la vocación y la misión eclesial. Al decir de Andrea Riccardi “se ha creado (…) una cultura eclesiástica, entre gestión de gobierno y pastoral, no muy adecuada para hacer frente a los cambios y para leer una realidad tan compleja, aunque tal vez sea apta para gobernar las instituciones…”. Efectivamente, estos aspectos configuraron una representación social y ciertos imaginarios que gravitaron fuertemente al momento de pensar nuevas formas de sinodalidad y dar pasos relevantes en la conversión personal, comunitaria y estructural.

Tenía razón Baricco cuando comentaba que “protegidos por las cosas que hay que salvar, reposamos, depositamos los huevos y aquietamos los tiempos futuros, posponiendo todo lo posible el próximo ataque de hambre que nos empujará fuera de las guaridas”. Salir de la guarida, exponerse a las mutaciones de la era digital y de las subjetividades juveniles, pensar la novedad histórica y asumir los desafíos de “sinodalizar la asamblea y los procesos decisionales” es una invitación a asumir la inutilidad de aferrarse a tiempo, espacios y estructuras que en lugar de posibilitarla, la impiden.

Pospandemia: Adultocentrismo-Hipermediaciones

¿En qué considerás que la pandemia afectó los procesos sinodales? ¿Los jóvenes pudieron sortear mejor/peor las dificultades de aquellas instancias virtuales? ¿Hay secuelas?

Los procesos sinodales se vieron favorecidos durante la pandemia y en la actual postpandemia. En la evaluación de la Asamblea eclesial es claro. En el proceso de escucha hubo una amplia convocatoria y participación justamente gracias a las posibilidades de conexión, acceso a plataformas y nuevas modalidades de encuentros en las redes. Como también es claro en el plenario (que fue presencial y virtual) hubo una menor participación.  El espacio físico, las restricciones sanitarias, los costos para moverse entre países hicieron que la participación física fuera reducida a cardenales, obispos, miembros de dicasterios romanos, equipos del Celam, etc.

Todavía es persistente el reclamo de desplazamientos impostergables: del adultocentrismo que denigra los estilos juveniles a una perspectiva adulta que valora sus formas, del clericalismo a la participación laical, del resguardo en el pasado a una mirada positiva del futuro, de jóvenes destinatarios a protagonistas-responsables de la misión y de la comunidad eclesial, entre muchos otros aspectos.

Si se miraba con recelo la virtualidad para privilegiar los medios cara a cara en la esfera del espacio y del tiempo limitado por lo físico, ahora los nuevos dispositivos, las plataformas y las redes, las conexiones, la simultaneidad y la fluidez de las hipermediaciones tecnológicas posibilitaron la reunión y la concentración de múltiples sujetos movidos por ciertas causas. Estas hipermediaciones, aun con dificultades de conexión, son las que posibilitaron procesos sinodales con ampliación de la participación como la Asamblea Eclesial. Los procesos sinodales y la virtualidad dejan expuesta la mayor participación de laicos/as y jóvenes, y la menor participación de adultos, mayores y clérigos para quienes las tecnologías y las conexiones son menos amigables que la presencialidad física.

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 Tu participación en el Diplomado Iglesia y Sinodalidad es clave: la juventud nos marca muchos ritmos. ¿Dónde están los jóvenes hoy?

Papa Francisco dijo claramente en su conversación con el periodista inglés Austen Ivereigh: “Mi preocupación como Papa ha sido promover este tipo de desbordes dentro de la Iglesia, reavivando la antigua práctica de la sinodalidad. Mi deseo fue dar vida a este antiquísimo proceso, no solo por el bien de la Iglesia, sino como un servicio a la humanidad, a menudo trabada en desacuerdos paralizantes”.

Aunque técnicamente “sínodo” está referido a la estructura formal del sínodo de los obispos, la sinodalidad es más amplia y es una buena oportunidad para sinodalizar la iglesia toda y las propuestas de pastoral con jóvenes. La pastoral con jóvenes puede ser un ámbito para intentar experiencias donde los “desbordes” de sinodalidad puedan convertirse en nuevas figuras históricas de una configuración eclesial policéntrica. El Papa Francisco, además de proponer las figuras del poliedro y el hospital de campaña para indicar la fisonomía de una iglesia en salida, también propuso la imagen de la “pirámide invertida”. La originalidad de Francisco consiste en afirmar que la Iglesia, es como “una pirámide invertida, la cima se encuentra por debajo de la base”. Es simple, la cima de la pirámide está en la base y no arriba, en la cúspide. Además de un nuevo modelo es, a la vez, una critica al clericalismo de la cultura eclesiástica, el adultocentrismo y la centralización que no considera ni escucha a los de abajo, a la base de la pirámide (todos los bautizados).

La pirámide invertida: sinodalidad vs. clericalismo

Continuó el hermano Fresia:

Si la sinodalidad se plasma en la figura de la “pirámide invertida”, se hace más evidente la contraposición entre sinodalidad y clericalismo. Aunque tal vez la sinodalidad en la comunidad eclesial no implique la horizontalidad de las prácticas de la toma de decisiones sino sólo en el discernimiento y la preparación de las mismas, quizá sí pueda implicar el fortalecimiento de sinergias en vistas de la misión, que lleve paulatinamente a los bautizados a la toma de decisiones en la estructura eclesial. No sería un aspecto menor el fortalecimiento de la misión, aunque la participación en la mesa de decisiones se torna imprescindible.

Los jóvenes marcan el ritmo, son los sujetos principales de las mutaciones sociales y culturales que se están produciendo. Los dijo Francisco en Río de Janeiro en el 2013: “Ustedes son los que tienen el futuro. Por ustedes entra el futuro en el mundo”.

 ¿Entrará por medio de los y las jóvenes el futuro en la iglesia? Si no hay intentos decididos por sinodalizar la participación juvenil, los/las jóvenes se encontrarán con más frecuencia en las calles y en las redes. Pero no en las comunidades eclesiales donde el ciclo vital consagrado es la infancia (la edad de la inocencia y la docilidad) y la ancianidad (el lugar de la sabiduría y de la experiencia auténtica) en la que los parámetros adultos y clericales ubican a los jóvenes en el lugar de los destinatarios.

Los jóvenes y Dios: números y conceptos

¿Cómo creen los jóvenes, cómo lo expresan? ¿Cuáles son esos espacios donde tú percibes su plenitud en la fe? ¿Los seminarios están comprendiendo y formando sacerdotes que miren a estos jóvenes con abrazo y recepción fraterna?

Los y las jóvenes son creyentes, pero no al modo en que creen los adultos. Ellos y ellas tienen pocas dificultades para integrar a sus explicaciones racionales la lógica de los afectos y de los sentimientos. Asunto difícil para los adultos. Nos encontramos ante una modalidad de la experiencia religiosa en la que lo sagrado aparece inmediatamente (sin la mediación institucional) donde la experiencia subjetiva combina, integra, retroalimenta y produce nuevos significados, rituales y espacios.

¿Por qué validar la experiencia religiosa juvenil con el parámetro de los adultos? Una tradición religiosa planteada de manera institucional que ordenaba la vida cotidiana en todos sus aspectos ya no tiene influjo en muchos jóvenes, salvo en aquellos practicantes y “conversos” que requieren una confirmación de sus creencias en certezas institucionalizadas. Hoy los jóvenes reinscriben lo religioso, la trascendencia y lo sagrado en nuevas formas de sociabilidad y de espacios con mínimos de prescripción y máximos de autonomía. Lo permitido, lo prohibido; lo bueno, lo malo y la verdad; el encuentro con lo sagrado (una persona, el cosmos o la tierra) y la salvación adquieren formas inverosímiles de asumirlas, reinsertándolas en su experiencia personal o social de manera diferente a las conocidas por los adultos.

Las formas que asumen las creencias ya no están asociadas a una forma particular de institución religiosa, ritualidades y moralidades apegadas al pasado. En las formas de creer de los jóvenes no pueden encontrarse linealidades, parece más un camino sinuoso, de sumatoria de múltiples ideas, prácticas y utopías que construyen una experiencia espiritual en movimiento. La base del creer no es lo probado, lo conocido y ya practicado, lo sedimentado y consolidado en doctrinas verificadas, sino nuevos espacios, otras sensaciones, nuevas ritualidades más acordes a sus códigos y estéticas juveniles. Se trata de una espiritualidad diferente que no responde a una religión particular; no estática sino en movimiento que le permite encontrar sentido a la vida fuera del espacio socializado por las instituciones religiosas tradicionales. Son creyentes errantes que buscan lo divino sin establecerse en un lugar, adhieren a formas de la sociabilidad religiosa que no los constriñan, asumen valores y prácticas que no prescriban moralidades a practicar.

¿Qué nos dicen las últimas encuestas realizadas en nuestro continente?

Jorge Traslosheros, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), afirmó sobre los jóvenes que “sí, creen en Dios, pero no se identifican con ninguna religión”. En la Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas religiosas en México de 2020 mostraba que el 41,8% admiten ser creyentes por tradición, 28,3% se reconocen como creyentes por convicción, 5,3 % creyentes practicantes y el 17,9% creyentes a su manera, entre otras variables. Y los motivos de la desafiliación institucional son la decepción e insatisfacción con su iglesia, entre otras razones. Los jóvenes bogotanos (Colombia) que participaron en una encuesta nacional “están convencidos de que para tener ese acercamiento con Dios no son necesarias las iglesias porque se puede tener comunicación con él en todo momento…”. La Segunda Encuesta Nacional de Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina releva que las personas de 65 años y más se identifican en mayor medida con el catolicismo (81,5%) mientras que entre los jóvenes de 18 a 29 años los que adscriben al catolicismo representan  el 52,5% y crecen las opciones evangélicas (24,7%) y sin religión (19,9%).

En el marco del campo religioso, las creencias, la adscripción institucional y las prácticas religiosas juveniles muestran una faceta de la proliferación del fenómeno religioso entre jóvenes y una autopercepción cultural de cierta mutación de época. El desencanto de los y las jóvenes errantes (creyentes al fin y al cabo) no es con Dios sino con las instituciones religiosas, cualquiera sea la filiación. Los jóvenes como creyentes errantes ponen de manifiesto una manera de creer, formas de la identidad religiosa, una mística no estática y maneras del compromiso que ofrece elementos para replantear las formas de estar y pertenecer a una determinada comunidad donde compartir las experiencias de fe. Quizá tengamos que encontrar otras formas para ver a los/as jóvenes, sus modos de acción, las creencias y espiritualidades, sus valores y las formas que adquiere el compromiso social y religioso que salga de las posturas pesimistas y estigmatizadoras de la cultura juvenil, sus códigos y sus lenguajes, sus creencias y las maneras de practicar la fe.

 

Para ampliar la información sobre el Diplomado Iglesia y Sinodalidad:

 

* Ariel Fresia sdb es Licenciado en Ciencias de la Educación (Universidad Católica de Córdoba, Argentina, 2001). Postgraduado en Planificación Pastoral Participativa (ITEPAL-CELAM, Bogotá, 2012) y en Estudios y Políticas de Juventud en América Latina (FLACSO, Buenos Aires, 2015). Doctorado en Historia (Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina, 2012) y postdoctorado Ciencias Humanas y Sociales (FFyL, Universidad de Buenos Aires, Argentina, 2020). Fue asesor de la Pastoral de Juventud Nacional-Conferencia Episcopal Argentina (2010-2016). Integró la Comisión Educación CLAR (Confederación Latinoamericana de Religiosos/as) Bogotá/Colombia (2019-2020). Coordina, junto a Evangelina Petrelli, el Espacio Educativo-CONFAR (Conferencia de Religiosos y Religiosas de Argentina, 2010-2022). Profesor invitado del CEBITEPAL-CELAM, (2016-2022) en Bogotá-Colombia. Miembro del equipo de formadores del Instituto Nacional de Pastoral de Juventud “Cardenal Eduardo Francisco Pironio” perteneciente a Conferencia Episcopal Argentina-Pastoral de Juventud Nacional (2019-2021).

 

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