Hoy, 5 de febrero de 2024 la Comisión Ejecutiva del episcopado argentino dio a conocer un comunicado en el que desarrolla la vital importancia de que el Estado se anticipe a una posible grave crisis alimentaria entre la población más pobre del país —hoy la pobreza en Argentina, según datos del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica, es de 44.7%— que concurre a alimentarse a comedores y merenderos comunitarios de la Iglesia católica, la Iglesia evangélica y los movimientos populares.
Con el título “El pedido del pan de cada día es un clamor de justicia” los obispos señalan que “en nuestra patria nadie debería pasar hambre, ya que es una tierra bendita de pan. Sin embargo, hoy, a cientos de miles de familias se les hace cada vez más difícil alimentarse bien”.
Describen con detalle cuáles son las coordenadas que determinan la difícil situación que atraviesan tantas y tantas personas en la Argentina: “La inflación desde hace años crece día a día y pega fuertemente en el precio de los alimentos. Lo siente claramente la clase media trabajadora, los jubilados y aquellos que no ven crecer sus salarios. También todo el universo de la economía popular, donde prácticamente se trabaja sin derechos. Pensemos en los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los ladrilleros, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado y de servicio”.
Comunidad, aprendizaje en pandemia y rol clave de las mujeres
“Es necesario anticiparse para que esta situación no profundice la crisis alimentaria. Y para eso se debe facilitar a las personas, las comunidades y al pueblo, aquello que se necesite para ayudar a los más frágiles, especialmente a niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. Ante una crisis no son suficientes los paradigmas tecnocráticos, sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos, es necesaria la comunidad”, sostienen en el comunicado, y agregan:
“El tiempo de la pandemia nos enseñó el valor de la respuesta comunitaria organizada: unidos para curar, cuidar y compartir fue la consigna de ese tiempo. Se multiplicaron así, los comedores en nuestras parroquias, en las Iglesias evangélicas, entre los movimientos populares –especialmente en casa de vecinos que prestaron un lugar—. Las grandes protagonistas fueron las mujeres. Cada una se acercó a la olla pensando no sólo en sus hijos, sino también en los de los vecinos, y así formaron comunidad, así formaron un pueblo que le hizo frente a un desafío inédito. Si queremos trabajar por la paz social, tenemos que reconocer en primer lugar el valor del otro en cuanto otro, y su aporte al bien común”.
Cuando habla la experiencia concreta
“Esa reserva está todavía presente, por eso el Estado nacional, provincial y municipal tienen que aprovecharla para que nadie se quede sin el pan de cada día. Todos los espacios de cuidado que dan de comer, todos los comedores comunitarios, de parroquias, Iglesias evangélicas, y de movimientos populares deben recibir ayuda sin dilación. Ningún sector de los que hoy están actuando, ninguna institución o Iglesia, podría hacerlo solo. La complejidad de la crisis así lo está indicando”, afirman sabiendo que esas palabras son realidad pura.
En diálogo con ADN Celam, monseñor Gustavo Carrara, vicepresidente de Cáritas Argentina, analizaba punto por punto: “La pandemia nos enseñó cómo levantar una red de comedores, lo hicimos inmersos en un contexto inédito de temor a la enfermedad que aún no se conocía, en actitud de amor, cuidado y servicio. Hoy el Gobierno propone auditar primero a las organizaciones y luego repartir la comida. Nuestro planteo es al revés: primero repartir los insumos básicos desde el Estado y luego auditar la legitimidad de los espacios comunitarios porque fueron y son esos espacios comunitarios los que —sumidos en la pobreza— salieron adelante con la fuerza de esas mujeres, madres, que abrieron las puertas de su casa y dieron de comer a los hijos y a los hijos de todos en el barrio. No podemos dudar ‘de las doñas’ que sabían muy bien cómo hacer para que la comida alcanzara para todos. El PNUD claro que ayuda pero la inflación nos juega en contra porque para comprar alimentos frescos (carne, pollo, verduras, frutas) tenemos que abrir una cuenta, comprar primero, rendir los gastos realizados y luego recién transfieren los fondos al mes siguiente y, con esta inflación que no para, con lo que recibimos no compramos la misma mercadería que casi dos meses atrás. Y otro tema enorme es analizar por qué suben tanto los alimentos. La cuestión resumida es: ni el Estado lo hace todo ni el mercado lo resuelve todo. El entramado comunitario es un gran sostén ante las crisis, miremos el problema y el panorama completo”.
Otra fuente episcopal señaló que “claramente la Iglesia está a favor de las iniciativas comunitarias” sabiendo que “la crisis viene desde hace mucho tiempo atrás” y que “volver a casa con las manos vacías es tremendo”.
La Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina está formada por Monseñor Oscar Vicente Ojea, Presidente; Monseñor Marcelo Colombo, Vicepresidente 1º; Monseñor Carlos Azpiroz Costa, OP, Vicepresidente 2º; y Monseñor Alberto G. Bochatey, OSA, Secretario General.
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