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El mundo tiene un nuevo beato: Pironio, desde Luján, marcando que el camino es la cruz, la Pascua y la esperanza

La beatificación del cardenal argentino Eduardo Pironio (1920-1998) que se vivió hoy sábado 16 de diciembre en la plaza ubicada frente a su amadísima basílica de Nuestra Señora de Luján en Argentina —donde descansan sus restos—fue una “fiesta pironiana”, dijeron sus discípulos: alegría compartida, servicio y muchas sonrisas de alma prodigadas de unos a otros. Este fue el clima que se vivió también desde la noche anterior durante la Vigilia de los Jóvenes en la que sobreabundaron las canciones, los bailes, la oración y reflexión compartidas, a la espera del amanecer en comunidades y entre amigos.

La mañana de hoy se inició con una conferencia de prensa que se desarrolló en el Museo Udaondo de la ciudad de Luján. Tomaron contacto con los periodistas monseñor Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina; el nuncio apostólico en la Argentina monseñor Miroslaw Adamczyk; y el cardenal español Fernando Vérgez Álzaga quien destacó especialmente “la gran gracia que le dio el Santo Padre al nombrarme su enviado” y que Pironio “tuvo una disponibilidad para hacer el bien hasta después de su muerte”.

De la ceremonia de beatificación participaron más de 100 religiosas de distintas congregaciones, y concelebraron la misa —que presidió el enviado papal cardenal Fernando Vézgez Álzaga— más de 200 sacerdotes y 76 obispos junto a cinco cardenales: los argentinos Pascual Dri, Ángel Rossi y Mario Poli; el salvadoreño Gregorio Rosa Chávez y el venezolano Baltazar Porras.

Presencia del Celam

La Acción Católica Argentina, la Pastoral Nacional de Juventud Argentina y las diócesis de Mar del Plata y La Plata fueron quienes en todos estos años sostuvieron viva la llama en las épocas de espera de la beatificación. Sus referentes de ayer y hoy participaron activamente en la realización de esta ceremonia, junto con el Celam que, con la presencia de su presidente, monseñor Jaime Spengler, y su secretario general, monseñor Lizardo Estrada, hicieron carne el cariño y decisión que el nuevo beato puso en los tiempos nacientes del Consejo Episcopal Latinoamericano, en especial de la Conferencia de Medellín de 1968 y luego cuando se desempeñó como secretario general y presidente entre los años 1967 y 1974.

«Doy gracias por la persona del cardenal Pironio. ¡Cuánta enseñanza, cuánto testimonio, cuánta entrega a la Iglesia de América latina y el Caribe! Es un día muy grande para nuestro continente», expresaba el secretario general del Celam, monseñor Lizardo.

Le puede interesar: Monseñor Lizardo Estrada: “El magisterio de Pironio sigue resonando en Argentina, en la Iglesia latinoamericana y caribeña, y en la iglesia universal”.

En tanto que monseñor Spengler, presidente del Celam, ponía el énfasis en la alegría que representa la beatificación del cardenal Pironio «aquí en la casa de la Madre. Imagínenlo a él, que tenía un cariño tan especial por este santuario que pidió ser sepultado aquí y ahora es beatificado. En la casa de la Madre todo es diferente, todo es especial».

Con la Virgen de Luján

Hubo una llegada, silenciosa y luminosa, que dejó maravillados a todos los presentes: la verdadera imagen de la Virgen de Luján, la que quiso quedarse en las tierras lujaneras en el año 1630, hecha de barro y terracota y con su vestido de metal que la sujeta, entró acunada en los brazos del rector de la basílica, padre Lucas García, y quedó mirando al pueblo mientras la vistieron ahí mismo, con su clásica ropa celeste y blanca. Los aplausos no paraban, los pañuelos se agitaban y no hubo quien pasara delante de Ella y no se detuviera a contemplarla en gesto de oración interior.

Monseñor Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján arquidiócesis anfitriona, agradeció la presencia de tantos y tantos —laicos, laicas, religiosas, religiosos, sacerdotes, obispos, cardenales— que llegaron desde tan lejos y “al padre Anton Witwer SJ, postulador de la causa”, quien leyó una biografía del nuevo beato. Y a monseñor Carlos Malfa, obispo de Chascomús y quien fuera su secretario cuando Pironio fue obispo de Mar del Plata, le correspondió la lectura de la carta apostólica en español en la que el Papa Francisco declaró que “el venerable siervo de Dios Eduardo Francisco Pironio (…) de ahora en adelante sea llamado beato y que sea celebrado cada año (…) el 4 de febrero”. Y los aplausos estallaron y las lágrimas brotaron y la gente se abrazaba. Y hubo gozo en el pueblo de Dios.

La humildad de Pironio

La homilía que pronunció el cardenal Vérgez tuvo algunos tramos muy significativos que destacamos a continuación:

  • [Pironio] “fue el cardenal que supo vivir siguiendo a Cristo en cualquier situación en la que se encontrara”.
  • [Yo] “como su secretario particular en Roma experimenté su paz interior, su profunda amistad con Dios y su espíritu de santidad”.
  • “Huyó de todo personalismo, comunicando la verdad del Evangelio y la integridad de la tradición”.
  • “En una memoria del 2008 el entonces monseñor Bergoglio escribía: el cardenal ‘te abría un panorama de santidad desde su profunda humildad. Te abría horizontes, experimentabas que no cerraba nunca la puerta a ninguno. Demostraba una gran paciencia. En esto reflejaba el amor de Dios por nosotros’”.
  • La virtud que vivió de un modo extraordinario fue la humildad e insistió muchísimas veces y en distintos ámbitos en la “necesidad de la contemplación”.

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La celebración continuó en este clima de alegría mientras resonaba una de las canciones que cantaban esos jóvenes que compartieron parte del camino de la vida con Pironio en Argentina: “Un nuevo sol/se levanta/sobre la nueva civilización que nace hoy/una cadena/más fuerte/que el odio y que la muerte/lo sabemos/¡el camino es el amor!».

Al terminar la misa, se invitó a todos los que quisieran a ir en procesión —todos los obispos y cardenales lo hicieron, y también mons. Spengler y mons. Estrada—  hasta dentro del santuario de Luján y visitar la tumba del beato cardenal Pironio, quien descansa allí y seguramente ya tendrá más maravillas en marcha para nuestro mundo.

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