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Hermana Gloria Liliana Franco: “El arte del cuidado requiere situarse ante la vida con entrañas de misericordia”

La hermana Gloria Liliana Franco, presidenta de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas (CLAR) abrió el IV Congreso de la Vida Religiosa del continente, desde Colombia, en el que trabajarán a profundidad la cultura del cuidado.

Agradeció a los más de 800 participantes “su presencia física y virtual” como “evidencia de su opción por el cuidado” sobre todo cuando “hay estructuras que asfixian, porque no ponemos las personas en el centro, hay una pesada sensación de fracaso nos desanima y las formas que nos abrigan nos quitan libertad y flexibilidad”.

“Porque somos así, tan frágiles, tan vulnerables, tan pecadores y porque nuestras estructuras están urgidas de renovación, por eso necesitamos mirar a Jesús, contemplarlo en su condición de Siervo, aprender su modo de ser y de situarse, de servir y ejercer la autoridad”, apuntó.

Recordó que durante estos días de trabajo “pronunciaremos siete palabras que tienen poder para moldearnos el corazón de manera nueva: creación, compasión, contemplación, comunidad, comunicación, celebración , siempre y en todo, el arte del cuidado, que “requiere de paciencia y desvelos, de atención a la vida y disposición a la ofrenda, de experticia en las habilidades relacionales e introyección de los valores del Evangelio”.

Reconocer al otro

Este ejercicio del cuidado surge “al reconocer que el otro existe y su vida es importante. La frontera en la que es posible disponerse al cuidado, es esa en la que terminan las actitudes egocéntricas, la autorreferencialidad y el mezquino individualismo. Sólo ahí, es posible la salida de sí y el entrenamiento cotidiano en ese arte que desborda y plenifica”.

Para la hermana Liliana “validar la existencia del otro, reconocerlo en sus posibilidades y carencias, compartir su andadura y su suerte, padecer su dolor y celebrar su gozo, saberse convergiendo en la misma historia y corresponsables del destino hace que la opción natural sea el cuidado como una forma de existir”. Por tanto, los consagrados tienen como horizonte el cuidado de la dignidad humana y el bien común para que “inspire, anime y oriente la consagración”, lo que supone “situarse ante la vida con entrañas de misericordia”.

La compasión no puede ser un apéndice fruto de la sensibilidad, debe ser la consecuencia de las opciones. De nuestra opción por seguir a Jesús y trabajar por el Reino”, precisó. Desde esta opción – señala – será “necesario tejer nuevos estilos de relación, menos invasivos, más dignificantes; menos sobreprotectores, más capaces de empoderar y hacer que surja lo mejor del otro. La compasión al estilo de Jesús,supone compromiso solidario con los sufrientes de la historia”.

Reiteró que la compasión “debe conducirnos a abrazar la vulnerabilidad, la nuestra, la de quienes nos rodean, la de los sistemas relacionales en los que se genera el encuentro. Este hoy del mundo y de la tierra, requiere de ojos abiertos capaces de captar de manera contemplativa las situaciones concretas de sufrimiento que viven los demás”.

La profecía de lo común

En medio de realidades y contextos en los que se acrecientan racismos, xenofobias, fronteras y nacionalismos excluyentes, el arte del cuidado “nos conduce a unirnos para soñar juntos, para hacer posible la filigrana del cuidado de lo esencial”. Es decir, se constituye un “ecosistema del cuidado es lo común”, por ende, “empeñarnos en caminar juntos, en sinodalidad es un imperativo, así lo expresa el Papa: se necesita una comunidad que nos sostenga”.

Es hora de “hacer posible las sinergias, unir fuerzas, vivir la profecía de lo común, con la ternura y el coraje de las Mujeres del Alba”, porque “a la Vida Religiosa fiel a su identidad carismática le hará bien, como al Samaritano, detenerse y hacerse guardiana de lo humano, cuidar de la vida, justo cuando es más frágil”. Imagen que se resumen en la expresión del samaritano, al posadero fue: “Cuida de él”, eso es lo que hoy “le compete a quienes asumen el camino del seguimiento a Jesús en condición de consagrados”.

La Presidenta de la CLAR que frente a este panorama “debemos asumir las consecuencias de la misión encomendada supondrá desacomodarse, acercarse hasta la otra orilla, a la acera de enfrente y sentirse convocados a un permanente: “cuida de Él”, en el que sea posible abrir ojos y corazón para descubrir las necesidades de aquel que en el camino aparece con su dolor y con su esperanza”.
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